Emilia Díaz: el año que lavó pisos en Europa, el abuso que sufrió y la revelación familiar que le cambió todo

Redacción El País
Emilia Díaz nació y creció en Punta del Este, y desde adolescente no pudo escapar a su vocación actoral, que descubrió en los talleres de teatro del liceo. Mintió sobre su edad para ingresar a la EMAD de Maldonado. Luego se mudó a Montevideo y continuó su formación en la escuela de Mary Da Cuña.

Fue en una muestra final donde cautivó a Jorge Denevi, quien la invitó a formar parte del ciclo de humor Plop (Teledoce), lo que marcó el inicio de su carrera en la televisión.

Con solo 23 años, tuvo la oportunidad de conducir su primer programa de televisión: El Teléfono, con Rubén Rada. A partir de allí, no dejaron de llegarle oportunidades, como Dale con Todo (Canal 10), Pasión de Carnaval, con Coco Echagüe (VTV) y su participación en la ficción Bienes Gananciales, protagonizada por Gaspar Valverde y Karina Vignola.

A los 30 años, cuando estaba replanteándose su carrera, le ofrecieron Consentidas (Canal 10), un ciclo que condujo durante más de una década junto a María Gomensoro y Sara Perrone, con quienes entabló una gran amistad.

Además de su exitosa carrera televisiva, Emilia actuó en las películas El Chevrolé (1999), Joya (2008) y La Demora (2012). Es escritora y publicó dos libros: Cuestión de Díaz (2015) y Las Guardianas (2023).

Emilia es madre, operadora en Psicología Social y, también ha sido cupletera en el Carnaval. Participó en las murgas Curtidores de Hongos y Queso Magro y Doña Bastarda.

Se lleva bien con la cocina, fue parte de MasterChef Celebrity (Canal 10) y es una de las participantes anunciadas para el primer Bake Off Famosos (Canal 4).

Por ese motivo y porque el miércoles celebra 50 años te contamos cinco curiosidades sobre esta multifacética actriz, comunicadora y carnavalera.

A los 20 años, tomó un avión a España y terminó lavando pisos y vendiendo libros puerta a puerta. La experiencia fue breve pero intensa: regresó al año “con la cola entre las patas”. “Me echaron de todos lados, soy horrible limpiando pisos, sobre todo espejos”, contó a Voces.

Viajó en pareja, se separó y extrañó: “Soy volvedora”. Sin embargo, esa travesía la llevó a descubrir lo que hoy conocemos como couchsurfing (antaño se llamaba club de la hospitalidad): se alojó con desconocidos y entendió el valor de habitar otras realidades. “Te vas nutriendo de esa capacidad de ponerte en el lugar del otro, con otro color de piel, otro lenguaje, otros valores”, dijo a Portada.

En 2021, reveló dos experiencias traumáticas que tenía silenciadas. En PH, contó que se bajó de su único protagónico teatral por destrato: “Fue un acoso laboral. El director me trataba muy mal. Me arrepiento por lo que significaba para mi carrera, pero no de haberme respetado”.

Renunció dos meses antes del estreno, pagó las telas de su bolsillo y debió enfrentar un tribunal: “Tenía 23 años. Dije que el proyecto era muy lindo pero no me sentía a gusto. Nunca lo hablé hasta ahora”, agregó sin dar nombres.

En Polémica en el bar, mientras hablaban de Varones Carnaval, hizo otra dura confesión: “Fui abusada sexualmente. Es terrible sobrevivir a esto. La culpa, el estigma y las consecuencias físicas y emocionales son muy jodidas”.

Fue en los talleres de teatro del liceo, donde actuaban clásicos y siempre quedaba en los castings, que el arte la atrapó. Aunque su padre soñaba con verla detrás de un escritorio, Pitula, una mujer muy culta y abuela de una amiga, le dijo: “Vos sos actriz”.

A los 20 y pocos, entendió que la actuación no era un hobby. Entró al elenco del recordado Plop! gracias a Jorge Denevi, quien la vio en una muestra final de la escuela de Mary da Cuña, donde estudiaba junto a Vicky Rodríguez y Gabriel Hermano. Denevi los convocó a los tres.

“Plop fue mi escuela. Aprendí la disciplina de estar en hora y con la letra sabida”, reconoció en La Morán de noche. En una entrevista con Voces, dijo que esos años en el programa de Teledoce fue “tocar el cielo con las manos”. Sobre el trabajo de Denevi expresó: “Marcaba en forma muy democrática, respetaba los tiempos del actor, las dificultades de cada una. Pero también era riguroso, con una cosa como de Xirgu. Solo se faltaba con carné de defunción”.

Leonardo Maine/Archivo El Pais

Compartió en PH cómo el análisis psicogenealógico marcó un quiebre en su vida. Al armar su árbol familiar, descubrió que los dos apellidos de su madre pertenecen a mujeres cuyos hijos no fueron reconocidos por sus padres. “Lo supe con 40 y fue muy significativo”, dijo. Esa información -la vergüenza, estigmatización y abuso- le dio sentido a muchas de las “furias hepáticas” que siente como mujer y que parecían irracionales.

Además, reflexionó sobre las memorias heredadas: “Somos la punta de un iceberg. Muchas de las cosas que nos pasan sucedieron antes de que naciéramos”. Y agregó: “A veces decimos, ‘por qué me pasa esto’, y encontrás que hubo otro ser, incluso llamado igual que vos, como mi bisabuela Emilia, que vivió cosas que yo heredé, y que vengo a sacar ese peso para que mi descendencia ande un poco más liviana”.

También dijo que consulta cartas astrales y cartomancia para entender el mundo más allá de la razón.

Imagina su futuro entre cámaras, viajes y espiritualidad: “Me veo recorriendo Latinoamérica, entrevistando y conviviendo con chamanes y chamanas, haciendo documentales”, dijo en diálogo con Portada hace dos años. Algunos expertos le han dicho que con la cámara no le va tan mal, y si bien admite no saber mucho de cine, quiere formarse para llegar a dirigir una película y desarrollar guiones.

Le encantaría, además, escribir un unipersonal que mezcle lo espiritual con las travesías: un “thriller psicoecológico”, lo definió. También anhela crear una plataforma de comunicación libre, que reúna a las comunicadoras mujeres “que no tienen aire en este momento para empezar a hablar de lo que queremos hablar”.