Por Bernadette Laitano
Sucedió una vez en Buenos Aires, en enero de 1919, que un grupo de trabajadores metalúrgicos se declaró en huelga. Lo que aparentaba ser un conflicto laboral más, terminó siendo una semana sangrienta devenida luego en el primer antecedente de aparición de un grupo parapolicial operando contra las masas organizadas. Hasta hoy, esos días son recordados en la vecina orilla como la Semana Trágica. Cincuenta años después, un joven Mauricio Kartún se interesó en ese hecho histórico para escribir la que sería una de sus primeras obras teatrales y aunque ese proyecto quedó en la nada, "adentro de la cabeza siguieron dando vuelta las imágenes de ese universo". A la distancia y en conversación telefónica, Kartún recuerda cómo fue que retomó aquel acontecimiento para convertirlo en el material de su última obra, Ala de criados: "Azarosamente, hace un tiempo atrás apareció en mi cabeza la idea de escribir una pieza que de alguna manera tomase ese clima amoroso que tienen algunas obras chejovianas que refieren al verano, a las vacaciones, a las casas de descanso, esas obras en las que todo parece estar ganado por ese clima de holganza y sin embargo por debajo se desarrollan brutas pasiones. Mezclando las dos cosas más una imagen (una fotografía de la Mar del Plata de la época), de alguna manera detonó el principio del acto imaginativo, pues allí se juntó todo y como suele pasar con los procesos creadores, un cable toca a otro azarosamente, larga una chispa, comienza el incendio y uno nunca sabe dónde termina".
En la obra, los hechos de la Semana Trágica sólo se conocen por mención de los personajes. Lo que presenta Ala de criados es cómo viven esa semana tres primos (Tatana, Emilito y Pancho), que pertenecen a una de las tantas familias aristocráticas que se refugian en Mar del Plata. La prensa especializada ha calificado a la obra como "una combinación deliciosa de gracia, ironía, crueldad y palabras exquisitas" (La Nación).
-¿El título a qué refiere?
-A un espacio tradicional en las grandes mansiones, en los viejos hoteles, residencias, palacetes, era la zona que se reservaba a la vida de los criados dentro de la casa, que estaba diseñada de tal manera que ese ala de criados, esta zona reservada a la servidumbre, estuviese lo suficientemente aislado pero también lo suficientemente a mano como para no perder practicidad de uso. En la ambigüedad de este espacio que tiene que estar cerca pero no lo suficiente como para contaminar con su presencia la casa, está la metáfora del nombre de la obra.
Es que a estos tres primos se les une un cuarto personaje, Pedro, un empleado del club que frecuentan, que tiene aires de señor. El choque entre esos dos mundos no tardará en llegar.
-¿Como autor te interesa contar historias o recrear atmósferas?
-Yo creo que estoy más cerca de las atmósferas, pero no porque me interese, creo que no se trata de un acto premeditado. En todo caso, en la desesperación uno se agarra de aquello que de alguna manera le produce el fenómeno. Y yo tengo la sensación de que lo que me produce el fenómeno son las atmósferas
-En La madonnita y El niño argentino, tus últimas obras, se repite este espacio temporal que es el Buenos Aires de principio de siglo. ¿Esto responde a un interés particular?
-No tengo un interés especial por algún momento histórico particular, creo que mis obras trabajan sobre lo histórico porque toman de lo histórico el potencial mítico. No me interesa recrear la historia, lo que sucede es que adentro de la historia, leyéndola, informándose sobre ella, viendo fotografías, viendo manifestaciones artísticas de la época, uno encuentra un sinnúmero de mitos, de metáforas con voluntad mítica. Por el otro lado, pasa algo con el fenómeno de la escritura en estas condiciones: uno tiene una libertad extraordinariamente mayor para generar lenguaje cuando trabaja sobre un tiempo ido, entre otras cosas porque ese lenguaje no está en el oído del espectador. Esto te da una posibilidad o muchas, entre otras hasta la de inventar un lenguaje que ni siquiera tenga virtud de ser real pero que se base en la verosimilitud de serlo. Buena parte de los lenguajes que yo trabajo en La madonnita, El niño argentino y ahora Ala de criados, en realidad son inventos, apropiaciones de palabras que no necesariamente corresponden a la época, son una creación poética con todo lo que de musical tiene.
-Por cómo es tu proceso creativo puede afirmarse que hay un trabajo similar al de director de arte.
-¿Sabés que sí? Yo nunca lo había pensado así, pero yo no puedo escribir si no logro sumergirme en el espacio en el que estoy escribiendo, no puedo ser simplemente portavoz de algunas palabras de los personajes si no soy ganado, como te decía antes, por las imágenes de esa atmósfera. De alguna manera, inevitablemente, para crear esa atmósfera necesito tomar contacto con una serie de elementos que la constituyen. Por un lado, la iconografía, lo visual, yo soy un buscador obsesivo de iconografías de época, de elementos, de universos y de actividades que me interesan, llego casi hasta un punto porfesional porque yo soy un archivista, de hecho una de mis actividades es la del archivismo y suelo hacer exposiciones de algunas fotos. Pero por el otro lado me interesa la música, la literatura de la época, la historia, el teatro en el cual uno encuentra la coloquialidad y luego intenta reproducirla.
-¿A qué se enfrenta un actor que postula para un papel en una de tus obras?
-Quien viene a trabajar en alguna de mis producciones sabe en principio que lo que va a enfrentar es un lugar de reflexión donde la idea, el pensamiento, la lógica de alguna manera es la constructora de sentido, y por el otro lado la gente que trabaja conmigo sabe que viene a incorporarse a una banda, en el sentido delictivo, como una especie de lugar donde existe un acto compinche de unirse para atacar algo y tratar de demolerlo y colonizarlo y contenerlo. Ala de criados supuso seis meses de ensayos todos los días durante muchas horas. Si efectivamente no está esa mística, si no están esas ganas de romper la obra, de tomarla, de dominarla, de colonizarla, si el actor piensa solamente en su trabajo en términos más burocráticos es absolutamente imposible ganar esa batalla. A las audiciones convoco a actores que de alguna manera conozco por su trayectoria, que los he visto y que por alguna razón me ha sacudido su presencia en el escenario, porque lo siento cerca de los personajes pero también porque me he preocupado mucho por saber cuál es su actitud frente al teatro. Yo no podría trabajar con un actor cuya cabeza está dividida entre esta obra y dos programas de televisión y dos obras más que son a contra horario. Me parece que resultaría imposible, nunca podría ponerle la energía que yo le voy a pedir durante estos meses.
-Seguís definiéndote como un autor que dirige.
-Yo respeto mucho las autonomías profesionales. Creo que director es aquel que tiene la capacidad de resolver en un texto ajeno y en un espacio una serie de problemáticas que plantea una obra con un saber que yo no tengo. Yo sigo siendo un autor que dirige porque de alguna manera me arreglo con algún conocimiento analógico. Lo que sé como autor trato de aplicarlo luego en el espacio, a veces me va bien, a veces no me va tan bien, pero de alguna manera le pongo garra. Respetar la prioridad de estas categorías también señala cómo funciona el teatro de cada uno.
También dará un seminario
Aprovechando la presencia del dramaturgo en Montevideo, el Departamento de Educación del Teatro Solís organiza el seminario Desmontaje de un Proceso Creador basado en Ala de criados (es necesario haber visto la obra para participar del mismo): "Ya lo desarrollé en Bs. As. con mucha emoción y temor, como pasa siempre con las cosas nuevas, con aquello que uno nunca hizo. Nunca había hecho la experiencia de desmontar un proceso creador, es decir, tomar el proceso, en este caso el de escritura primero y luego de puesta en escena de la obra Ala de criados, y tratar de armar en principio una gramática de cada uno de los elementos que hacen a los dos distintos lenguajes, al escrito y al escénico, tratando de reconstruir el origen y los procedimientos con los cuales fue creado, aceptando por supuesto que se trata de un hecho brutalmente subjetivo, que uno lo que está mostrando es sus propias dificultades frente a la experiencia creadora pero sabiendo también que siempre como en todo fenómeno subjetivo en la medida en que pegue en la subjetividad del otro se transformará al menos en una pequeña objetividad, en una reflexión, en un espacio de pensamiento sobre las dificultades y las herramientas que tiene la escritura teatral y luego el montaje".