ESTRENO
Se estrenó en cines el nuevo documental de la directora de "El Bella Vista", en el que cuenta una historia familiar en una fábula sobre el paso del tiempo
Hay una ternura en Bosco, la nueva película de la uruguaya Alicia Cano, que se hace difícil de explicar. Es, en todo caso, una experiencia cinematográfica con una historia mínima que se hace, como sin quererlo, universal.
Es la historia del abuelo de Cano, un señor centenario que falleció en 2020, y de Bosco, el pueblo del que se fue para nunca más volver. La directora sí fue y durante 13 años visitó el lugar, fue recibida como una hija pródiga y cuenta las historias de ese pequeño pueblo de 13 (sí, trece habitantes) en esta película que se dice documental pero es mucho más que eso. Oficialmente es presentada como “una fábula sobre el tiempo filmada entre Italia y Uruguay a lo largo de 13 años”.
Se estrenó el jueves en Cinemateca Uruguay, Grupocine Torre de los profesionales y Life Cinema Alfa Beta. Fue presentada en Cannes y en los festivales de Málaga y Guadalajara.
“Quería hacer una película donde la información, no fuera lo importante, sino la emoción”, le contó Cano a El País. “Tenía clarísimo que para mí Bosco era una especie de carta de amor a este pueblo real y a este pueblo imaginado. Y aunque sobre el final habla de las pérdidas quería que estuviese llena de vida, de humor. De ganas de vivir”.
“La filmaba sin saber que estaba haciendo una película y después de 10 años de filmar una y otra vez el pueblo, la casa de mis abuelos y las mismas cosas, me di cuenta que la película que buscaba era esta.”
Cano nació en Salto en 1982. Su ópera prima fue El Bella Vista, en la que ya jugaba con la forma del documental. Su segunda película fue Locura en el aire en 2018.
“A diferencia de esas dos con Bosco me cuesta contar de qué va”, dijo. “Te puedo decir inmigración, el pueblo, Salto, pero es mucho más que eso y tiene que ver con todo ese proceso hondo que fui atravesando haciendo la película”.
Cuando llegó por primera vez a Bosco, mientras estudiaba una maestría en Italia, fue recibida por todo el pueblo en procesión que decía “volvió una Menoni de la América”. La recibieron como una visitante ilustre, le dieron una llave y le dijeron “esta es tu casa”. “Pasé a representar esa inmigración de la Primera Guerra Mundial y todos me tomaron como nieta”, dice.
Bosco es un lugar mágico. Perdido entre las montañas y amenazada por el avance de los bosques de castaños y Cano sabe cómo mostrarlo a medio camino de la fábula, lo mágico, lo fugaz y a la vez lo permanente.
“Intenté colocarlos en un limbo atemporal en la que no sabés cuándo pasaron las cosas, ves a los personajes saltar del pasado al presente”, dijo Cano. “Y eso es lo que hace como espectadores colocarnos en un estado de fábula. Es una película absolutamente atemporal, te lleva a la memoria y es, también, el ocaso de una forma de vivir que se va con mi abuelo y con ellos”.
—¿Cómo fue filmar al abuelo?
—Fue lo más fácil porque amaba que yo lo filmara. Era muy sociable y le encantaba hacer cuentos. De las tantas cosas que me dejó fue enseñarme eso de la imaginación como forma de conocimiento. Cuando llegué a Bosco era exactamente igual a como me lo había descrito y él nunca había vuelto a ver una imagen del pueblo. Las primeras imágenes se las llevé yo y se pasó semanas mirando cada detalle. Mi búsqueda en el Bosco también le dio un montón de vida.