Por Mariel Varela
Susana Groisman carga con un enorme bagaje de personajes en su mochila. Hoy se dice "enamorada" del que le ha tocado en suerte, y se considera una afortunada. Encarna a la popular y conocida Celestina, y la defiende a muerte: "Me mato de risa con ella, la adoro. Aunque con el director (Marcelino Duffau) siempre discutimos porque él dice que es un ser despreciable pero yo no lo creo así", declara la actriz.
La Celestina es un clásico de la literatura, y como tal, conserva esencia y contenidos capaces de aplicarse a cualquier época y volverse contemporáneos: "Todo es absolutamente actual, salvo lo de remendar virgos", se ríe. La problemática que sufren los personajes se repite ayer y hoy: "Avaricia, amor y lujuria son un universal y no tienen tiempo. Las emociones de los seres humanos son las mismas ahora que en el siglo XV", agrega.
Duffau se entusiasmó mucho apenas recibió la versión de Suárez Marzal, y optó utilizar esa adaptación de La Celestina para trasladarlo a las tablas nacionales. La obra se estrena este sábado 4 de setiembre en el Teatro del Centro, y llega con una propuesta aggiornada. Director y escenógrafa (Ana Rospide) se plantean un juego compartido en lenguaje, vestuario y personajes al combinar clasicismo y modernidad, época y actualidad, respetando los cánones esenciales de la historia, y su contexto.
El sábado debutan pero no es la primera vez del elenco actuando frente al público, ya que desde el 16 de julio realizan presentaciones en los liceos con el fin de atraer un público joven. Susana Groisman habló con Sábado Show acerca de éste y otros asuntos vinculados a la obra, así como el desafío que supone esta actuación en su carrera, y la dificultad de cantar arriba de las tablas.
Renovado. Fernando Rojas escribió La Celestina en el siglo XV en un español antiguo, hoy obsoleto. Duffau propuso respetar y conservar "un perfume de ese lenguaje", aunque no la totalidad de sus componentes, porque el público no lo entendería: "Hay un dejo de un español que no es el que hablamos hoy pero se amolda para facilitar la comprensión. De repente le ponemos algún anacronismo o palabra que no se usaba en esa época, por ejemplo, abombado", remite Susana. La actriz tiene músculo de la memoria bien entrenado pero este parlamento fue uno de los más difíciles que le tocó aprenderse debido a cadencia, tipo de lenguaje, y cantidad de monólogos: "Me cuestan horrores. Prefiero el diálogo picado a mis tiradas largas". Un juego similar se traslada a ambientación y vestuario. Ana Rospide no realizó una copia exacta de la época, sino que optó por recrear la moda conservando parte del estilo, "pero no tal cual".
La cantidad de personajes también se modifica respecto al texto original, de veintiuno a cuatro. Éste constituye otro de los diferenciales que ofrece la versión de Suárez Marzal, y que motivó a Susana a aceptar la propuesta: "Me gustó esa síntesis. El público de hoy no sé si tiene ganas de ir a ver la versión original, tal vez se haría muy extensa. Encuentro que dice todo de una forma más moderna, actualizada, y puede ganar más al público joven. La probamos en los liceos y es fantástico. Los gurises se ríen, se divierten, respetan los silencios", atestigua la actriz. Y se propone resumir esta popular trama: Calisto (Fernando Vannet) quiere conquistar el corazón de Melibea (Angie Oña), y recurre a Celestina (Susana Groisman) que aparece siempre que hay mal de amores en la vuelta. La vieja deberá poner en práctica sus artilugio y maleficios para arreglar el asunto. Al trío inicial en escena se incorpora un músico (Jorge Bell) que cumple el rol de "espectador popular" y es característico de la época.
Talón de aquiles. "Es la historia de Calisto y Melibea, dos locos enamorados". Los cuatro actores salen desde atrás del telón cantando esa primera canción que oficia de bienvenida, y da "un impulso, una energía especial" para arrancar. Y repiten el mismo recurso al cerrar la obra. Jorge Bell y Carlitos García compusieron a dúo las diversas melodías que suenan a lo largo de las distintas escenas: "No es de época, es música uruguaya", aclara Susana. Y agrega que Bell realiza una serie de "ruiditos" con sus instrumentos (xilofón y triángulo) que complementan la musicalización total.
"Mis compañeros cantan como los dioses, yo no, soy la que canto peor", se ataja la actriz, que dice no contar con grandes dotes en ese costado artístico. "Adoro cantar pero no se trata de eso, es un problema de oído. Me traje la música a casa, la escucho, la escucho, la escucho, pero antes de cada ensayo le tengo que pedir al músico que me toque algo para recordarme", relata.
El personaje. Ni blanco ni negro. Susana elige los matices, y está de acuerdo en que las contradicciones son una realidad constante en el ser humano. "Por filosofía pienso que todos tenemos luz adentro del alma; somos buenas personas pero nos vemos afectados por emociones aflictivas (la ira, la codicia, la envidia, los celos)", comenta Susana. Celestina no es una excepción: "Aunque muchos vean solo lo malo, cuando lo compuse trabajé una persona con una esencia positiva. El director veía otra cosa, pero yo, la actriz, veía una esencia positiva porque pienso que todos los seres la tenemos", reflexiona acerca de la naturaleza de su personaje. Para desarrollar esa construcción, Susana no copió pero sí se inspiró en un modelo particular: la española Terele Pávez que personificó a La Celestina. "Me fascinó. La cabeza me dio un vuelco y dije, la quiero hacer por este lado. Se lo planteé al director y estuvo de acuerdo. Y Ana me ayudó a verla como yo quería a través del vestuario", confirma.
La actriz había leído este clásico literario entero hacía mucho tiempo, pero apenas la convocaron para protagonizar la obra, no dudó en retomar la lectura previo a las horas de ensayo: "Siempre te ayuda tener la visión completa", asegura convencida de acertar en la técnica. Su objetivo era estar preparada para enfrentar una de las mayores pruebas que su carrera le ponía delante: "Es un gran desafío porque en el mundo la han interpretado las grandes actrices. Me puede ir bien, como me puede ir mal, pero que me saco el gusto de hacerla, me lo saco", concluye Susana Groisman.