CD | Hip Hop Rap | Universal
Apenas dos discos le llevó a la Mala Rodríguez hacerse de un nombre y un estilo distintivo en el género rap, por lo menos a nivel latinoamericano. El crecimiento llama un poco la atención ya que que con un acento tan particular y emparentado con otro tipo de ritmos como el andaluz, en principio parecería complicado para una rapera abrirse paso. Sin embargo, la Mala sintetiza actitud, desparpajo y una irreverencia que no suena a estereotipo de estrella hip hop del siglo XXI, y eso parece darle credibilidad. Esa autenticidad también le ha valido el reconocimiento de artistas del exterior que incluso han llegado a trabajar su voz y su estilo con opciones más originales y productivas que explotan mejor ese aspecto de su voz que también tiene mucho de actitud rocanrolera y agresividad. Es el caso de Bajofondo o los portorriqueños de Calle 13, que la incluyeron en sus últimos discos.
Este nuevo disco es un paso adelante y decidido para que la Mala se muestre ante un mercado más amplio y menos especializado, dentro de latinoamérica o por qué no, del mundo. Y es que aquí la rispidez y desprolijidad que caracteriza a otro tipo de artistas del género a nivel de sonido e incluso a sus trabajos anteriores no se da en Malamarismo. Cada canción parece contener los mismos condimentos musicales de siempre (en cuanto a bases, loops y scratches) pero adaptados para sonar de forma más nítida y prolija. Muchas son las canciones que tienen futuro de chart: Menos tú, Tiempo pa pensar (con la figura repetida de Julieta Venegas, que salpica estrofas con su tonada pop mexicana), Nanai, La loca, Enfermo (con Tego Calderón)... Hay más candidatas que en ningún otro disco de la mala. Con todo, su pluma no afloja. Es la música la que busca caminos de mayor accesibilidad pero por momentos termina sonando anestésica y logrando el efecto contrario.
Entre la historia retorcida de la mencionada Enfermo y la explícita Miedo, junto al rapero cubano Mahoma, aparecen temas que estancan al disco y obligan a buscar los tracks más rescatables evitando algunos otros más densos y apagados. Una de las conclusiones sería que para la próxima habrá que pedirle a la Mala que no todo suene tan prolijo ni limpio y que, al igual que su lengua inquieta, también la música pueda ser un punto (a favor) de atención.
Nada es normal | Loto (Sondor)
Sería una tontería no mencionar a Divididos como primera referencia en el sonido (y la poética) de varios temas de este disco. Pese a sonar sobre la delgada frontera entre la influencia y el clon, aparecen buenas canciones.
Lost Highway | Bon Jovi (Universal)
No le vamos a pedir a Jon Bon Jovi que reinvente el rock a estas alturas... De todas formas, en esta mezcla de country y rock no aparecen ni siquiera aquellos hits ochentosos a los que no se podía resistir nadie.
Rock en Monsterland | Pier (Togka discos)
Esforzados por sonar menos a copia rolinga de los Redondos, la poética de Pier es ideal para fanáticos del personaje Pomelo: "El aire puro te sienta bien, el vino bueno te sienta bien, vení sentate, sentate bien", en fin.
In the movies | Ice Cube (EMI)
Una recopilación del paso de Cube por los soundtracks de películas a lo largo de su carrera. Varias han sido las películas para las que ha escrito temas y colaborado con otros artistas. El resultado es mejor que sus actuaciones.
Tres | Mandala (Independiente)
Por momentos cercano al punk melódico de Buitres, por momentos al humor de Trotsky Vengarán (Canción paloma) es que Mandala, banda con varios años en la vuelta, llega a su primer disco con un sonido pulido que dan ganas de testear en el vivo.