El animé es una de las fuerzas de la industria del entretenimiento. A menudo considerado un producto de nicho y exclusivamente infantil, ha ido convirtiéndose en la exportación más global de la industria del entretenimiento japonés.
Es una marca país nipona como el K-Pop lo es para Corea del Sur. Por su temática y sus ambiciones estéticas excede muchas de las aspiraciones de los productos occidentales de su rubro.
El término “animé” refiere sin muchas vueltas a un tipo de animación japonesa que, en su forma actual, se rastrea hasta mediados de la década de 1960.
Para una generación está vinculado, sin que lo supiéramos entonces, a la forma de viejos dibujos animados como Meteoro o Campeones, aquella de los goles increíbles.
Para otra estará asociada a Miyazaki Hayao, quien al frente de los estudios Ghibli le dio a la forma una estatura de obra de arte.
Las aventuras de Chihiro, de 2001 y de Miyazaki, es la gran película del género: ocupa el lugar 75 en la lista de las mejores de todos los tiempos compilada por el British Film Institute. Hay unanimidad sobre sus valores.
El año pasado, además, la Royal Shakespeare Company estrenó en Londres una puesta de Mi vecino Totoro, otra de las obras maestras de Miyazaki.
En julio se estrena ¿Cómo vives?, la primera película de Miyazaki en 10 años, una adaptación de una novela de 1937 de Yoshino Genzaburo.
Demon Slayer: Mugen Train de 2020 fue la película más taquillera de todos los tiempos en Japón, y es la producción japonesa más taquillera mundialmente de toda la historia.
Y Belle, la última de Hosuda Mamoru, se estrenó en la selección oficial del Festival de Cannes.
Hay más datos que certifican el crecimiento del animé que, además, viene acompañado por un interés notorio por el manga, la forma japonesa de las historietas. En Montevideo hay librerías especializadas en el tema, y la editorial Planeta tiene una colección dedicada al manga.
En 2022 las tres películas a las que le fue mejor en las boleterías japonesas fueron animés: One Piece Film: Red; Jujutsu Kaisen O (ambas estrenadas por acá) y Suzume, el animé que se estrenó la semana pasada en Uruguay.
Más allá de los cada vez más frecuentes estrenos en cines, el anime también ha encontrado un impulso en el streaming. La plataforma Crunchyroll, especializada en el género, funciona desde 2006 y es propiedad de Sony, que ha monopolizado el género. Está disponible en Uruguay.
En 2020, Netflix hizo una asociación con Ghibli, los estudios de Miyazaki. Hay una docena de sus producciones disponibles en el servicio incluyendo las fundamentales de su fundador.
Netflix, además, ha empezado a producir sus propios animés, por ejemplo, la serie Devilman Crybaby de la prestigiosa productora Siencie Saru.
Disney+, por su parte, está produciendo una adaptación de Phoenix, el proyecto más ambicioso de Tezuka Osamu, el fallecido creador, entre otros, de Astroboy.
Hollywood, además, ha venido recurriendo, sin prisa pero sin pausa, al animé como fuente de inspiración. Los ejemplos más ilustres (aunque de tímida taquilla) son Meteoro de las hermanas Wachowsky; Ghost in the Shell con Scarlett Johansson, y Alitta: Battle Angel producida por James Cameron.
En este perfil alto que ha tomado el género, Suzume ha sido recibida como otra de sus obras mayores.
Es la última película de Makoto Shinkai, un gran maestro del género de quien en Uruguay se estrenaron, a través de Cinemateca Uruguaya, Cinco centímetros por segundo y El lugar prometido en nuestra juventud, que son de 2007 y 2004, respectivamente.
Your Name, que es de 2016, está para ver en HBO Max y NSNow de Nuevo Siglo, y es uno de sus grandes trabajos.
Pero es Suzume la película que está consolidando su nombre más allá de su público objetivo.
La prestigiosa revista británica Sight and Sound (de donde se toman muchos de los datos de esta nota), por ejemplo, la puso en tapa en su último número dedicándole además toda una sección a explicar el fenómeno del animé. La nota central se titula “Los locos locos mundos de Shinkai Makoto”, y basta ver Suzume para entender a qué se refiere.
El resumen oficial (“una joven de 17 años llamada Suzume ayuda a un misterioso joven a cerrar las puertas de otro mundo que está provocando desastres en todo Japón”) de su trama es insuficiente para definir su película.
Como parte del protocolo del género combina viejas leyendas, realismo, fantasía y temas bien terrenales. Se refiere al terremoto y tsunami de 2011 y al accidente de Fukushima, que mataron a 20.000 personas. Esa clase de preocupaciones son centrales en la obra de Makoto.
La historia se traslada a través de Japón e incluye un gato que encierra un Dios, y una nube de humo rojo con forma de gusano que destroza todo a su paso. La misión es complicada y está contada de una manera visualmente arrebatadora que los seguidores del animé van a reconocer, y que públicos recién llegados deberían darse la oportunidad de descubrir.