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César Bianchi y su libro sobre Operación Océano: "Le escapé a lo políticamente correcto"

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César Bianchi. Foto: Niko Azaretto

CASO DE EXPLOTACIÓN SEXUAL DE MENORES

El periodista revela detalles de su nuevo trabajo y sostiene que tiene ganas de regresar a la televisión, un medio que le fue esquivo tras su salida de Santo y Seña.

César Bianchi. Foto: Niko Azaretto
César Bianchi. Foto: Niko Azaretto

En un año en el que la pandemia de coronavirus saturó los medios de comunicación de todo el mundo, hubo un caso en Uruguay que por la indignación que despertó se coló con fuerza en la agenda: Operación Océano, la causa judicial de explotación sexual de menores más importante del país. El periodista César Bianchi se propuso “escaparle a lo políticamente correcto” y zambullirse en lo profundo de una historia que conmovió a la opinión pública para encontrar claves que permitan comprenderla. Bajo esa premisa salió a la luz su nuevo libro, Sugar Daddy. “Entre el blanco y el negro encontré un montón de matices”, anticipa. 

-¿Por qué decidiste hacer una investigación sobre Operación Océano, el reciente y polémico caso de explotación sexual de menores?

-El caso tuvo mucha repercusión mediática. Se lo propuse al editor, me dijo que lo veía ideal para mí y me embarqué en este proyecto. Pretendí ir más allá de los titulares y procuré entender un poco mejor los pormenores de la historia. Fui detrás del expediente, escuché horas y horas de entrevistas en Fiscalía, busqué testimonios de abogados, implicados, fiscales y de las víctimas.

-¿Qué fue lo que más te llamó la atención del testimonio de las víctimas?

-En el expediente me di cuenta de que había una chica que era el común denominador de los 32 imputados. Tuve una entrevista con ella, que no había hablado en ningún lado. Me hizo comprender mejor la historia. Entendí las motivaciones de ella y de su mejor amiga para meterse en páginas y aplicaciones en busca de “sugar daddies”. Entre el blanco y el negro encontré un montón de grises. No todos los imputados son explotadores y violadores. Me remito a la entrevista con ella en la que cuenta que mentían su edad y mentían que iban a la facultad para conseguir “sugar daddies” y hacer plata fácil.

-¿Qué es un “sugar daddy”?

-Un sugar daddy es un hombre adulto de edad avanzada, solvente económicamente, por lo general profesional, que por intermedio de un pago, un regalo, un viaje, o dinero en efectivo, consigue la atención o las caricias de una muchacha muchos años menor que él, que de no haber un pago, seguramente no le prestaría atención a un hombre mucho mayor que ella. Esa suerte de contrato tácito es lo que está presente en todo el libro.

-¿No definirías a todos los imputados como abusadores de menores?

-No. La Justicia va a definir, pero yo creo que no todos son abusadores. Muchos de ellos fueron engañados.

-Partiendo de la base de que uno primero se pone del lado de la víctima, ¿sentiste también empatía por alguno de los imputados?

-A decir verdad sí. No la sentí por ninguno de los que sabía que lidiaban con menores de edad. Con esos no. Pero el único de los 32 que ya está condenado porque asumió el delito y está en prisión domiciliaria nunca llegó a ver a la chica. Nunca tuvo una cita y mucho menos tuvo sexo. Habló por una app con una chica que le dijo que era mayor de edad y ahí quedó. Lo que lo incrimina es que hubo intercambio de fotos. No digo que sea inocente, porque no lo es. Pero sí llegué a comprender que querían hablar con chicas jóvenes, pensando que eran mayores de edad. Entiendo a Fiscalía en que los acusados deberían haberse esmerado más en comprobar que estaban dialogando con adultas.

-En el contexto actual, ¿es políticamente incorrecto señalar las mentiras de las menores y relativizar las acciones de los imputados?

-Es que ellas lo confiesan. Desde el inicio supe que me quería parar en el medio y no tomar partido por ninguna de las partes. Esto era una postura. Recibí “sugerencias” para que el libro tuviera cierta visión de género y también de los imputados que decían “ahora que conocés nuestra historia sabés que no somos los culpables ni victimarios”. Procuré narrar las dos historias desde el medio con la mayor cantidad de detalles que permitan un análisis crítico del lector. Creo que lo logré. Aporté un montón de elementos nuevos que permiten conocer mejor la historia.

-¿En ningún momento te viste tentado de publicar el libro bajo una visión de género?

-No. Intenté escaparle a lo políticamente correcto. Y la investigación me permitió ver los distintos matices y advertir que no todos tienen la misma responsabilidad. No es lo mismo la persona que sabía que lidiaba con menores de edad y siguió adelante como si nada que alguien que por una app se contactó con una joven que le decía que tenía 20 años y se mandaron fotos y nunca ni siquiera se vieron. Entre un extremo y otro hay distintos grados de responsabilidades.

-¿Leíste el libro Operación Océano de Eduardo Barreneche y Alfredo García, que trata el mismo caso?

-No lo he leído. Descuento que es un buen trabajo porque conozco a Barre y es un gran periodista.

-¿Tenés ganas de volver a la televisión?

-Sí. Hay una posibilidad en un canal. Yo tengo muchas ganas de volver.

-¿El hecho de que no hayas vuelto a la pantalla todavía se lo atribuís a la viralización de aquel video en el que se te veía negociando con un inspector de tránsito?

-No, a esta altura del partido no.

-¿Y a qué?

-No lo sé. Yo también me lo preguntó.

-La última vez que trabajaste en televisión fue en Santo y Seña, ¿te gustó el nuevo formato de este año?

-No lo he visto mucho. Lo poco que vi me gustó.

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