Por: Mariángel Solomita
Héctor Manuel Vidal, 68 años, altura media, barba blanca, está sentado en un sillón de terciopelo verde. Encoge los hombros y se pasa una mano por la barbilla. No sabe. La pregunta planteada fue qué problema habría que plantearse hoy en el teatro.
-Pienso que en la pregunta puede estar el fracaso porque, ¿qué teatro hay que hacer acá?, entonces hay grupos enteros que han hecho encuestas con el público: ¿qué es lo que el público quiere ver? Un disparate. Pero un disparate de que ya en el planteo está el fracaso: uno no está para dar respuestas está para exponer y expresar lo que le viene del alma y de lugares menos limpios que el alma. Son como esas frases que ellas mismas se destruyen, una que me encanta cómo se destruye y sin embargo tiene gran auge es "una imagen vale más que mil palabras." Vos fijate el fracaso de eso que no tenés manera de decirlo que no sea con palabras.
De los 2.800 versos que tiene la novela poética de Lope de Vega La gatomaquia, Vidal se quedó con la mitad.
-Los padres vivían en las afueras de Madrid. El padre abandona a la madre y se va con otra mujer para Madrid. La madre desesperada lo va a buscar, se encuentra con el padre y ahí nace Lope; por eso dice que es hijo de los celos. Es precioso. Los celos están en toda su obra.
Gatomaquia, la versión que moldeó Vidal, volvió al escenario, esta vez del Teatro del Notariado. El elenco no es el original que en el 2008 subió a recoger los Florencios y el resto de los premios, como el Premio Teatro del Mundo (Argentina). Vidal no asistió, no cree en los galardones.
Santiago Sanguinetti, Fernando Dianesi, Leonor Chavarría y Natalia Bolani están al mando en la sexta temporada.
-¿Cómo se prepara una reposición?
-Es terrible, es enorme el trabajo. Tiene dos peligros, uno que te quede muy rígido por intentar ser idéntico, porque con el esquema estamos de acuerdo, pero hay que integrarlo a cada uno, hacerlo vivir, se modifica de acuerdo a la característica de cada actor. El otro peligro es tratar de ser distinto de vos mismo y forzarte a ser original, y que se note. Incluso cuando montamos Maluco nos sucedió ese peligro, "que no quede la misma solución que en Gatomaquia". A mí si funciona, no me importa.
-Es que en Maluco hay rastros de Gatomaquia.
-Es muy posible porque hay parentesco, en primer lugar porque Maluco también es una novela (la premiada Maluco del uruguayo Napoleón Baccino). Las dos suceden en el siglo XVII y en los dos casos los actores vienen a contar. Yo ya había realizado adaptaciones de novelas pero desde la teatralización, en cambio acá no ocultamos el origen del relato narrado, por eso los actores vienen a contar la novela, el cuento se va matizando con actuaciones. Que el elenco sea el mismo no es casual. Al presentar Gatomaquia por varios países surgió el interés por el lado Español (Embajada) y de Colombia (Festival Internacional de Manizales) de que hiciéramos otro espectáculo para seguir girando, y el compromiso de un elenco para viajar es muy complicado, hay que priorizar. Por eso hicimos un pacto de sangre.
CAMBIO DE RUMBO. Justo antes de montar Gatomaquia, Vidal renunciaba por segunda vez a la dirección de la Comedia Nacional. Dice que no vuelve más, que hay una invitación para dirigir una obra y que es muy posible que lo haga, pero "una cosa así formal, de estructura, si quisiera y si pudiera: no".
-Apenas se fue decía que tenía que ver dónde poner la obsesión.
-Me sentí liberado, y buscando en mi biblioteca tenía un librito que había comprado en una librería de viejo, lo agarré para divertirme. A los 15 días de divertirme empecé a plantearme cómo plantearlo en teatro y así terminamos ensayando meses y meses para Gatomaquia. Con Maluco fue similar aunque fue más a pedido. Me recordó Baccino que desde el año `95 que le doy vueltas y es cierto porque desde que leí la novela me hacía ese tipo de planteos. Pero en el `96 me nombraron en la Comedia, en el `98 ya no estaba y empecé a pensar de nuevo en Maluco y en `2001, en medio de conversaciones con Baccino, me nombran de nuevo de la Comedia. Cuando me pidieron un espectáculo tenía algunas cositas y `está Maluco que lo tengo en la garganta`.
A fines del 2011 se presentaron una pocas funciones de Maluco. Durante el mes de enero y febrero podrá verse en la sala del Teatro del Notariado. Esta vez los actores son tres (Bolani no pudo sumarse), y encarnan a varios personajes, en especial a Juanillo Ponce, narrador de la novela de Baccino, un bufón avejentado que decide escribir cierta crónica de viaje (el que descubrió el Estrecho de Magallanes) al rey Carlos V para que le reintegre la pensión que le fue retirada por hacer públicas sus versiones de la historia.
Por "locuras de la edad", porque "tenés que tener estímulos y eso tiene que ver con alguna dificultad", porque "difícilmente hay arte sin dificultad", consiguió nueve copias del libro y lo distribuyó a todo el equipo: actores, diseñadores y operadores.
-Todo el mundo a leer la novela y la apertura fue, ¿qué hacemos con esto? Planteábamos ideas desde la escritura y las que veíamos que sí las íbamos probando en la cancha. Nunca hay un método y siempre hay un método, quiero decir que uno se va haciendo con el oficio, de que a veces está resolviendo parecido a como había resuelto otra cosa...
-La manera de dirigir, en definitiva, ¿no cambia?
-Hay cosas centrales que sin duda no cambian. Creo yo, exagerando un poco, que hay un método para cada estilo, lo ideal es que haya un método para cada obra, porque realmente he visto el otro peligro de aplicar "mi método" a todo.
-¿Hay que perder el método entonces?
-Sí, más en este país donde en general todos tenemos un repertorio ecléctico. Nosotros en Gatomaquia hicimos una especie de defensa pública, prurito moral o trampa: pasamos por varios estilos, y yo ya estaba bastante viejo, había trabajado con mucha gente, entonces hay momentos que llamamos "homenajes". Por ejemplo los personajes que Leonor hace con la rodilla y la patita, lo saqué de un peruano que hacía teatro callejero. Cuando vemos a Santiago con los brazos alargados, eso es de un espectáculo de Horacio Buscaglia.
-El principal elogio es la modernidad que le inyectó al texto de Lope, ¿qué es esa modernidad?
-El motor para haberlo hecho así es que si yo elijo una obra me tengo que casar con lo que diga y tengo que entender por qué escribió ese texto un año antes de morirse (1634), ironiza con su vida, con su obra, con la obra de sus contemporáneos, y hay otra cosa, que escribí en la espalda del gato Micifuf, es de Fernando Pessoa: "El poeta es un fingidor/finge tan completamente/que hasta finge que es dolor/el dolor que en verdad siente". Entonces si lo que Lope hace es reírse de su vida, de su obra, yo tengo que satirizar, parodiar la forma de contar. Descubrir eso no es fácil, y de qué manera, por ejemplo descubrimos que los gestos del teatro clásico exagerados son pasos de ballet. O cómo llegamos a la ópera en la escena del casamiento...No era por hacernos los modernos, era por encontrar qué forma de relato criticábamos o nos reíamos o ironizábamos.
-Lope también creía que había que cuidarse del público femenino, al que había que "engañarlo con la verdad". Usted, ¿qué espera del público?
-Yo no me separo del público en ese sentido. Si elijo una obra es porque me gusta mucho y después quiero que eso funcione. Qué quiere decir, que durante ese largo periplo soy el sustituto del público además de ser el que largue la idea o aplique el oficio; yo soy el público ausente. Creo que si a mí me interesa mucho va a haber otra gente a la que también. El público no es otro, soy yo.
-¿Le interesa un escenario cada vez más despojado?
-No tengo un esquema pero siempre las cosas más interesantes del teatro es cuando con poca cosa y el actor solo conseguís abrir muchos mundos, y ahí también está el peligro. Pero no hay reglas, siempre hay que hacerle al cuento lo que necesite el cuento. En Maluco intentamos eludir lo descriptivo porque voy a que cuando más concentrado está el actor en una cosa...cuando vos vas leyendo una novela es tu imaginación la que se mueve estimulada, en cambio si sos muy descriptivo lo que podés es matar la imaginación del espectador con la imagen: la imagen mata la imaginación, porque ya es esa. Y es más lindo que yo vea mi mar, mi barco, mi Carlos V.