Vinagre y rosas no es de los mejores discos de Joaquín Sabina, aunque tiene algunos guiños a sus mejores discos, canciones y también a sus peores estados de ánimo. Al español, un poeta de masas, se le exige mucho. Entre otras cosas, que esté a la altura de sí mismo: de sus versos, de su leyenda, de su ingenio de atorrante simpático y su lucidez de artista convincente. Para escribir este disco -ha contado Sabina- su falta de infelicidad y moderado ritmo de vida le jugó en contra por lo cual decidió que el corazón de su colega Benjamín Prado, recientemente roto, estaba en mejores condiciones que el suyo para escribir las canciones ineludibles que un disco de Sabina debe tener: esas, las de corazones rotos. El resultado es sorprendentemente sabinesco, o sea, esas emociones ajenas fueron traducidas al lenguaje Sabina. Esto hace que pierdan cierta calidez y el resultado es, en varios de los temas, como llover sobre mojado, y recuerda a otro experimento a cuatro manos que dejó una estela más notoria por la escandalosa pelea Páez-Sabina que por sus aciertos artísticos. También se nota la falta de energía musical, que puede atribuirse a cierto despojamiento musical, y se evidencia sobre el final del disco, en el sencillo y agradable Blues del alambique, que termina con una autocita: Calle melancolía. De todos modos, no es, de ninguna manera, un disco que defraudará a sus seguidores. A la mayoría al menos. A quienes no les fastidie una canción que usa como estribillos: a, e i, o, u y do, re, mi fa, sol, la, si. Y, claro, tiene versos buenos. Tantos como rimas pulidas a fuerza de oficio y alguna llamarada de ingenio poético genuino que contrasta con aquellos recursos que son más que nada soluciones técnicas. Es difícil que salgan de este disco canciones que se incorporen a las listas obligadas de los conciertos. No parece estar en esa categoría el tema de promoción, Tiramisú de Limón, ni Viudita de Clicquot, elegida para el video clip, y tampoco la circunstancial Cristales de Bohemia. Tal vez sí el rocanrolito bailable Parte Meteorológico (a pesar de su estribillo) o la amarga Agua pasada, que tiene una de las letras más logradas del disco. Y seguramente a Sabina le agrade cantar Crisis y dejar tocar a su banda.