MARIEL VARELA | FOTOS: AGUSTÍN MARTÍNEZ
Se crió en la Ciudad Vieja, un barrio carnavalero, pero en su casa ninguno le seguía el tren. Aprendió solito los códigos de Momo y se fue metiendo de a poco en ese mundillo. A los 10 años se escapaba para ir al desfile y pasaba todo febrero en esas huidas clandestinas al tablado. Nunca pagó una entrada al Teatro de Verano: "Le hacíamos la campana a los coraceros que andaban a caballo por las canteras y nos colábamos. Nunca pasé por boletería porque de chico me colaba y de grande empecé a actuar", se ríe.
Traía la veta humorística en la sangre: uno de sus hermanos es más cómico que él pero nunca se dedicó a hacer reír y su padre "tenía lo suyo". Walter `Cucuzú` Brilka hizo malabares para ganarse el pan: trabajó en la salud, animó fiestas infantiles, fue vendedor, payaso, se metió en la Armada "pero no serví para marinero". Nunca especuló con que el humor le diera de comer: "Las cosas llegan solas en la vida. Siempre cito la frase de Ruben Blades, `si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos`. Creo que uno nació para esto porque por algo se desarrolló en esto. Escuela de cómicos no hay, te vas perfeccionando, sino iría cualquiera a hacer un curso y a los cuatro meses, `mirá mamá, me recibí de cómico`".
Su primera vez arriba de un tablado fue como payaso en El show de Carozo. "De jovencito tenía la inquietud de salir en Carnaval y le pedí a un compañero de trabajo hoy fallecido, Artigas Palomeque, gran voz, y me consiguió para salir en un trío de payasos. Mi primer día de payaso no me lo olvido más, unos nervios. Yo era el que menos hacía, pasaba la mayor parte de la actuación atrás de un biombo y por un agujerito miraba mientras Carozo y Tomy (un mago) desarrollaban la actuación y aprendía".
Más tarde, participó en La Escuelita del Crimen y tras varios pases (La Bohemia, Momolandia, Zingaros) retornó a la categoría humoristas pero con grupo propio: "Era un capricho (...) No es lo mismo ser componente de un conjunto que encargarse de sacarlo. Pagamos el precio de la falta de experiencia", comenta. C4 no pasó desapercibido, al contrario, fueron el grupo que causó más revuelo este febrero. Todo surgió a partir Gayman, uno de los personajes que interpreta Cucuzú en la segunda humorada. Una carta que el bailarín, coreógrafo y panelista de Esta boca es mía, Martín Inthamoussu publicó en su Facebook avivó la polémica. El texto acusaba a C4 de discriminar a los homosexuales. Se debatió en el ciclo que conduce Victoria Rodríguez, lo repitieron los informativos, dio material a los programas de chimentos y se comentó en la calle. Cucuzú se amargó porque nunca tuvo la intención de lastimar, pero reconoce que "a nosotros nos vino bien porque se habló. Cuando hablan de uno, sea bien o mal, no deja de ser publicidad. En la segunda rueda explotó el Teatro cuando entró el personaje porque la platea lo estaba esperando".
El uno en su oficio. Le brotan chistes por los poros. Para cada situación encuentra uno. Los tiene en la punta de la lengua. No sabe de donde los saca pero quiebra una lanza por sí mismo y asegura que no entra a internet a buscarlos. Tampoco los anota, ni lleva registro, "está todo en el disco duro". Nunca se tomó el trabajo de contar cuántos almacena en su cabeza, es todo un misterio, pero una vez un hombre le llevó un libro a VTV con 5 mil chistes y los conocía todos. "Una vuelta estuve 13 horas contando chistes y tomando un vinito en un bar, de las tres de la tarde a las cuatro de la mañana, sin parar, uno atrás del otro, era mucho más joven, fue en el `89, pero no tengo problema en hacer un show de tres horas". Es más, vive del humor pero "no tengo empacho, por donde ando caminando, me piden un chiste y cómo no". Incluso ha ido a trabajar gratis: "Me llama un amigo y me dice, `¿podés venir a un asado?` y a veces tengo problemas con mi familia por hacer esas cosas, `eh vas al cumpleaños de fulano cuando podrías estar en casa`, me dicen, pero uno lo siente así, la persona te cae bien y vamo` arriba, por qué no".
Sus chistes preferidos son los de las colectividades (gallegos, judíos, italianos) porque "rinden y el del borracho porque por los años que llevo ensayando lo imito bien", se ríe. Esas palabras confirman que predica con el ejemplo y no es pura boca: "Cuando uno está al servicio de la risa tiene que estar dispuesto primero a ridiculizarse a sí mismo, sino es imposible trasladarlo a los demás. Yo me he puesto la prenda más absurda en Carnaval, y bueno, es el personaje que te toca y tenés que defenderlo porque te está dando de comer". El alcohol y el cigarro son sus únicos vicios. Lo cuenta sin tapujos. A los 49 años puede disfrutar un buen whisky y declara no haber probado cocaína ni marihuana. "En los tiempos que corren, creo que soy más bueno que la compota. Tomo porque me gusta y no es que suba cayéndome a los escenarios. Ojo, no soy el único, yo porque lo grito a los cuatro vientos. A veces hasta por el estado físico, uno anda medio apachurrado, te tomás una copa y levanta".
Para robarle una carcajada a Cucuzú se necesita "poca cosa, tengo la risa fácil. Disfruto desde Les Luthiers hasta Yayo, todos tienen algo, no desecho ningún tipo de humor". Es uno de los que más fiestas privadas hace y no es casualidad: "Gracias a Dios nunca tuve una fiesta mala ni una mala respuesta de la gente (...) No sé bien qué tengo pero a la gente le gusta. No es porque sea ni mejor ni peor que nadie es simplemente que hoy buenos contadores de chistes no abundan. Me saco el sombrero con los que hubo, Juan Verdaguer, Roberto Barry, uno mamó ese humor y aprendió de los mayores. Hoy me tocó a mí".
Anestésico. Muchas de sus enseñanzas las sacó de El show de los Carozo: "Aprendí tanto que le robé el oficio y me dediqué a ser payaso un montón de años". Lo más inusual de estas animaciones infantiles era que hacían reír a grandes y chicos por igual con un humor sano, sin groserías. "La mayoría de los padres contratan a los payasos para que los niños tengan su lugar, pero era tan bueno el show que los padres se involucraban solos. Y mirá que sacábamos carcajadas. En más de una oportunidad las mujeres salían corriendo para el baño porque no aguantaban, tal cual te lo digo. Los sketches cómicos eran muy reideros, hacíamos juegos para grandes y chicos y creo que ese era el secreto: así como el padre quiere ver al niño feliz, la felicidad del niño se incrementa cuando ve a los grandes participar".
-¿Cuánta de esa melancolía y tristeza que se dice hay detrás de los payasos se aplica a vos?
-Todo, es real. Yo perdí mi señora, mis padres, perdí hermanos y siempre me ha tocado salir a hacer reír a la gente y hay que hacerlo porque es de lo que uno vive. Por eso cuando veo gente que va a ensayar de mal humor les digo, `bo, venís a hacer una cosa linda, no estás picando piedra, se te reditúa económicamente, te hacés popular, te aplauden, disfruta la gente, dejemos un poquito los problemas en casa`.
-¿Cuánto te sirvió el humor para superar el dolor?
-A mí poco y nada porque hay cosas que estoy por superarlas y que van a estar ahí mientras viva. A veces en los tablados viene gente que estaba para morirse, internada, te traen un obsequio, te dan las gracias porque se rieron contigo y eso te conmueve, te hace pensar que uno no pasó desapercibido por esta vida.
Confiesa que goza la vida a pleno haciendo reír a los demás. Tener esa oportunidad equivale a "tocar el cielo con las manos porque como siempre digo, la risa es una especie de anestésico para el corazón".
Hizo seis años de escuela y el resto de lo que aprendió se lo debe a la calle. "De lo bueno y lo malo extraje lo mejor, el respeto por la gente. Se han perdido muchos valores de antes que van en detrimento de la juventud".
-¿Qué te dio la `calle` que no se aprende en otro lado?
-El trato con la gente, el roce, la cancha... Vivir es una prueba constante, vivir es ir para delante pero también hay ocasiones en las que hay saber meter la marcha atrás.
Nobleza manda. Dos veces le dijo que no a Ariel `Pinocho` Sosa porque se había comprometido con otro conjunto. "Nunca firmé un papel en Carnaval a cambio de dinero y nunca fallé en un arreglo de palabra, en eso me considero noble y derecho. Jamás firmé un papel pero una vez que di la palabra, a cumplirla, son pequeños códigos que hay que tener".
-¿Se aprende a negociar?
-Cómo no, se aprende. En 2003 salí Mejor Figura de Murga, le pedí un pequeño aumento al dueño de Momolandia, donde hacía seis años que estaba, y me dijo que no. Creo que me terminó haciendo un favor porque me fui a otro conjunto donde me dieron esa diferencia de dinero y después seguí escalando, salí Mejor Figura en Parodistas y en Carnaval. Parece que los premios son credenciales que te catalogan como buen artista y eso te permite incrementar un poco las pretensiones económicas.
Es fiel a su palabra y con C4 no fue la excepción. "Tenía una oferta muy buena de dinero para estar con Los Muchachos y mi respuesta fue, `si C4 no pasa la prueba de admisión, con mucho gusto salgo con ustedes`. Pasamos y mucha gente que dudó que yo fuera a salir en C4 se tuvo que callar porque me quedé por todos los compañeros que ensayaban desde mayo del año pasado (...) Resigné buen dinero porque había dado la palabra porque creo que la plata va y viene, la plata está a la vuelta de la esquina, no está hoy, está mañana".
Memorioso. Dice no ser consciente de lo que genera arriba del escenario, pero percibe las repercusiones. "Una vuelta `Pinocho` Sosa dijo, `yo soy uno de los tipos más fotografiados del Carnaval` pero el año que yo salí con él en Zingaros creo que lo empaté. De repente él por fachero y uno por cómico". Es incapaz de esquivar un saludo o negar un chiste pero "me da un poco de vergüenza porque yo no considero que sea alguien importante".
Sabe que tiene patente para decir aquello que otros no se animan arriba del escenario y que le aguantan mucha cosa. Hizo del payaso Jorgito en 2003 con Momolandia y no pasó a mayores: no lo llamó ningún político "y fueron muy respetuosos en el Partido Colorado. De eso se trata ser demócrata y plural, bancársela a sabiendas de que simplemente es una representación artística". Pero se disfrazó de súper héroe gay y le cayeron encima. No imaginó que algo así podía suceder porque "me parece que la persona que nos criticó se contradice un poco. Si se supone que la sociedad ahora tiene la mente más abierta, tendría que haberlo tomado como lo que fue, una cuestión humorística y nada más (...) Gayman, si se quiere, está reivindicando el derecho de las personas a ser como les guste. Yo creo que tengo la cabeza más abierta que quienes lo critican".
Pasó unos días amargado porque "nunca hice nada para ofender a nadie en mi vida. Es como si te dedicás toda la vida a arreglar zapatos, un día entregás uno sin querer con un clavo para adentro y la persona se lastima.... Te quieren tirar abajo una carrera de años en dos minutos".
-¿Llegaste a comprender el `enojo` en algún momento?
-Yo no estoy en la cabeza de este muchacho, no tengo el gusto de conocerlo, pero daría casi por seguro que se tiene que haber arrepentido de lo que hizo o haber considerado que de repente se le fue un poquito la moto.
-¿Lo sentiste como una censura?
-Claro que sí. En el `98 con Momolandia pretendimos hacer un cuplé sobre dos mujeres que se habían casado legalmente en otro país y llevando 15 años de democracia, el Iname lo censuró. No sé qué hubiesen dicho de ese cuplé hoy. Estaba tomado desde un punto de vista humorístico y con crítica. Hasta me acuerdo de las cuartetas. Una decía, `en fantasías sexuales le digo con agallas decime Sánchez Padilla y pegame con la toalla`. Y en la reflexiva decía, `al ver un amor distinto dicen que es sucio y no es bueno los hipócritas corruptos que miran el ojo ajeno`. Entonces bueno, ¿teníamos la mente abierta en el `98?
FIEL A SU ESTILO
Irse de libreto es su especialidad. Se va de tema. "En 2003 hacía el payaso Jorgito, un cuplé que por suerte se recuerda hasta el día de hoy. Fue un época muy especial, la crisis bancaria, gente que perdió todo... Terminaba el cuplé y yo seguía de largo, me colgaba contando chistes con la voz de Batlle y el resto de la murga sentada en el tablado escuchándome. No tengo problema, puedo estar horas", relata el Cucuzú.