"Aceptar el envejecimiento es duro"

| La actriz, protagonista de "Elsa & Fred", presentó la película dirigida por Marcos Carnevale que se estrena el viernes 30, y habló sobre el rodaje en Europa y todo lo que su personaje le significó

HUMOR. Con sus 83 años a cuesta y algún problema de salud, China no pierde su optimismo y sus ganas de hacer reír 200x140
HUMOR. Con sus 83 años a cuesta y algún problema de salud, China no pierde su optimismo y sus ganas de hacer reír

CARLOS REYES

Alfredo es un hombre mayor que al quedar viudo se siente más desconcertado que apenado. Su hija, que lo domina, lo convence y él se va a vivir a un departamento pequeño. Ahí conoce a su vecina, una anciana mayor que él. Y juntos vivirán una historia de amor que, como tantas, se basa en la atracción de los opuestos: el carácter arrebatado de ella y el temperamento ordenado de él. Y la historia llega a su punto culminante cuando él se decide a cumplirle a ella su mayor sueño: bañarse en las frías aguas de la Fontana de Trevi, al modo de Anita Ekberg en La dolce vita.

Sobre esta trama se arma Elsa & Fred, una película tierna y con toques de humor, que convierte un argumento simple en una experiencia emocional intensa. Eso logra el director Marcos Carnevale gracias a un elenco convincente, encabezado por China Zorrilla y Manuel Alexandre, acompañados por Roberto Carnaghi y Federico Luppi, entre otros. El film, que se empezó en 2003, fue estrenado en Argentina el 28 de julio, convocando desde entonces cerca de 400 mil espectadores. En Uruguay se podrá ver a partir del viernes 30.

La actriz uruguaya, pese a haber sufrido una lesión de una vértebra dorsal, se hizo de paciencia para conversar con la prensa.

—¿Se identifica un poco con Elsa?

—Mirá, es raro. Yo no me siento muy igual, pero el director y autor del libro escribió esta historia concretamente pensando en mí, para que yo la hiciera, lo cual me halaga mucho. Yo puedo tener algunas de sus características. La edad, las dos tenemos 83 años. Yo soy muy optimista y ella también. Nos parecemos en las ganas de vivir. Esa es de las cosas más lindas del personaje: uno se pregunta muy intrigado ¿qué pasa con esta mujer?, ¿qué carta está escondiendo en el mazo? Porque aquí hay algo más que uno no ve. Yo no soy de esconder cartas en el mazo, pero me parezco a ella.

—¿Se identifica también con la audacia de su personaje, con esa necesidad de quebrar siempre las normas?

—Soy todo lo contrario. Esas son cosas que me escandalizan un poco, como la mentira sistemática: mentir con entusiasmo y sostener una mentira que no tiene por dónde agarrarse. Pero la credulidad de este santo, que está enamorado de ella, lo justifica. Además, las mentiras de ella, y los atropellamientos, están desprovistos de maldad, y eso hace que el personaje sea querible: una mujer que merece enamorarse, y que se enamoren de ella.

—¿Usted cree verdaderamente en el enamoramiento a los ochenta, o piensa que es una situación que sólo rinde a la hora de elaborar un buen guión?

—Uno se puede enamorar de cualquiera a cualquier edad. Un hombre se puede enamorar de una mujer horrorosa y romper una pareja divina. Nunca se sabe dónde está Cupido, siempre escondido. Pero más allá de Cupido, y ese símbolo que es su famosa flecha, que nunca se sabe a quién le va a dar, la película plantea que nada está establecido y que siempre puede haber sorpresas. Eso de que me voy a ennoviar a los 18 y me voy a casar a los 24 es siempre relativo. Y acá, a esta mujer la toma por sorpresa enamorarse.

—¿No le tuvo miedo a esos primerísimos primeros planos?

—No, yo me hice una cirugía en los párpados, hace como 28 años, porque los tenía muy caídos, y a veces he pensado en hacerme algo. Yo defiendo mucho la cirugía estética. ¿Por qué vamos a armar un escándalo por eso? Cuando se plantea el problema yo digo: ‘Señora, si usted tuviera una hija envidiosa, y si hubiera un médico que le pudiera sacar la envidia, usted se la sacaría. Y bueno, por qué no le va a sacar entonces esa berruga que tiene en la cara’. Yo no estoy en contra, claro que tiene un límite. Más por estética que por vejez. Yo me tiño el pelo desde los 20 años, porque tengo el pelo blanco desde muy joven, y comprendo a las mujeres que se tiñen el pelo porque les quita años. Es complicado: aceptar el envejecimiento es duro, pero si lo aceptás, bueno, por lo menos que estés más mona, y ayudar un poquito.

—Su personaje dice que no le teme a la muerte. ¿Concuerda con él?

—No, yo no diría eso. Yo le temo a la muerte, no creo que nadie haya que no le tema a la muerte. Qué te puedo decir: es lo desconocido, es el misterio total. Entonces, temerle a la muerte es para mí un síntoma de sensatez. No hay que tenerle miedo a todo, pero sí a la muerte.

—¿Le pasó alguna vez que se le confundieran en un papel la ficción y la realidad?

—Yo filmé Nunca estuve en Viena, y esa película me vuelve mucho a la cabeza. Porque no solamente es una película que habla de una mujer vieja, sino que esa mujer vieja se muere, y eso me impresionó filmarlo. Estar en la cama, rodeada de todos, y yo decía, ‘esto que voy a filmar no está a lo mejor tan lejos de mí’. Fue la única película en que usé la primera persona del tiempo presente para la primera persona de ficción.

No abandonar un sueño equivale a conquistarlo

"Tenía más o menos catorce años —afirma el director Marcos Carnevale— cuando vi por primera vez La dolce vita. La vi en el cine de mi pequeño pueblo de la provincia de Córdoba Inriville (INRI, como la inscripción de la cruz, y ville como villa en francés). Yo, como el Totó de Cinema Paradiso, vivía en la cabina de proyección soñando que algún día iba a rodar una película, o al menos, una escena como la de Anita y Marcello en la Fontana de Trevi".

Así recuerda Carnevale (Ronda de noche, Mejillones) sus primeros contactos con el cine de Fellini. Años después, en 1989, el director argentino aprovechó un viaje a Europa para intentar ubicar al director en su domicilio en Roma. Imposible, pero a partir de esa visita frustrada nació entre el célebre director italiano y Carnevale una relación epistolar que estimuló al director de Elsa & Fred. Pasaron casi 30 años desde la primera vez que el director vio La dolce vita hasta que pudo concretar su sueño: "Pude comprobar aquello de que si uno desea con suficiente fuerza que un sueño se cumpla, en algún momento se hace realidad".

Pero si Carnevale no pudo nunca conocer personalmente a Fellini, China Zorrilla sí. Fue en el estreno de La dolce vita, como recuerda la actriz sin ocultar su orgullo: "Se estrenó en Cannes en 1960, y yo estaba en la platea porque tenía un carné de periodista de "El País", y conseguí que me acreditaran. Me acuerdo que yo tenía una cámara y empecé a seguir a Fellini en todas las reuniones que me invitaban, hasta que en un momento él estaba hablando con una persona y escuchó el ruidito de mi cámara y me hizo un gesto y me dijo: ‘Terminá con eso’, porque ya lo tenía harto. Me acuerdo especialmente del éxito brutal de la película, pero por sobre todo recuerdo lo escandalizada que estaba la gente. ‘¡Qué barbaridad, a donde ha llegado el cine!’ Y hoy en día, uno la vuelve a ver y es como ver Jacinta Pichimahuida, o Papá corazón, o la primera película de Andrea del Boca".

Enamorarse de Roma y de Manuel

Propuesta. "Elsa & Fred fue una aventura inesperada. Cuando Carnevale me propuso trabajar en una película que es una gran historia de amor, yo le dije ‘Bueno, de quién voy a ser la abuela’. Y me dice, ‘no, no vas a ser la abuela de nadie, vas a ser la vieja que se enamora’. Y yo le contesté, ‘bueno tú sos el director, tú la escribiste, tú sabrás’. Y como si fuera poco, después me dice que iba a ser filmada en Madrid, con una semana en Roma, todo con una generosidad de producción como nunca he visto. Y como me lo dijo él, todo fue una fiesta".

Manuel. "Yo no lo conocía. Al principio iba a ser otro actor, uno más conocido, pero no sé si huyó o qué, y después, cuando apareció Manuel Alexandre, Charo López me dijo, ‘te han encontrado un actor de una finura enorme, que cuando actúa es como si estuviera tocando el violín, por lo afinado que es’. Es un papel de menos lucimiento que el mío, que es un personaje más lanzado, pero nos llevamos perfecto, tomando todo con buen humor".

Biografia. "Lo único que me da pena de esta película, y me da preocupación, es que cuando alguien escriba mi biografía diga: ‘Después de hacer muchos papeles en el cine consiguió hacer el gran protagónico, justo antes de morir’. Como que lo veo escrito: ‘Tuvo tanta suerte que su papel más importante le llegó justo antes de morir’."

Roma. "Cuando llegamos a Roma yo les dije a las dos sobrinas que viajaban conmigo: en algún lugar de esta ciudad hay un monumento de papá. Mirá que vago el dato. Y cuando filmamos en Villa Borghese, ellas me comentan que habían dado con ese monumento a Artigas, donde nos sacamos una foto. Y nosotros estábamos filmando a seis cuadras de ahí. Y se nos dieron todo el tiempo esas cosas raras".

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