Hace 8 años que Roxana Blanco convive con Pamela. Fue en 1997 en que Alvaro Buela le habló por primera vez de esa cajera de 34 años de existencia gris y devoción religiosa. La actriz casi formó parte de "Una forma de bailar", la primera y exitosa película del realizador, pero otros compromisos lo impidieron. Los dos quedaron con ganas de trabajar juntos y entonces apareció Pamela. Y se echó a andar. Pero con tantos años de peregrinar en la cabeza de Buela su historia no fue una, sino varias. "Nos veíamos mucho en boliches, cada dos meses, cada tres meses... a veces pasaba un año. El me iba contando las nuevas versiones del guión, tengo como cinco de ellas. Fue muy linda la forma de trabajar de Alvaro, me escuchó mucho. Es una historia muy femenina, entonces él como que me robaba", recuerda Roxana de este personaje que se le metió dentro para tomar cosas de ella y luego cobrar vida propia.
En 2001 la historia de Pamela ya era una sola, empezaba otra etapa. Roxana era la única actriz segura del elenco, la única que no pasó por el proceso de castings porque Buela siempre supo que ella era la dueña de ese papel. Pero eso no alejó a la actriz de los castings, sino que al contrario, era clave que estuviera en cada uno de ellos para encontrar a los intérpretes justos para interactuar. Así fueron apareciendo el travesti que tan magníficamente compone Nicolás Becerra; Beatriz Massons, la señora con la que vive Pamela; el misterioso hombre con el rostro de Walter Reyno que acosa a la cajera; el pretendiente Humberto De Vargas, y el pastor de la Iglesia, el brasileño Werner Schünemann (Bento Gonalvez en "Siete mujeres").
Paralelamente, Roxana fue "creando" a Pamela para un mundo totalmente nuevo para la actriz de vasta experiencia teatral, el del séptimo arte. "Soy de la idea de que no construyo un personaje, sino que el personaje viene a mí. Voy descubriendo los puntos en común que tiene conmigo. No hice tanto una composición exterior", cuenta al tiempo que recuerda su recorrida por los templos de todas esas religiones alternativas que pululan por la ciudad. "Pasé momentos de mucha tensión porque muchas veces se dan cuenta que no sos parte. Fui con mucho respeto, porque en la película el tema fue tratado con mucho respeto. Visité todas las religiones, los cultos y las sectas para ver qué estaba pasando en Uruguay con todo eso".
TERRENO RESBALADIZO. Religión y travestis, dos mundos que despiertan opiniones y prejuicios de todo tipo, dos mundos con los que se mete "Alma Máter", ¿un problema a la hora de enfrentar al público uruguayo?. "Siento que sí porque Uruguay es un país muy pacato y son dos temas tabú, muy delicados, con muchas posiciones. Pero la película nunca fue autobiográfica, tiene mucho componente de fábula; toma elementos de la realidad, pero los transforma. También hay que ver que cuando uno va a ver una película no te está mostrando una realidad. Es un arte, una historia, un invento y esto tiene mucho de invento, basado en una cosa muy real", se defiende Roxana a la hora de imaginar lo que ocurrirá en las salas uruguayas. "La película tiene muchas puntas: religión, travestis, una heroína, la historia a través de una mujer. Por eso es que para mí es un proyecto tan querido y lo tengo tan al hombro: no es sólo una gran protagonista, sino que la película está contada por la cabeza del personaje, un personaje ‘freak’, una demente o no, una iluminada...", destaca de ese personaje que le enseñó "a no tener prejuicios, no se puede pasar por Pamela sin aprender o sin que te pasen cosas".
NUEVAS SENSACIONES. Pamela vive para su trabajo de cajera de supermercado, para atender a la señora con la que comparte el techo, para visitar a su madre enferma y para ir al templo a conectarse con su Dios. Pero un buen día empieza a recibir una serie de señales que imprimirá un cambio cuyo desenlace no tendrá una, sino múltiples interpretaciones. "Es una historia con muchas puntas abiertas, de cosas muy delicadas y de las que me tienen prohibido hablar antes de que la gente la vea. Es una película interesante para debatir después de verla. Y eso también fue difícil a la hora de hacerla, fue apasionante, un aprendizaje impresionante", destaca la actriz que venía de unas vacaciones del personaje, pero ahora, con la película terminada, la recorrida de festivales y la promoción, vuelve a ser ese ser que considera tan especial. Y vuelve a recordar lo que fue enfrentarse con ese lenguaje nuevo para ella, el del cine, por oposición al que domina desde siempre, el del teatro. "Hay todo un mundo atrás, más ligado a la producción, a la imagen, al dinero, otras cosas que el teatro no mueve. En cuanto a la actuación, hablando técnicamente, para mí es la misma diferencia que actuar en el Teatro Solís, en el Circular, en el ‘Menú de cuentos’ que hice en los bares. Y en cuanto a la forma de contar la historia, en el teatro también me gusta la fractura, las historias no lineales, las vanguardias. En ese sentido defiendo el teatro como mi gran herramienta para hacer esto. Aprendí mucho con Alvaro (Buela), una de las personas más cultas, y yo le enseñaba a él también". Y en ese intercambio, Roxana dejaba de ser Roxana para ser enteramente Pamela. "La tenía internalizada, cosa que no pasa en el teatro, que es más mentiroso, hay una distancia en la proyección, jugás a ser otro. Pero es muy curioso, porque más mentira que el cine no hay. Yo hacía escenas con un técnico que me tiraba el pelo de atrás para que no me moviera por la luz. Es un tema apasionante para hablar e investigar", dice con un entusiasmo que invita a introducirse en ese laberinto de teorías que ni ella se anima a desentrañar. "Yo a veces no entendía nada y otras la tenía clara. A los actores que estamos acá, que no estamos formados por escuelas de cine, nos pasa eso. A mí, lo que más me costó, no fue empezar a filmar por el final, sino hacer una misma escena con diferencia de treinta días para filmar otro plano".
Recuerda que otra de las cosas que le creó cierta dificultad fue aprender a dosificar energías. "El primer día me reía, almorzaba con todos y juá, juá, juá. El segundo día también y quedé muerta. Entonces me di cuenta que hay que guardar la energía, comer bien, dormir bien, no hablar mucho, reconcentrarse. Tampoco el Uruguay tiene la infraestructura del trailer... que no me importa ni la necesité, yo dormía en una valija a veces, pasaba frío y ‘vamo’ arriba’. Fue un trabajo sacado a pulmón por todos".
TRANSFORMACIONES. "Alma Máter" transcurre en Montevideo, pero podría suceder en cualquier parte del mundo. "Lo importante es la universalidad, que no sea una cosa pequeñita de ir a lo nuestro y mostrar lo nuestro. Me parece que el ser humano es el mismo en todas partes del mundo y las pasiones y los traumas... de lo que se ocupa el arte cuando ves obras culminantes, son universales". Y universales son los personajes de la historia, entre los que ya sabemos que destaca Pamela, pero detrás de ella hay una línea de secundarios que también atrapa. Entre ellos sobresale Katia, el travesti que encarna Nicolás Becerra, pieza clave en la transformación de la protagonista. "Nicolás está absolutamente divino, para comérselo. El feeling de cámara que tuvimos iba más allá de todo. Alvaro y yo siempre quisimos que fuera él. Además, me parece que sufrió mucho porque no debe ser fácil, no siendo travesti, hacer de travesti, es toda una transformación y no debe ser fácil ver tu imagen distorsionada", reflexiona Roxana comparando lo que le pasó a ella viéndose más vieja y más fea porque así tenía que lucir Pamela. "Igual, yo era como la reina del rodaje, la mimada por todos y ellos no".
Entre los "ellos" a los que hace referencia la actriz había uno de profusa experiencia cinematográfica, el brasileño Werner Schünemann, tanto delante como detrás de cámaras. "Un divino, de una simpatía y una alegría. Estaba todo el tiempo cantando y gritando, enseñando cosas, volcando su experiencia, disfrutando de lo mío... fue muy generoso. Su pasaje fue muy intenso porque fueron tres días de rodaje con él. Los actores como él, que trabajan en la Globo, tienen una experiencia que a mí me encanta. Yo le robaba mucho".
EL ANSIADO ESTRENO. Entre setiembre y octubre de 2003 se desarrolló el proceso más corto de todos, pero quizás el más intenso: el rodaje. Casi un año después, antes de que la película se presentara en la sección "Cine en Construcción" de San Sebastián, Roxana tuvo su primer contacto con la obra casi terminada, sólo restaba pasarla al formato 35 milímetros. "Alvaro Buela vino a mi casa, con un video. Yo llegaba de un viaje a Colombia y recién me había mudado, no tenía muebles. La vimos sentados en el piso. Bueno, yo no vi nada, estaba ciega, me miraba a mí todo el tiempo, insoportable. Después la vi una vez más en el cine y ahora con todo el equipo ya terminada. La tercera fue la vencida, la disfruté".
Ese disfrute es el mismo que espera recoger no sólo entre el público uruguayo, sino también en la recorrida por festivales que el film comienza en unos días y que tienen a Roxana como embajadora. La primera escala es San Sebastián, luego vendrán Biarritz, una feria en Madrid y Rio de Janeiro. Esto también es nuevo para la actriz, poco acostumbrada a tener una asesora de imagen (Andrea Telechanski) y una diseñadora uruguaya creando para ella (María Fernanda Cadenas). "Entré en un mundo que no conocía. Además, me reuní con Alvaro para ver qué digo en todas esas conferencias de prensa. Estoy estudiando para todo eso".
Nervios, muchos nervios. Ansiedad. Ganas de que llegue el día que ponga punto final a este largo proceso de ocho años. Todo eso carga Roxana por estas horas, pero quizás, íntimamente, lo que más le preocupe es saber cómo va a reaccionar el público uruguayo. O ese hermano que hoy vive en Francia y que sueña con verla en el Cine Plaza, al que iban juntos cuando eran chicos. "Creo que va haber mucho debate y ojalá que así sea porque no hay nada mejor para la publicidad de una película que los debates y para el crecimiento de un país. Poder pelearnos dignamente y que cada uno defienda sus ideas es parte de lo que le falta al Uruguay. Si con ‘Alma Máter’ pasa eso, va a ser genial".
¿La Elegida?
La película gira en torno a Pamela (Roxana Blanco), una cajera de supermercado de 34 años que concurre a un templo religioso conducido por un pastor brasileño (Werner Schünemann). Vive con Doña Lucía (Beatriz Massons), para quien trabajaba la madre de Pamela antes de que se convirtiera en autista y fuera internada en una clínica. La vida rutinaria y chata de la protagonista se ve alterada cuando empieza a ser acosada por un misterioso hombre (Walter Reyno), además de soñar y recibir extrañas señales. Esto coincide con la llegada de un travesti amable y carismático (Nicolás Becerra) que se hace amigo de ella y la empuja a varios cambios. Y, por si fuera poco, parece que Pamela está embarazada, algo imposible considerando que es virgen. ¿Llevará a el Salvador en sus entrañas? Todo esto la conduce a un viaje interior que encierra una paradoja: mientras se vuelve más mística, se vuelve también más humana.
"Alma Máter" es el segundo largometraje escrito y dirigido por Alvaro Buela, con producción de José Pedro Charlo y coproducción de Laboratorios Mega (Brasil) y Xerxes Indie Films (Canadá). Fue Ganador del Premio FONA 2000.
Analía Filosi