BUENOS AIRES | IGNACIO QUARTINO
Desde hace tres años, el fin de semana previo a la Navidad es época de Salmón en Buenos Aires. Esta vez fue una fiesta, como siempre, ante 60 mil fanáticos que se juntaron en el Club Ciudad para ver en vivo a Andrés Calamaro.
Antes que su ciclo de show pre-navideños se convirtieran en un clásico, el cantante puso en duda la continuidad su carrera artística como producto de una delicada situación anímica. Gustavo Cordera y Bersuit Vergarabat fueron clave para generar su vuelta a la música. Dos años después, el artista presentó su disco, La Lengua Popular, en el que mechó canciones nuevas con su inagotable repertorio de clásicos que dejan al público con ganas de escuchar una más antes que "El Salmón" desaparezca del escenario hasta la nueva zafra.
A diferencia de las ediciones anteriores, Calamaro explotó este fin de semana su faceta rockera, bien secundado en buena parte de los temas por los españoles Fito y Fitipaldis que, minutos antes, habían oficiado de teloneros como ocurrió en toda su gira española.
Vestido con campera de cuero, con guitarra eléctrica y su legendaria cabellera negra y enrulada, que se empeña en disimular el paso de los años, Calamaro largó una versión cruda de El Salmón, cuya letra vino acompañada por un sutil homenaje a Víctor Sueiro, fallecido el jueves pasado. "Quiero contar lo que sólo yo sé, ¡uh! perdón Víctor Sueiro también", decía mientras el público acompañaba con un pogo un tanto nostálgico.
La historia de este concierto recién comenzaba. Faltaba presentar formalmente algún tema de La lengua popular, que llegó en la segunda canción del show titulada Los chicos. Así, lo nuevo y lo viejo empezó a confundirse en un toque que, por momentos sonó desprolijo, producto de la bohemia del cantante, que mostró cierta dificultad para acordarse de letras como la de Estadio Azteca, pero esa falla estuvo muy bien compensada por los coros made in Bersuit Vergarabat, de Daniel Suárez y el Cóndor Scarbatti.
La noche, que pareció estar en pañales del primer al último tema, omitió ese tipo de imperfecciones porque a cada clásico se le agregó una variante y a los temas nuevos distintas sorpresas. Cachorro López, devenido en mega productor gracias al Color esperanza de Diego Torres, hizo un pequeño flashback para tocar la guitarra en Soy tuyo (tema que Calamaro dedicó a su esposa, Julieta Cardinalli) como en sus mejores épocas de Los abuelos de la nada.
Además, el primer simple del disco, Cinco minutos más (Minibar), sonó como la cumbia villera más elegante de todas, con órganos que hacían mover cuerpos de 30 mil seres divididos en varias generaciones entre las que se imponía la belleza de las mujeres. Algo similar pasó en Tuyo siempre, el tema que marcó el regreso de Calamaro en 2005.
Tampoco faltó el mate uruguayo "bien amargo para endulzar la voz" (según sus propias palabras), ni los clásicos, aquellos que no necesitan presentación por parte del cantante y que son reconocidos por los fanáticos, con tan sólo escuchar un par de acordes. En ese rubro, se ubicaron en los primero puestos Flaca, Paloma y una atractiva versión de Loco, en la que se marcó la estampa rockera que quiso imprimirle El Salmón a este recital.
De hecho, para el final del show el cantante tenía preparada una "resurrección de su rock" con dos temas de Alta suciedad que, a diez años de editado, suena igual de contemporáneo que el último show de Soda Stereo. Aprovechando esa situación, sonaron festejadísimas versiones de Me arde y de la canción que lleva el nombre del disco. Pasadas dos horas del show, quedaba la sensación que había mucho por escuchar. Había hambre de más Salmón. Quienes fueron el sábado, todavía podían saciar sus ganas con la performance del domingo, siempre y cuando encontrara entradas. La gran mayoría, se fue esperanzada con que en 2008 se repita el ritual que regala el cantante antes de cada Navidad. El público esperará su regreso con nuevo disco o no. Sólo depende de él.
Calamaro: paz y amor para Charly
El fin de semana pasado, a diferencia de lo que le ocurrió presentando El palacio de las flores, alcanzó un equilibrio en el que Andrés pudo disfrutar del show. En parte, esto se debió al respaldo que sintió con las voces de Fito Cabrales (de Fito y Fitipaldis) y los coros de Daniel Suárez y Daniel Scarbatti, que habían sido dos pilares en El Regreso de 2005. Así, todo se hizo más fácil para El Salmón que, como en ese año, convocó a un integrante de Los Gatos como Ciro Fogliatta. El tecladista acompañó con su música en Madisson blues, y Club 69. Esta vez, todo transcurrió en su justa medida y con un tono más que conciliador. Por eso, no extrañó que el cantante dijera "no sean malos", cuando el público decía que este show era "para Charly (García) que lo mira por TV". Paz y amor para Andrés.
Una vuelta difícil e íntima
En 2006 Calamaro presentó en el Club Ciudad de Buenos Aires algunos temas de "El Palacio de las Flores", disco que grabó junto a Lito Nebbia y que pasó por las disquerías con más pena que gloria. Pero la verdadera excusa de ese encuentro con el público fue celebrar el regreso de Los Rodríguez con su amigo, Ariel Rot. En esa ocasión, Calamaro sintió el desgaste de enfrentarse ante 20 mil personas que demandaban más de dos horas y media de los clásicos que marcaron a una generación de rock hispanoparlante durante la década del `90. Fue demasiado para él. No era para menos, venía de un período cercano en el que casi no tocaba en público y con este disco, que era el primero de rock que grababa en estudios en dos años, apuntaba a mostrar "lo más íntimo de su pensamiento".