Trago amargo

| Tiene 45 años. Fue creativo publicitario y se especializó en la dirección de comerciales. Luego de vivir 6 años en México dice que regresó "decidido a hacer historias."

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Gabriel Drak le quedan varias entrevistas por delante y lo que más le preocupa son las fotos. Está en el hall de los cines Life Cinemas. Mientras sigue las indicaciones de la fotógrafa cuenta que es muy tímido, que no soporta estar frente a una cámara aunque su esposa es fotógrafa, que dirigir a actores no le ayudó a cambiar esta incapacidad. Se acerca un joven, comenta que qué bueno que los calificadores hayan decidido recomendar a La culpa del cordero para mayores de 15 y no de 18 años. Está seguro de que "a esta película le va a ir bien". Se llama David y es el proyeccionista.

En 2001, cuando se estrenó la primera película de Drak en Uruguay, él estaba viviendo en México.

Durante once años trabajó como publicista, primero como creativo y luego dirigiendo comerciales. En el año 2000 llevó su carrera al D.F. donde se instaló por 6 años. Entonces decidió dejar México y dejar la publicidad, "voluntariamente. Uno tiene ciclos y en la publicidad hay un momento en que los creativos quieren trabajar con sus amigos y no con tipos grandes. Era mi momento de dejar de hacerlo y de dedicarme a los largos y a desarrollar algunos programas televisivos".

La publicidad pagó su debut en el cine. En 1996 rodó Los desconocidos, un policial negro protagonizado por Mario Ferreira, Sergio Pereira y Carolina Presno y en el que participó Rubén Rada. La historia que presentaba la película proponía a un director de cine en bancarrota que para financiar su próxima película hace un trato con un mafioso. El proyecto fue un mediometraje de 60 minutos pensado para ser emitido en televisión, pero ningún canal se interesó. Sí lo hicieron distribuidores de cine y llegó a dos salas comerciales.

Los cinco años de atraso se deben a otra historia: se filmó en 16 mm y los negativos estaban en mal estado, "hubo una batalla no legal con los fabricantes. No había una solución legal, era hacerlo a pulmón y a convencimiento. Eso nos imposibilitó trabajar en los tiempos debidos", explica.

Sin esperas. En 2007 Drak volvió a Uruguay pero no se acercó al medio publicitario. Tenía un proyecto cinematográfico entre manos, Kosher -"era sobre la historia de un rabino"-, que sería una co-producción junto a Mario Viera de Argentina y una importante productora de cine española que cerró en 2009, una de las primeras víctimas de la crisis económica mundial.

"La culpa del cordero aparece cuando se pincha ese proyecto. Decidimos con Mario poner ese guión en un cajón y buscar otra película. Un día me dice que lo acompañe a José Ignacio, iba a visitar a una amiga que vive en una chacra. Vamos, y en el camino de vuelta le empecé a relatar una historia que me iba surgiendo en el momento. En 2009 ya teníamos el guión y filmamos ese mismo año."

Tenían dos caminos, el de "la clínica del guión" como le llama, que sugiere recorrer fondos de financiamiento, "y demorar años, o hacerla."

Drak y Viera se encargaron de producir la película y recibieron ayuda económica del fondo Montevideo Socio Audiovisual. Si bien figura el patrocinio de los Fondos de Incentivo Cultural, explica: "es algo con muy buenas intenciones pero con muy malas realidades." Sucede que se realiza un ranking con los proyectos calificables, y en ese listado La culpa del cordero ocupaba en número 71 (de un total de 75). Además financiar a un proyecto específico es menos atractivo económicamente que aportar a un área o al fondo común. En conclusión, la película no recibió dinero.

En el papel. "Primero necesito sacar la historia de mi cabeza". Para este guionista-director el proceso comienza con tener decidido el comienzo y el final de la película. "Eso para mí es el 60% de la película. Lo que voy haciendo es rellenar lo del medio: se me van ocurriendo ideas y las anoto, con pocas frases. Cuando tengo las escenas claves me siento a escribir."

El guión lo reescribió luego de los ensayos con los actores, se trató sobre todo de afinar los diálogos. "Y reescribís en la edición, un cliché. En la edición te das cuenta de cómo tendrías que haber filmado la película y como dice Thelma Schoonmaker, la montajista de Martin Scorsese, cuando la ves proyectada sabés cómo tendrías que haberla editado."

Para el rodaje Drak volvió a la fuente creativa, se filmó en aquella chacra de José Ignacio. La película transcurre en esa locación, mayormente en espacios al aire libre. En esa chacra es que Jorge (Ricardo Couto) y Elena (Susana Groisman) citan a sus cuatro hijos (Andrea Vila, Mateo Chiarino, Lucía David de Lima y Rogelio Gracia) para compartir un almuerzo y comunicar una sorpresa.

Otros tres personajes se suman a la trama, una niñera (Mariana Olivera), el yerno de Jorge (Agustín Rodríguez) y Carlos (Ernesto Liotti), el capataz. La historia transcurre en unas horas, las de la cocción del cordero. El encuentro familiar se irá contaminando a medida que los secretos de sus miembros van quedando expuestos, la mayoría de las veces en boca de Jorge. Cada revelación merece un brindis cada vez más amargo.

Los padres fueron el primer elemento que Drak trabajó en el guión: "busqué una pareja más allá de todo, en alguna forma de ellos mismos. Pensé en esos padres y en qué hijos pueden llegar a tener y que ellos consideren que no salieron como querían."

"La idea es que cuando comience la película el espectador no sepa hacia dónde va, y que de a poco vaya avanzando hasta llegar al momento de la explosión. Quise mantener de la forma más simple una cierta tensión de que algo va a suceder y que cuando eso suceda dé vueltas, que no siga lineal hasta el final. Que cuando el espectador piense `acá termina`, pase algo más."

Varios críticos presentes en la función de prensa en seguida notaron el parentesco con La celebración, película danesa que dirigió Thomas Vinterberg en 1998 dando inició al movimiento Dogma 95. Este intento de vanguardismo artístico propuso una serie de normas que se llamó "Voto de castidad" y que debían cumplir las películas que deseaban ser matriculadas como pertenecientes al Dogma. "Yo creo que son películas primas. No fue una inspiración buscada pero sí reconocida. Hay una decisión estética en la película que tiene puntos en contacto con el Dogma, pero porque así se fue dando, no de forma deliberada."

Por ejemplo, la cámara en mano se justifica por una necesidad de aprovechar lo máximo posible la luz del día. Las jornadas de rodaje se enmarcaban entre las 10 y las 17 horas y se contó con catorce días para filmar, "corríamos riesgo de perder la continuidad, había que filmar rápido con poco traslado de cámara, éramos un equipo muy pequeño. No me interesaba el Dogma en sí, me interesaba esa parte de utilizar algún elemento."

Otro rasgo en común fue que utilizó poca música: "durante el rodaje aprecié más el ruido de la naturaleza, por eso quité música. Me parecía que ese tratamiento sonoro para los momentos más dramáticos de la película funcionaba mejor. Se me instaló esa idea en la cabeza y dije, `bueno, ahora sí que me van a asociar con La celebración`."

Razones. El equipo estuvo integrado mitad por técnicos argentinos y mitad por técnicos uruguayos. El casting estuvo a cargo de Bruno Aldecosea. De los actores elegidos Ricardo Couto fue el que más difícil de confirmar. "A Ricardo lo habían operado de los pulmones; le sacaron un pulmón. Pero lo esperamos, yo insistí porque en el casting la rompió. Era el personaje más complicado, debía ser creíble, tener presencia y al mismo tiempo mostrar un lado humano manteniéndose en esa distancia en la que yo quería que se mantuviera el personaje."

Drak se hizo cargo del montaje, aunque en los créditos figura con otro nombre: Gregorio Rosenkopf. Son su segundo nombre y apellido, un guiño a una costumbre que tenía con sus amigos de la infancia de usar sus cuatro nombres para crear dos identidades. Como montajista dice con orgullo haber logrado lo casi imposible para un director que decide editar su propia película: reducir la duración. Drak/ Rosenkopf le quitó 17 minutos al guión original.

-¿Dirías que la película trata sobre la redención?

-Un personaje se redime. Por lo general uno se imagina que con la redención viene un final feliz y no hay un final feliz. No te diría que es una historia de redención ni de desahogo personal. Yo tengo una visión familiar muy distinta de la que propongo en la película. Tengo hijos chicos y desde que nacieron ellos son mi prioridad. Antes podía vivir para editar la película, ahora el cine está en un tercer lugar. Estoy alejado de esa necesidad de contar para desahogarme, es más, quise contar una historia que me fuera muy lejana.

La culpa. del cordero tendría estreno en Argentina. Drak y Viera preparan un nuevo guión, Los últimos románticos, que estaría protagonizado por actores argentinos.

Dominique Sanda iba a protagonizar el film, pero no convenció su acento francés.

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