EL PROFESOR DE LA GUERRA
El actor y docente de historia especializado en enfrentamientos armados analiza el conflicto entre Rusia y Ucrania. "Lo políticamente correcto nos está impulsando a ser hiperpacifistas", observa.
En el escritorio de Diego Delgrossi, la cartelera está llena de mapas de Ucrania que marcan el desarrollo día a día del conflicto armado iniciado por el gobierno de Vladimir Putin. En otra pared, tres relojes indican la hora en Washington, París y Moscú mientras el zapping va y viene entre diversas cadenas noticiosas internacionales.
Como docente de historia y especializado en conflictos armados, Delgrossi sigue minuto a minuto los acontecimientos. El comediante se reunió días atrás con el embajador ruso en Montevideo, Andréi Budáev, para conocer la versión oficial del país gobernado por Vladimir Putin. El encuentro generó polémica en redes sociales.
-¿Te sorprendió el estallido del conflicto armado entre Rusia y Ucrania?
-Un mes antes del conflicto, se había reportado una concentración importante de tropas rumbo a la frontera. En casos de tensión entre dos países vecinos es habitual el amedrentamiento y a veces se hacen maniobras en una frontera como una demostración a la otra parte. Lo que me pareció más claro fue cuando, tres o cuatro días antes, el presidente de EE.UU, Joe Biden dijo; “Rusia está por atacar”. Ese tipo de información suele ser altamente confidencial y el peor daño que se le puede hacer al enemigo es revelarla. “Así que si Biden lo dice, quiere decir que es verdad”. Ese fue mi razonamiento. Desde ese día me preparé: me suscribí a varios canales y portales y comenzamos a intercambiar material con colegas míos que están en Argentina, en España, en Bélgica... Se armó una red para intercambiar información sobre armamento, cantidad de efectivos y otros datos.
-Y el día de la invasión, ¿cómo lo viviste?
-Estaba en mi casa cuando empezó la “operación especial”, como le dice Rusia. Es una invasión. Cuando se entra a un país de forma armada, es una invasión. La ONU declaró agresor a Rusia y agredido a Ucrania y desde entonces empezó una catarata de medidas económicas en contra de Rusia, que está afectando a otros países. Hay racionamiento de alimentos en varios países de Europa o limitaciones energéticas.
-Daba la sensación que en el siglo XXI no se produciría una guerra que en muchos aspectos es tradicional: de combate en las ciudades, con guerra de guerrillas. Parecía cosa del pasado...
-Para Occidente era cosa del pasado porque no lo vivimos desde hace 70 años en Europa, sin contar las guerras yugoslavas de 1990 a 1994. Pero si miramos el resto del mundo, la guerra siguió presente. ¿Qué pasa en Congo? ¿Y en el conflicto de Arabia Saudita contra Yemen? ¿Qué es la lucha contra el narco en México si no una guerra? Sin ser los países “ilustrados” occidentales, es decir, parte de Europa, Estados Unidos, Canadá, Costa Rica y Uruguay, que somos los más libertarios y civilizados, un poquito Chile, Japón, Australia y Nueva Zelandia, el resto del mundo está habituado a guerras o expresiones de violencia y represión muy fuertes. Nosotros estamos imbuidos de lo políticamente correcto, lo que afectó la percepción histórica. La parte buena de todo esto ha sido que se realzaron los derechos humanos, de las minorías y de la mujer. La parte mala es que estamos educando a nuestros hijos para un mundo que no es tal. No los estamos preparando para cuando sean ciudadanos del mundo y eventualmente estén en otro país donde hay un conflicto o un régimen autoritario y no sabrán cómo lidiar con eso. Lo políticamente correcto nos está impulsando a ser hiperpacifistas y demonizar la guerra cuando en la mayoría del mundo hay guerra y hay gente que la impulsa desde el extremismo.
-¿Crees que esta inocencia “pacificista” incidió también en este conflicto?
-Sí, claramente. Ahora los países europeos de la OTAN se están armando a pasos agigantados. Quizás debieron hacerlo antes. Ahora se dieron cuenta porque vino un trasnochado, como Vladimir Putin, que hizo su carrera en la KGB y se dio cuenta de que en Europa están casi de rodillas militarmente. Al ver ese panorama, dijo: “me toca” e hizo su jugada.

-Como docente y analista de estos temas, ¿qué te atraen en particular de los conflictos?
-Para empezar tuve que aprender que la guerra forma parte del genoma humano. Yo era de los que pensaba que la gente toda era buena o estaba equivocada. Sigo diciendo “no a la guerra y sí a la paz”, pero también le doy a la derecha a un refrán latino que dice: “Si quieres paz, prepárate para la guerra”. Es lo que ha pasado a lo largo de 10.000 años de la historia humana. La guerra está en nuestros genes. Luego me interesaron las causas de los conflictos: la guerra no se da un día para otro. En este caso, ya en los '90 había grupos de ucranianos que querían la vuelta del país a Rusia, adonde ya habían pertenecido como Unión Soviética. Del lado ruso, los apoyaban e incluso reconocieron a dos repúblicas que están en Dombass. Creo que esas repúblicas no van a volver Ucrania, salvo que Ucrania las invada, como ya hizo en 2014 y mató a 14.000 personas. Esa es parte de la génesis conflicto de esta invasión rusa que está generando víctimas civiles. Como en toda guerra, muchas cosas nos enteramos y otras no las sabremos hasta el final sobre qué es lo que realmente está pasando en los frentes.
-Europa y Estados Unidos apoyan a Ucrania pero algunos evalúan insuficiente ese apoyo. ¿Cuál es tu visión?
-Es tragicómico ver como Europa y Estados Unidos mandan armas a los ucranianos pero no acceden a hacer una zona de exclusión aérea. O imponen sanciones económicas pero no anulan las transacciones financieras de los hidrocarburos. Que el gas natural y el petróleo ruso siga llegando, entre otras cosas porque se viene el invierno en Europa. Le perdieron la mano a la guerra los europeos y no saben cómo actuar en este momento.
-Daba la sensación de que el plan de Putin era obtener el control de Ucrania en una operación mucho más corta.
-Totalmente, pero no le funcionó. Demora porque el pueblo ucraniano le hizo y le sigue haciendo la resistencia. Estoy seguro de que Putin esperaba más apoyo de los ucranianos prorusos y a la vez, menos resistencia de los partidarios de Zelenski.
-¿Cómo crees que se resolverá el conflicto?
-No lo sé. Lo seguro es que Putin no va a ir para atrás, por una cuestión de orgullo y por la política interna. En el Kremlin, al que se descuida, le cortan la cabeza. Putin va a seguir hasta llegar a una paz honorable para Moscú, lo que seguramente implique la destitución de Zelenski y que Ucrania no se militarice ni entre en la OTAN. Quizás Ucrania se divida en dos o tres naciones. En una guerra lo primero que hay que conseguir es el “alto el fuego” y después vemos cómo hacemos para lograr un acuerdo aceptable para todas partes. Lo que veo por ahora es que tanto rusos como ucranianos son muy tozudos.
-¿Hay margen para una generalización del conflicto?
-Todo es posible. Las armas nucleares o de destrucción masiva son de diferente potencial y alcance. Ojalá que no escale a nivel global porque a nadie le conviene, primero por razones humanitarias y segundo, por motivos económicos. El mundo está tan conectado hoy a nivel financiero, que la crisis generada por una guerra global sería mucho más grave que la ocurrido en la Segunda Guerra Mundial. Si a nosotros, como productores de alimentos, nos serviría o no, es totalmente secundario porque en caso de un conflicto nuclear, las cosas se pondrían muy feas. Sería una debacle a escala planetaria nunca vista.
-Hace unos días te reuniste con el embajador ruso en Montevideo. ¿Cómo surgió ese encuentro?
-A mi solicitud. Se están cumpliendo 165 años de relaciones diplomáticas entre Rusia y Uruguay y en ese marco y también por el conflicto, pedí una audiencia con el embajador. Aceptó muy gentilmente y fui. Como docente de historia de los conflictos armados, me interesaba mucho hablar con el embajador. Me causó muy buena impresión: es un enamorado del Uruguay. Como buen diplomático, me expuso las razones de su país para estar en esta “operación especial”, como le llaman. Intercambiamos opiniones: algunas le habrán agradado y otras no. Concluimos en que lo mejor era llegar a la paz lo antes posible y digna para ambas pueblos. ¿Qué significa eso? No lo sé. Me hubiera gustado entrevistarme con el embajador de Ucrania, también, pero en Uruguay no hay sede diplomática. Está en Buenos Aires.
-Después del encuentro se generó una polémica en redes porque desde Uruguay y la mayoría de los países occidentales hay una simpatía por Ucrania. ¿Cómo evalúas eso?
-Me parece perfecta esa simpatía. Es lo que nos pasaría a nosotros si nos invade Brasil, por ejemplo. Si eso pasa, ¿qué podemos hacer frente a una potencia mucho más poderosa militarmente? Resistir hasta que alguien nos mande tropas.
-Pero en virtud de eso, recibiste críticas...
-Es verdad. Hay personas que han dicho que prácticamente soy un agente del servicio secreto ruso... Son las reglas del juego. Yo fui en busca de una versión oficial del Estado ruso, que establece que era necesario intervenir en Ucrania porque, a su juicio, había un gobierno filonazi. No esperaba otra cosa del embajador pero en mi caso, yo estoy haciendo un estudio del conflicto dejando de lado el corazoncito. Así que cuestionar mi raigambre democrática y batllista porque me reuní como profesor de historia con el embajador de Rusia, es una estupidez. Durante la Segunda Guerra Mundial, si hubiese podido, me hubiera reunido con Hitler, con Stalin, con Churchill, con De Gaulle, con Roosevelt y con Truman... Con todos me hubiera juntado porque esa es la materia prima del historiador.