Aquellos aires revolucionarios y estos tiempos postmodernos

| La película de Hans Weingartner se inscribe en el contexto de un renacimiento del cine de su país

La letra ‘k’ que reemplaza a la ‘c’ en el título castellano es deliberada, y en todo caso es la primera de la serie de distorsiones que, con fines críticos y satíricos, propone Los edukadores, película alemana dirigida por Hans Weingartner que se estrena mañana en varias salas.

"Cada corazón es una célula revolucionaria", anuncia una pintada con aerosol rojo en la mansión del "cerdo burgués" que durante la ausencia de su dueño ha sido invadida por el grupo anarquista protagónico, exactamente dos jóvenes y una chica llevan a cabo de inmediato contraculturales brindis con champagne y proletarias zambullidas en la pileta. Sin embargo, lo que arranca como una burla no demasiado encubierta a ingenuidades rebeldes mas bien "sesentosas" se convierte de a poco en algo más complejo. La sombra del legendario ’68 revertirá sobre los personajes de manera por lo menos paradójica.

En realidad, los personajes resultan bastante inofensivos. Sus incursiones nocturnas en las casas de los ricos se limitan a generar un poco de desorden, sin siquiera robar nada. Según explica uno de los personajes se trata de asustarlos "para que cuando van al banco los tipos se sientan frágiles, expuestos, vigilados." Pero uno de sus operativos se complica y terminan secuestrando a un hombre, antiguo militante sesentista que el tiempo ha convertido, previsiblemente, en el burgués arquetípico. Los tres secuestradores, que empuñaran para su delito una pistola de juguete, terminan refugiándose con su víctima en una casa en las montañas, preguntándose cómo salir de la encerrona en la que ellos mismos se han metido.

Se ha señalado que ese punto de partida le sirve al director y libretista austríaco Weingartner (también neurólogo y neurocirujano, y cuya ópera prima Ranco ha recibido varios elogios) para un examen crítico de la mentalidad de los sesenta, al tiempo que para una reivindicación del idealismo y la necesidad de enfrentar injusticias y disfunciones sociales más cercanas. Por un lado confronta el viejo espíritu rebelde con las constrictivas realidades de hoy. Por otro entreteje entre sus tres personajes principales un triángulo afectivo que remite sin mucho disimulo a Jules et Jim de Truffaut, espejo de otras posturas rebeldes.

Presentada en Cannes 2004 tras una década ausencia del cine alemán en la competencia de ese certamen, Los edukadores ha sido saludada como uno de los ejemplos más significativos de una producción alemana reciente empeñada en lidiar con algunos aspectos resbalosos de la historia del país durante el siglo XX, desde el nazismo (La caída, Sophie Scholl) al comunismo (Good Bye Lenin) o el tema de la inmigración (Contra la pared). Esta vez, el ajuste de cuentas (no solamente alemán sino más genéricamente europeo) son las extinguidas utopías revolucionarias, que encara con lo que un crítico argentino Horacio Bernades ha descrito como "dosis francamente inusuales de humor, honestidad y lucidez".

Bernades señala también que "junto con sus héroes muta el film en su conjunto, pasando del consignismo aparentemente irresponsable del comienzo al lucidísimo replanteo de cuestiones como los márgenes entre capitalismo y rebelión, entre acción individual y repercusión social, entre voluntarismo ideológico y madurez política". Para Bernades, "lograr todo esto en el marco de una película que jamás deja de ser fresca, sorprendente y enormemente viva —hasta la mismísima imagen sorpresa que resignifica el final— marca un éxito nada menor para Herr Weingartner y los suyos". El protagonista en Daniel Brühl, el de Good Bye Lenin, la joven estrella más llamativa del nuevo cine alemán.

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