Los cabeza de champión

Una estrella de color, un puntera mas ancha, un logo renovado, un color rosado rabioso o verde cotorra pueden hacer la diferencia que vuelve locos a estos fanáticos.

Una estrella de color, una puntera más ancha,  un logo renovado, un rosado rabioso o verde cotorra puede hacer la diferencia que vuelve loco a esos fanáticos. 726x600
Una estrella de color, una puntera más ancha, un logo renovado, un rosado rabioso o verde cotorra puede hacer la diferencia que vuelve loco a esos fanáticos.

Los SNEAKERHEAD, o Cabeza de Champión, son una de las más pintorescas, e inútiles, tribus urbanas de los Estados Unidos.

Un Cabeza de Champión es alguien que vive, come, habla y respira championes. Se sabe de memoria todos los modelos. Posee al menos 20 pares. O tiene sólo un par, pero delira con un closet lleno de estos adminículos.

Cuando va a salir un nuevo modelo de champión Nike, Puma, o lo que venga, estos chicos acampan cuatro o cinco días antes enfrente a la tienda. Hasta con bolsas de dormir. Con tal de llegar a ser el dueño de un champión como cualquier champión pero que tiene una estrellita plateada en el costado, que los otros no tienen. O una raya de tres colores alrededor de la suela.

Las compañías, ni cortas ni perezosas, ya le han agarrado la onda y los surten con manadas de championes con un detallecito de morondanga que hace que los cabezas de championes se vuelvan locos.

Como acá es todo tan organizadito, los Cabeza de Champión tiene clubes, sitios web y hasta blogs, faltaba más.

Lo paradójico es que no puede haber nada más impersonal y masificado que la industria de los championes. Entonces lo curioso es cómo estos chicos, porque son todos del sexo masculino, buscan la cosa que los diferencie individualmente en algo que representa completamente lo contrario.

Un misterio que se lo dejo a Gerardo Caetano y al Licenciado Jorge Pelonga.

Como les iba diciendo, la industria les ha agarrado la mano y les da manija. Cada tanto hacen uno de esos modelos con una rayita extra. O reeditan un modelo que retiraron de circulación en 1998, pero que es considerado histórico. Como si fuera el Mercedes Benz 1934 o el Bel Air 58 de los championes, pongámosle.

Otras veces, la industria se toma a los Cabeza de Champión directamente para el churrete y les tira con un descharrante modelo que imita una hamburguesa. Sí, una hamburguesa, y estos chicos van y se los ponen.

Uno que me ha llamado mucho la atención es un champión en el que todas las partes que normalmente serían de goma, están recubiertas de papel de lija. Del grueso.

La moda del champión fue lanzada a fines de los 80, cuando la NBA paso de ser una poderosa liga de básquetbol profesional a ser el circo que es ahora, más parecido al de la lucha libre. Onda Titanes en el Ring pero con mucha, mucha plata.

El más deplorable hip-hop comercial, con su culto al mundo delictivo, la droga, el dinero fácil, el proxenetismo y los dientes de oro, fue también un caldo de cultivo propicio para el culto al champión.

Pero el fenómeno ha tomado tales proporciones que esta fiebre ya no se da solamente entre los adolescentes negros y latinos atomizados por el peor hip-hop.

A ver si me explico: los championes no son baratos. Cualquiera de estos modelitos con detashes especiales de la Nike anda en sus 180 o sus 220 dolarios.

Pero ahora se están abriendo boutiques de championes, con championes exclusivos, de diseñador. Un champión de boutique puede trepar hasta los 400 o más dólares.

El champión se ha convertido en un símbolo de status entre los que no pueden comprar ni Mercedes, ni Bembas. Aunque ahora lo más paquete es tener un Toyota Prius, el último alarido de la moda.

Y como viene la mano de la economía estadounidense, pronto no habrá ni para championes. Habrá que rendirle culto al escarbadientes.

Les juro por los Cuernos de Batlle que esta vez ni exagero ni invento. Y ahí esta la Internet que no me deja mentir. Si les dan para una tarea tan estúpida como esa, diría Borges, pueden ir y corroborar toda esta demencia de los SNEAKERHEADS.

Corroborar nunca está de más. Corrobore, amigo lector, amiga lectora.

¡Qué verbo bárbaro corroborar!

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