CRÍTICA
Tom Hardy protagoniza la secuela de "Venom" (2018) que ya está en cines uruguayos. Woody Harrelson se suma como el villano.
En un apuro, se podría llegar a decir que lo mejor de Venom: Carnage liberado es la escena poscréditos. Es un poco injusto para una película que tiene a un personaje fascinante de los cómics de Marvel, una dupla de buenos actores como Tom Hardy y Woody Harrelson, unas frases que quedan resonando y alguna idea fresca en la búsqueda artística. Pero también es un poco cierto.
Secuela de Venom, que fue estrenada en 2018, dirigida por Ruben Fleischer (Zombieland) y recibida con opiniones divididas, este film retoma la acción poco después de donde la dejó aquella. O sea, Eddie Brock (Hardy) en parte ha aprendido a vivir con Venom, el simbionte extraterrestre que se alojó en su cuerpo y lo ayudó a desarticular los siniestros planes de un villano con cara de Riz Ahmed. Aquella victoria no le permitió a Brock recuperar a su novia, Anne (Michelle Williams), pero sí le sirvió para rescatar una carrera periodística que se había ido a pique.
El exitoso presente laboral lo convierte en el elegido de Cletus Kasady (Woody Harrelson), un asesino en serie que espera por su condena. Kasady, que nunca ha confesado dónde están los cuerpos de sus víctimas, le promete a Brock una exclusiva a cambio de la publicación de un poema que —eso lo sabe el espectador— tiene que ver con el amor que le arrebataron.
La muchacha en cuestión es Frances Barrison, Shriek (Naomie Harris), protagonista de la escena introductoria de Venom: Carnage liberado junto a un joven Kasady. Eran novios en un internado complicado, los separaron a la fuerza y a ella la habrían matado, pero en verdad la internaron en algún lugar remoto y de máxima seguridad. Kasady ha vivido, desde entonces, desolado y con un motivo más para acentuar la amargura en la que justifica todas las atrocidades cometidas.
El problema es que en aquel encuentro entre periodista y asesino, Venom descubre unas imágenes que, en manos del FBI, cambian el rumbo de las cosas. Kasady es condenado a muerte y en sus últimas horas vuelve a ver a Brock. Entre provocaciones y agresiones, el primero traga sangre del segundo, y en la mezcla de esa sustancia —que es, claro, parte del simbionte— más el suero letal, está el nacimiento de Carnage.
Convertido en un depredador rojizo, expansivo y lleno de brazos, Kasady va en busca de su amada para celebrar, como en Game of Thrones, una “boda roja” en la que los únicos invitados serán los enemigos íntimos. Brock y Venom, los principales.
Pero las cosas no andan bien en esta dupla que no da en la tecla de la convivencia y eso, claro, es el conflicto central.
Cuando la película se enfoca en Venom/Brock, es una buddy movie del hombre solo, con altibajos. Cae con frecuencia en un humor que roza lo infantil (más que la primera), y en algunos facilismos que tienen su punto máximo en una escena queer, con Venom celebrando que salió “del closet de Erick” y que por fin se encontró con otros “monstruos” como él.
Todo lo compensa el trabajo de Tom Hardy, que vuelve a destacarse por la tensión muscular y los gestos espasmódicos con los que aborda este conflicto de portar dos identidades. Menos es más, y en su esfuerzo físico se nota todo el tiempo.
Cuando la película se centra en Kasady y Shriek, la sensación es de una versión lavada del Guasón y Harley Quinn que interpretaron Jared Leto y Margot Robbie, y eso dice mucho. No se le saca provecho a un actor como Harrelson y eso podrá ser por la dirección de Andy Serkis (el actor de El planeta de los simios) o simplemente porque, como su antecesora, esta película tiene una pretensión limitada.
De a ratos parece querer ir por más. Alguna escena en plan El silencio de los inocentes, un guiño a los Beatles, un diálogo que abre la puerta a la soledad y la marginación como denominador común de una sociedad hostil, y una toma con Carnage a contraluz de un vitral de iglesia, son destellos que duran lo que un relámpago en una noche de verano. Una se queda esperando la explosión que parta el cielo y desate el aguacero, pero debe conformarse con una lluvia breve, que apenas moja.
Venom: Carnage liberado solo quiere entretener y eso, en mayor o menor medida, se logra. Es excesiva hasta en el salpicón de géneros que la conforman —eso que apenas dura una hora y media—, y es espectacular cuando tiene que serlo. La primera aparición de Carnage es todo un despliegue de efectos especiales, y la gran pelea con Venom tiene todo para satisfacer al público objetivo.
Pero por su carga de violencia y absurdo, queda más cerca de El Escuadrón Suicida y su King Shark devorador de hombres, que del Deadpool de Ryan Reynolds que, a distancia, parecería una mejor referencia.
Es todo un camino hacia una escena poscréditos que, con lo justo, refiere a la hasta ahora distante relación de Venom con el famoso Universo Cinematográfico de Marvel. Y si lo visto es una muestra de lo que hay que esperar en la tercera entrega, entonces quizás sea la próxima película la que le dé a Venom la redención que se merece.
Venom: Carnage liberado **
Estados Unidos, 2021. Título original: Venom: Let There Be Carnage. Dirección: Andy Serkis. Guion: Tom Hardy, Kelly Marcel. Fotografía: Robert Richardson. Música: Marco Beltrami. Con: Tom Hardy, Woody Harrelson, Michelle Williams, Reid Scott, Naomie Harris. Duración: 90 minutos. Estreno: En cines en Uruguay, se preestrenó el 6 de octubre de 2021.