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Rafa Cotelo: "Pasó casi un año del cuplé sobre Rivera y todavía me sigue afectando"

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Rafa Cotelo. Foto: Estefanía Leal

NOTA DE TAPA

Días antes de su debut en Sonríe (Canal 10), Rafa Cotelo recibe a El País en su oficina en Grupo Magnolio y repasa uno a uno los grandes temas (y las polémicas) que lo tocaron de cerca el último año.

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-Vuelve Sonríe: te estamos grabando (miércoles 21 horas, Canal 10) y sos uno de los conductores junto a María Noel Marrone e Iñaki Abadie, ¿cómo te sentís frente a ese desafío?

-Estoy contentísimo. Primero porque es trabajo en una época en la que no hay tanto como nos gustaría. Y además es en un formato instalado, querible, blanco. No está entreverado en líos ni nada de eso. Esperemos no arruinarlo (risas). Tengo tremendas expectativas. Va a tener archivo, humor, un invitado al que se lo va a entrevistar de una forma distinta, y lo que le podamos sumar nosotros.

-¿Por qué rescatás que es un formato blanco y sin líos?, ¿estás adoptando un perfil menos incisivo?

-Prefiero guardar eso para la radio, donde los tiempos y la confianza que se genera con la comunidad de oyentes permite transmitir esas sensaciones entendiendo el código de humor. En la televisión es más difícil porque hay otros tiempos.

-¿Cómo viviste este último febrero sin Carnaval?

-Extrañé mucho. A pesar de que hace como cinco años que no salgo en Carnaval, siempre lo disfruto desde el lugar que me toque, sea arriba o abajo del escenario.

—¿Cómo evalúas el proceso que derivó en la suspensión?, ¿fue lo correcto?

—Al estar afuera, sería injusto valorar la decisión. Confío en la sensibilidad de todas las partes que habrán hecho lo máximo posible. Deben haber pensado en todas las alternativas y haber tenido en cuenta la cantidad de gente que se veía afectada. Y no pensemos solo en los artistas que hay en Carnaval. El otro día me mandó un mensaje Javier, que es el cuidacoches del Teatro de Verano que es famosísimo. Cada noche de Carnaval tenía como 150 llaves de autos porque todos se las dejábamos. Es un cuidacoches humilde, laburante, honesto y bueno. Ese loco en Carnaval hacía un mango que le permitía acomodar el cuerpo para el resto del año. Este año no lo tiene. Y como ese hay mil, como el que vendía manzanas acarameladas, algodón de azúcar o caretas en el corso del barrio. Esto es un drama para toda esa gente.

-¿Cuál es tu visión sobre las denuncias de “Varones Carnaval”, que señalaban a componentes por casos de abuso y acoso sexual?

-Fue un cimbronazo muy fuerte por el contenido humano de las denuncias. Eran acusaciones muy pesadas contra un montón de carnavaleros con temas dramáticos y sensibles. Muchos de esos relatos eran escalofriantes. Por suerte sé que varios están siguiendo su curso judicial como corresponde. Si de alguna manera esas denuncias se ratifican deberán pagar los culpables. Más allá del temporal que desató, está buenísimo que se instale en la discusión. Hay cosas que naturalizamos y que están mal. Antes era normal hacer las cosas de tal manera, crecimos así y nadie lo cuestionó, pero eso no quiere decir que estén bien. Hay que corregirlas.

-¿Vos tuviste que corregir?

-Sí, por supuesto. No ahora, sino hace muchos años. Me acuerdo que con la Catalina una de las primeras cosas que cambiamos fue que antes íbamos en el camión con la costumbre de que si por la calle nos cruzábamos una gurisa, se le gritaba "divina" acompañado de una grosería. Eso hoy es considerado acoso. Me acuerdo de parar y decir "esto está mal, es horrible, ¿por qué tenemos que hacer observaciones sobre su cuerpo como hombres frustrados?". Seguramente todos cometimos injusticias, abuso y acoso. Fue involuntario, naturalizado, tradicional, pero hay que revisarlo para no repetirlo.

-¿Te preocupó que te involucren en alguna acusación por un episodio antiguo de ese estilo?

-Lo hablé mucho con mis amigos y con Ana Laura, mi pareja. Les dije que en estas denuncias anónimas podía aparecer alguna que me involucre porque seguramente había participado de algún hecho que yo no percibí como acoso, pero la otra persona sí. En un momento pensé "es cuestión de tiempo para que pase”, pero por suerte no pasó. En las denuncias caían en la misma bolsa el abusador pedófilo que trabajaba con gurisas en el Carnaval de las Promesas y otro que lo que hacía era gritar de arriba de un camión o pasar un teléfono a la bajada de un tablado. Una cosa es un delito gravísimo, y lo otro son actitudes a corregir. No pueden estar en la misma bolsa.

-¿Cómo reaccionaste con amigos tuyos que fueron nombrados en esas denuncias?

-Lo primero que hice fue comunicarme con ellos para ver cómo estaban, y después les pregunté si tenían ganas de contarme lo que había pasado en las historias que los involucraban. Se sentían muy mal. La versión que ellos me comentaban distaba mucho de las denuncias.

Rafa Cotelo. Foto: Estefanía Leal
"Durante años escuché a Petinatti de forma culposa", expresa. Foto: Estefanía Leal

—¿Has hablado con Luis Suárez tras su pase al Atlético de Madrid?

—Sí, he hablado unas cuantas veces. Son charlas informales y distendidas. Nada muy profundo.

—¿Te molestan mucho para preguntarte por él y pedirte que les consigas videos o firmas de su parte?

—Yo entiendo que los jugadores son personas inaccesibles que todos queremos muchos. Todos queremos tener algo de ellos o con ellos, así sea cruzarlo en la calle y que diga "hola" o un saludo por el cumpleaños o una camiseta firmada. Es muy común que a diario me lleguen ese tipo de pedidos. Yo trato de responder siempre con amabilidad y respeto. Para que no piensen que es falta de voluntad mía, o de Luis o de Godín o el que sea, lo que digo es "lo máximo que puedo hacer es hacer llegar tu solicitud". Capaz que él accede a mandar el video diciendo "feliz cumpleaños, ojalá te vaya bárbaro" y es tremendo regalo, pero capaz que ni ve el mensaje y no lo responde porque tiene 500 más como ese.

-Como uno de los gerentes del Grupo Magnolio, ¿qué te genera la incorporación de Azul FM a la empresa, con Ignacio Álvarez y Orlando Petinatti?

-Estoy muy contento. Entiendo esto como un grupo de medios al que le suma tener una emisora con dos tipos que son referentes y líderes en sus rubros. A veces algún oyente de La Mesa de los galanes dice "yo no escucho a Petinatti", y yo no pido que les guste, pero hay que reconocer que un fenómeno. Ojalá algún día le lleguemos a los talones en las mediciones de audiencia que él tiene. Y con Nacho es lo mismo. Alguien podrá decir "a mí me gusta más otro tipo de periodismo", pero no se puede desconocer los atributos que tiene, o al menos su alcance y masividad. Si vos estás en una empresa que está compuesta por varias y no te das cuenta de que la buena salud de las otras va a generar que las condiciones tuyas mejoren, no te das cuenta de nada. O los celos, el ego y la envidia no te permiten verlo. 

-¿Esa es la lectura que hacen las principales figuras del grupo?

-No he hablado el tema con todos los compañeros.

-Se sabe que hay una vieja enemistad entre Ignacio Álvarez y Orlando Petinatti con otros exponentes del Grupo, como Joel Rosenberg, Gonzalo Cammarota o Carlos Tanco...

-Jamás alguien le va a ir a decir a otras figuras "no digas nada en contra de Nacho o Petinatti". Hay libertad absoluta para decir lo que quieran. ¿Cómo les cae la incorporación a cada uno? No lo sé. Con los que hablé, están en la misma sintonía. Quieren que Azul sea un éxito.

-Hoy hablabas en términos comerciales, ¿artísticamente te gusta Malos Pensamientos?

-No siempre me gustó. Hubo años en los que lo escuchaba religiosamente y otros en los que lo escuchaba de forma culposa y decía que no lo escuchaba. También hubo años en los que renegaba y decía "¿cómo podía escuchar eso?". Y hace mucho tiempo me di cuenta de que Petinatti es un crack. No es el tipo de programa que hago ni que quiero hacer, pero es un tipo que está solo en el estudio cuatro horas por día al aire y la rompe. Se nota en las movidas que genera: quiere conseguirle algo a alguien y está todo el país detrás de eso. Su éxito es indiscutible.

-¿Participaste en la negociación para la incorporación de Azul a Magnolio?

-Yo estuve al tanto, pero no participé. De hecho, nunca hablé con ellos. Iñaki (Abadie) sí.

-¿Cómo es tu actividad como una de las cabezas del Grupo?

-No soy cabeza de nada. Trato de meter horas de oficina y molesto a Iñaki. En general le presto principal atención a dos temas: Magnolio Sala, el espacio de espectáculos que tenemos hace más de un año y es un orgullo, y La Mesa de los Galanes (Del Sol), donde salgo al aire y también trabajo mucho con Camilo Fernández y Gastón Carbajal en la producción. Después tengo Bien Igual en El Espectador, que es un laburo más liviano porque solo me ocupan las dos horas de aire. 

-¿Tuviste que participar de alguna decisión delicada en la empresa por el marco de la pandemia?

-Más que participar, me tocó ser testigo. Fue espantoso. Nunca me había tocado estar en una situación así de este lado del mostrador. Por otro lado, me sirvió mucho para ver cómo los dos compañeros que están al frente de este barco, que son El Piñe e Iñaki, tienen la sensibilidad de haber estado toda la vida del otro lado del mostrador. Todas las decisiones que se tomaban era siempre priorizando el trabajo de todos, en el acierto y en el error. Se buscó siempre encabezar la lista de los recortes y priorizar el cuidado de los compañeros más vulnerables. Aquellos con menos ingresos fueron los menos afectados por los recortes, que fueron inevitables porque la tanda publicitaria desapareció por dos o tres meses. Fue desolador y desesperante, porque para un medio de comunicación los ingresos están ahí. No solo estuvo bueno ver esa actitud en El Piñe e Iñaki sino en la enorme mayoría de los compañeros que golpeaban la puerta y decían “che, miren que yo sé cuál es la situación, quiero que sepan que cuentan conmigo”. También había compañeros que decían “no le recorten a la compañera porque no puede, mandame al seguro a mí”.

-¿Eso es un efecto del culto que suelen hacer de un ambiente de trabajo entre amigos?

-Nosotros hacemos un culto a la amistad en el ambiente de trabajo. No niego que a veces es exacerbado, pero es en base al convencimiento. Por ejemplo, me acuerdo que antes de la última Copa América de 2019 en Brasil pensábamos qué podíamos hacer para superar la cobertura de Rusia 2018 que había estado buenísima. Y yo en una expresión alocada de deseo dije “vamos todos, toda la radio”. Surgió como una locura, pero después empezamos a pensar que éramos 90 entre todos, que se precisaban solo tres ómnibus, que un partido era en Porto Alegre y no era tan lejos, que capaz que los hoteles no estaban tan caros... Y salió, fuimos todos. ¿Sabes lo que fue llevar a la compañera auxiliar de limpieza a cruzar la frontera y que estuviera en un hotel cuatro estrellas para ir a ver a la selección? Para muchos era la primera vez que salían del país y para la mayoría era la primera vez que veía un partido de Uruguay en el exterior. Fue alucinante. Esas cosas generan que en las malas vengan y te digan “sé que estamos mal, contá conmigo”.

-¿Cómo quedó tu relación con Pablo Aguirrezábal tras su renuncia a la radio?

-Pablito es un hermano de toda la vida. Nos conocemos desde hace más de 20 años. La vida nos ha encontrado, alejado y reencontrado sin darnos explicaciones. Seguramente cuando nos volvamos a encontrar y retomemos la conversación tengamos un montón de cosas para hablar porque los dos hemos cambiado mucho en estos años. A Pablito es como la sexta mutación que le conozco. Es un tipo alucinante y de los más talentosos que hay. Cualquier otro con el talento de él se quedaría tranquilito en una radio o un canal, pero él arranca para otros lados. En eso de arrancar para otros lados me encontró enfrentado en alguna opinión, como hemos estado muchas veces.

-Dijo que había sentido limitada su libertad de expresión.

-Él después nos explicó que no era lo que sentía. Lo que pasó fue que él venía los miércoles al programa, y era el día que teníamos la entrevista con un invitado. Él era el mejor entrevistador de todos, pero le dijimos que lo necesitábamos más otro día en el que no teníamos nada porque ahí iba a poder aportar más. Evidentemente no se lo explicamos bien y él entendió “no queremos que estés más en las entrevistas por tus preguntas”. Si él hubiera querido, podría haber venido los miércoles y los jueves, pero el acuerdo con él era por un día y por eso le planteamos esto. No fue más que un malentendido.

-Él también hizo alusión a la acumulación de medios del grupo, ¿cuál es tu posición con respecto a este tema?

-Yo estoy orgulloso de haber trabajado siempre en medios donde tuve absoluta libertad para decir y hacer lo que quise. Fue lo que pasó en Canal 12, Canal 10, Tenfield y las radios en las que trabajé. Te puedo dar fe de que mis opiniones políticas e ideológicas son bien distintas a las de los dueños de todos esos medios, e incluso de las de los dueños de los medios que trabajo hoy. Tengo una gran relación porque los conozco y hasta tenemos permitidos bromas y chistes al respecto. En cuanto a la concentración de medios, no es malo ni bueno per se. Seguramente pueda haber un medio chiquito en una sola mano que si es autoritario, despótico, intransigente y explotador, no sirve. Prefiero medios en los que se trabaje con libertad.

-Te podrían decir que si hay muchos medios chicos, cuando uno de ellos es autoritario el trabajador puede ir a otro; pero si hay pocos grandes grupos, la situación es más difícil.

-Pero si hay un medio chiquito explotador, seguramente tengas pocas herramientas para poder irte a otro. En una relación desigual de trabajo es mentira que el trabajador tiene la libertad de irse porque no tiene la espalda suficiente para aguantar y decir “me voy a conseguir algo mejor”. Yo prefiero los lugares en los que las condiciones son mejores en todo sentido. Si tengo la posibilidad de trabajar como trabajo hoy para crear y decir en un entorno de absoluta comodidad y profesionalismo, ¿por qué voy a elegir estar en un medio chiquito pujado por un filántropo intelectualoide estalinista que solo acepta su dogma?

-¿Tenés relación con el presidente Lacalle Pou?

-No, tengo un diálogo muy cordial por las oportunidades en las que la vida nos ha cruzado. Una de ellas fue mi cumpleaños, que lo festejé en el Cerro con Iñaki. Su hermano es amigo de la infancia de Luis Lacalle Pou, y él vino a ver a su amigo. Es un tipo que generacionalmente está muy cerca de mi edad, tiene una forma de dialogar muy horizontal y no es para nada protocolar. Una vez nos invitó a un asado en la casa, hace como tres años. Estuvo buenísimo. Tenía especial interés en que fuéramos El Piñe y yo. Fue continuamente un tiroteo dialéctico muy divertido.

-¿Cómo evaluás su primer año de gobierno?

-Cuando empezó la pandemia pensé “pobre loco, se preparó toda su vida para llegar al lugar que soñó, y cuando llegó se le desvaneció todo en la cara”. Los parámetros para evaluar su gestión tienen que estar matizados por este evento de la pandemia, lo que no quiere decir que no haya habido grandes aciertos y otras cosas con las que no esté de acuerdo. Pero mi opinión no tiene valor porque mis argumentos son tan de café, que el loco te pinta la cara con sus respuestas y terminás siendo fanático de su opinión.

-¿La polémica en torno a aquel cuplé sobre Rivera que hiciste desde tu personaje Edison Campiglia en La Mesa de los Galanes te afectó a largo plazo?

-Pasó casi un año y me sigue afectando. Hay gente a la que le dolió y yo sé que le puedo explicar cuál era la intención, pero no importa porque le dolió en serio. A esa gente lo único que tengo para decirle es “perdóname”. Fue como un accidente porque por más que no haya sido mi intención, causé daño igual.

-¿Te perjudicó económicamente?

-No sabría decirte. No puedo establecer una relación causa-efecto tan directa. Capaz que algunos contratos no se renovaron y no sé si fue por eso. Nadie me lo dijo directamente. Para el caso, tampoco es lo importante. Sería poner en la misma balanza plata con dolor, y no van.

-¿Te molestó el uso político que hubo del tema?

-No me enojó, pero me pareció que no sumaba. Cada uno tiene su criterio y sus principios.

-¿En qué está la denuncia que te hicieron en Rivera por este episodio?

-No tuvimos que ir a declarar, pero el proceso está en la fase de conciliación. Ojalá se llegue a buen puerto.

-Más allá de este caso, ¿cuánto te afectan los comentarios en redes sociales?

-Intento anular tanto al fanático obsecuente como al fanático detractor. Aunque quiera decirte que no me afecta, me terminan afectando porque hablan de mí y de mi trabajo. Hay cosas que las entiendo porque son parte del juego, pero algunos comentarios dicen cualquier cosa, entre insultos, agravios e inventos. Hablan de cómo vivimos, dónde vivimos, de quién recibimos plata…

-Muchos de los que te quieren atacar hacen referencia a tu nivel económico y señalan que manejás una “bemba”, ¿en algún momento esto representó algún conflicto para vos?

-Al contrario, me gustaría ganar más plata y tener más bembas (risas). El conflicto fue al revés. Yo viví en el Cerro toda mi vida. En 2010 me separé y resolvimos vender la casa en la que vivía con mi exesposa y con esa plata solucionar la vivienda de ambos. Resolvimos que ella viva con las nenas por el Prado, y yo, que laburaba en Océano y en el Movie, me quedara alquilando un apartamento por esa zona. Viví cuatro años fuera del Cerro y fueron muy duros: me estaba separando, ya no dormía con mis hijas, pasé de tener una casa preciosa donde iban mis amigos a estar en un apartamento que no tenía ni balcón. Sufría y deseaba volver al Cerro, entonces me calentaba horriblemente cuando me decían “vos te fuiste del Cerro porque te mareaste e hiciste plata”. Yo no vivía más en el Cerro porque con la plata que nos quedó no me daba para comprarme una casa ahí. Cuando conseguí un préstamo en el Banco Hipotecario, accedí a mi casa actual en el Cerro que es el lugar que amo. Y si bien es el barrio que yo elijo, si hubiera tenido el berretín de comprarme una casa en Punta Gorda o Punta Carretas, no hubiera podido. Por suerte encontré una en el Cerro en la que estoy chocho de la vida.

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