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PERFIL

A los 84 años, Claudia Cardinale es una sensación en Roma y en Nueva York: conozca la razón

La actriz italiana tiene una retrospectiva de sus películas en el MoMA y acaba de reestrenarse en Italia, uno de sus éxitos de la década de 1960

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Claudia Cardinale
Claudia Cardinale<br/>

En una tarde reciente en Roma, Claudia Cardinale recuerda a los muchos galanes con los que trabajó durante una carrera cinematográfica de más de seis décadas y dejó escapar una carcajada. “Querían hacer el amor conmigo”, dice, “pero siempre me negué”.

A lo largo de los años, la belleza de rostro fresco -a quien David Niven, su coprotagonista en una de las primeras películas de La Pantera rosa, una vez describió como el mejor invento de Italia además de los espaguetis- dio la espalda a más de un famoso Casanova de la pantalla, Cardinale “Lo intentaron”, agrega. “Rechacé a los seductores”.

Cardinale, de 84 años, estuvo en Roma el mes pasado para la presentación en Italia de una versión recientemente restaurada de la película de Luigi Comencini de 1963 La ragazza di Bube, sobre una chica de un pueblo pequeño que defiende a su hombre, incluso después que va a la cárcel.

La ragazza di Bube, que le valió a Cardinale su primer premio prestigioso, el Nastro d'Argento de Italia a la mejor actriz, se exhibió en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la primera de una retrospectiva de 23 películas en honor a la actriz italiana nacida en Túnez que estará ahí hasta el 21 de febrero. Es una de las pocas veces que el museo presenta un homenaje a un actor vivo en sus más de 90 años de historia.

“Hermosas actrices van y vienen”, dijo Joshua Siegel, curador del MoMA. “Pero no perduran por 60 o 65 años”.

Cardinale avisó que no estaría en Nueva York para la retrospectiva; ya no viaja como antes. Se cansa, usa un bastón para moverse, y prefiere mantenerse fuera del centro de atención.

Estuvo en el ojo público durante suficiente tiempo, protagonizando más de 100 películas desde 1956. Para muchos cinéfilos, es mejor recordada por sus papeles en clásicos del cine italiano: como la joven esposa Ginetta en Rocco y sus hermanos de Luchino Visconti; como Angélica, una plebeya cuya vitalidad y belleza seduce a la aristocracia siciliana en El gatopardo de Visconti; como la enigmática Claudia en 8 1/2 de Federico Fellini; o como la sobreprotegida muchacha que enamora a Renato Salvatori en Los desconocidos de siempre de Mario Monicelli.

También tiene derecho a jactarse por su papel estelar en Fitzcarraldo de Werner Herzog, una película legendariamente difícil filmada en la selva peruana.

Cardinale ha dicho que Fitzcarraldo fue la aventura de su vida, pero ahora, dice que no tenía favoritos en particular. “Dios mío, he hecho muchos, no sé cuál prefiero”, dijo, y volvió a reír. “Tal vez ‘Érase una vez en el oeste’”, dijo, “y luego tantos otros”.

El tributo al MoMA, organizado con Cinecittà, incluye algunas de las actuaciones más conocidas de Cardinale. Pero para la ocasión, Cinecittà también restauró tres obras menos conocidas por el público estadounidense: La ragazza di Bube, pero también La audiencia de Marco Ferreri de 1972, sobre la obsesión de un hombre por reunirse con el Papa, y Atto di Dolore, sobre viuda con hijo drogadicto.

Aunque el nombre de Cardinale siempre estará asociado con los clásicos del cine italiano, hablaba poco italiano cuando llegó en 1957.

Había nacido en Túnez en 1938, en una familia de inmigrantes sicilianos que se habían establecido allí décadas antes. “Todavía me siento un poco tunecina”, dijo Cardinale a la agencia de noticias ANSA en mayo en una ceremonia para nombrar una calle en su honor en la ciudad portuaria de La Goulette, cerca de Túnez.

En 1957, ganó el concurso de la italiana más bella de Túnez, que llegó con lo que resultó ser su boleto al estrellato: un viaje al Festival de Cine de Venecia.

Allí, llamó la atención de Franco Cristaldi, uno de los productores más importantes de Italia, quien, a la manera de Pigmalión, transformó a la joven ingenua en una estrella de cine. También se convirtió en su compañero de vida, adoptando a su hijo, Patrick Cristaldi. Lo hicieron pasar por su hermano para no romper su “sensación y brillo virginal” o escandalizar a la sociedad, dijo la hija de Cardinale, Claudia Squitieri.

El estrellato tenía un precio. Cristaldi exigió trabajo duro y disciplina, y en 1962 redactó un contrato que supervisó todos los aspectos de la vida de la actriz, profesional y privada. Aceptó, aunque a regañadientes: su familia dependía de ella y tenía un hijo que criar.

Esa vida terminó cuando conoció al director Pasquale Squitieri en 1973 en el set de Los guapos, y los dos se enamoraron perdidamente. Sus carreras se vieron afectadas: Cristaldi era un productor poderoso en Italia a quien la gente de la industria temía cruzar.

Cardinale haría nueve películas con Squitieri, incluso después de se mudara a París y él permaneciera en Roma. Nunca se casaron, finalmente se separaron, pero permanecieron unidos.

Dueña de una belleza que representan una inocente sensualidad en la década de 1960, Cardinale es una de las grandes estrellas del cine mundial. Y que por lo visto no pierde su vigencia.

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