Por: Ximena Aleman
Comenzó en prensa en los `80. Hizo radio y Muy buenos días, Caleidoscopio, Debate abierto y otros programas en la TV y volvió a escribir. De los `80 conserva la postura: "sentirse a la intemperie, ni de un lado ni de otro". Por eso le causa gracia que lo tilden de fascista los comentarios de los lectores en Montevideo.com y que lo tilden de progre los comentarios de El País digital. Gerardo Sotelo piensa que lo que lo mantiene en los medios es su autenticidad.
-¿Cómo llegaste a Muy buenos días?
-Fue por accidente. Yo hacía radio y prensa, me había ido de Radio Nacional y tenía un contacto con El Espectador a través de Claudio Invernizzi quien me recomendó a Hugo Brugnini, que después fue el productor de Muy Buenos Días. Brugnini quería hacer la tarde de El Espectador. Allí me sugirió a Gustavo Escanlar, a quien yo ya conocía, para que hiciéramos el programa juntos. Me acuerdo que estuvimos una semana entera en un apartamento en Carlos Roxlo armando el programa. Al lunes siguiente se lo presenté a Brugnini que estaba como raro hasta que levantó el teléfono y dijo: "Luis, creo que tengo a la persona que buscábamos". Colgó y me dijo: "¿Vos nunca pensaste en hacer televisión? Andá a tal dirección que quiero hacer un casting contigo". Había llamado a Luis Ocampo, quien después sería el productor ejecutivo de Muy Buenos Días. Hice el casting y arrancamos. Fue un programa pionero. Han cambiado mucho los magazines de la mañana. Aquello fue muy audaz para Canal 4: poner un programa en vivo de tres horas, a las siete de la mañana, que es un horario totalmente muerto en Uruguay. Fue una muy buena idea porque tuvimos en los primeros meses mucha respuesta y de alguna forma habilitó horarios marginales para televisión nacional. Después apareció María Inés Obaldía al mediodía con Caleidoscopio y justamente yo terminé trabajando con ella. Pero fue una muy buena experiencia profesional. Eso fue hace 18 años. Yo en ese momento ya tenía como 12 años de periodismo. Empecé en 1981 publicando en una revista que se llamaba Noticias que fue la antecesora de Últimas Noticias y después en los semanarios Opción y Aquí, ya como parte de la generación de los semanarios de oposición política en los años de la transición a la democracia. Después en la radio hacía información política. Fueron años muy duros, pero cada generación tiene que vivir la época que le toca, no hay mucho mérito en una o en otra, porque en realidad fue lo que te tocó. Cada uno tiene que resolver los problemas que le plantea la vida en su época. Pero fue una experiencia difícil porque era todo en contra: clausuraban los diarios, cerraban las radios, daban de baja los programas, no había un avisador, hubo persecuciones, muchos colegas presos.
-¿Cuántos años tenías en el `81?
-No había nacido. (Risas) En realidad yo empecé de niño. (Risas). Tenía 23 años. Pero esto fue más sobre el `82, `83, `84. Había un nivel de incertidumbre terrible, mi hijo mayor recién había nacido, pero yo obviamente hacía otras cosas para revolverme paralelamente a la radio. Eso lo hice hasta que empecé en televisión. Cuando empecé en TV me dediqué a la TV, estuve como diez años sin hacer otra cosa. En 2001 fui liberado y el canal me dejó hacer radio en Sarandí. Al mismo tiempo empecé a escribir de vuelta, me contrataron primero de Montevideo.com y luego de El País. Seguí haciendo radio y haciendo televisión.
-¿Cuál fue tu experiencia más gratificante en los medios?
-Todas lo son de alguna manera. Yo destaco básicamente dos: una es Debate abierto. Fue muy llamativo, tuvo mucho éxito en su momento y causó mucho revuelo, cosa que no sé si está bien o mal. Había cosas que recién se escuchaban en televisión, en un formato que en su momento era bastante llamativo y si bien no gozaba de mucha reputación en los ambientes más sofisticados, era un show televisivo. Era absolutamente veraz en sus contenidos y con temas que se trataban con seriedad y respetando la veracidad de los testimonios. Caleidoscopio fue un programa que me dio mucho fogueo, porque al hacer televisión en vivo durante dos horas todos los días, no sé si terminás aprendiendo o te cansás de hacer las cosas mal (risas). Trabajar con la gente en piso, más con el ambiente que hay en Canal 10, es muy gratificante y aprendés mucho. Tenía que hacer entrevistas muy distintas en el mismo programa. Lo que me está resultando muy gratificante y muy exigente es El lado oculto (TCC). A mí siempre me pareció que la entrevista es la técnica más sofisticada del periodismo, porque más allá que vos la prepares o conozcas algunos trucos, siempre depende del vínculo dialógico entre dos personas que se caen mal o se caen bien por razones misteriosas. Tiene un perfil orientado a la cultura fuera de las tensiones o las distancias que te impone una entrevista sobre actualidad política. Está más ubicado en la línea de la entrevista de personalidad, al personaje, a cosas personales o afectivas. Siento que es el programa que tengo que hacer hoy, yo que sigo siendo desconfiado de la cámara, me siento más suelto, ya no dramatizo tanto el fenómeno televisivo, me lo tomo con más naturalidad. Yo hice televisión en épocas muy duras en el 2002 La próxima puerta era el único periodístico de la televisión de los canales de aire en plena crisis económica. Cada entrevista era una tensión impresionante, cada pregunta era una cosa que estaba al filo del precipicio. Lo hicimos, pero todo el mundo estaba atrás de la trinchera, yo también. En cambio esta es una entrevista donde naturalmente el entrevistado puede contestar o no un pregunta. Como yo ya llevo muchos años de terapia, que no sé si me han hecho mejor como persona pero me han hecho mejor entrevistador, pregunto más delicadamente. Porque es un tipo de entrevista muy sutil. Y entonces es fantástico, porque en vez de hacer teoría hago preguntas desde un lado más humano y exploto más una faceta humorística, llamémosle. Lo que me sale, no me pierdo un momento hilarante. Creo que no hay comunicación más explosiva que la risa, que la comunión de dos personas que se ríen de lo mismo. A veces pienso más en el modelo de Jorge Guinzburg, un humorista, un tipo brillante, sumamente informado y cultivado. Él centraba la entrevista en el humor pero podía preguntar desde donde quisiera. Al hijo de Pablo Escobar no se me ocurría mucho chiste para hacerle. Pero es una entrevista larga, casi 50 minutos en cuatro bloques. Siento que lo disfruto al tiempo que me gratifica. En radio yo hacía el informativo al mediodía y el magazine que venía después y se me ocurrió poner un segmento que se llamaba "¿Qué estas cocinando?" A la gente le encantaba. Llamaba y contaba las cosas más banales. El asunto era quebrar la distancia. Son esas cosas mínimas que generan nexo con la gente, si las hacés genuinamente.
-¿Qué pensás que te ha dado permanencia en todos estos años?
-Hay algunas preguntas que ya no me hago: de dónde venimos, a dónde vamos, llevo muchos años preguntándome qué es Dios. Esta es una de ellas. Yo tengo una pista que me dio un hombre que me encontré en una fiesta. Me dijo: "¿Sabe porqué lo miro a usted? Porque usted hace televisión sin maquillaje". Me pareció un comentario de lo más profundo y de lo más considerado hacia mí. No me miraba porque fuera brillante o le pareciera un ser excepcional, me miraba porque soy auténtico. Yo conozco mucha gente auténtica que no podría ser periodista, eso no alcanza, pero no se compra en la feria, no lo aprendés en la Universidad ni en los libros. Yo siento que soy auténtico, eso puede ser un factor. La belleza física también (risas).