Por: Mariángel Solomita
Aquello que Carlos Sorín querría cambiar, lo lleva puesto. "Me gustaría gozar de la vida más allá de las películas. No puedo; lo considero mi parte enferma." Este año presentó El gato desaparece, una película que se ve como un cuento corto, con el lado terrorífico de las leyendas urbanas que se cuentan boca a boca.
La prensa argentina sostiene que esta cinta, "la más estilizada que ha hecho", significa un debut. Es la cuarta vez que lo escriben. 1985: La película del rey, 2002: Historias mínimas, 2009: La ventana. "No es debut de nada porque no es que ahora empiezo a hacer películas de género ni mucho menos", dice y se ríe. "Esto es una especie de paréntesis, un divertimento. Tenía ganas hacía tiempo de hacer una película clásica, de un género prestigioso como es el suspenso. No es un thriller en serio, juego al thriller con todos sus tics. Considero que es un ejercicio de estilo, el tema es un accesorio".
-Ha dicho que se acercó al cine por amor a las cámaras, que es un fanático de la tecnología. Aquí eligió el sistema cinemascope, imagino que el disfrute fue distinto...
-Sí. Hacer una película en cinemascope implica re-aprender varias cosas respecto al encuadre, al montaje, a todo, porque al ser la pantalla tan ancha dificulta los primeros planos, tiene otras duraciones en el montaje. Pero quise hacer cinemascope porque quería una experiencia clásica en todo sentido.
-¿Qué tanto cambió su manera de hacer en esta película? Por ejemplo en la manera de producirla.
-No cambió mucho, es una película pequeña a pesar de que `cinemascope`, `una película de género` podría sonar una cosa de mayor dimensión a lo que venía haciendo. Es una película muy acotada, muy pocos escenarios, prácticamente dos actores a lo largo de toda la película, así que no, sigue siendo una película en la escala de las películas que yo hago, en las cuales yo me siento cómodo. La escala es la de un presupuesto que yo puedo producir.
-Habitualmente menciona su gusto por trabajar con lo accidental, ¿le dejó un espacio deliberado esta vez?
-No, ninguno. Contrariamente a mis películas anteriores donde lo accidental era bienvenido -no siempre usado, pero digamos que había una apertura a que ocurran cosas no previstas en el guión-, en este caso es una película total y completamente construida: el guión estaba construido y se respetó completamente, las actuaciones están construidas. En ese sentido es una experiencia muy distinta a lo que hice, pero bueno, es otro género, ¿no?
RODAJE CONTINUO. Carlos Sorín no se toma descansos. Tiene 66 años y acepta que él funciona de proyecto en proyecto. "La desgracia que tenemos los directores es que nunca podemos ver nuestra película como si fuese la primera vez, como un espectador real. Por eso las percepciones están distorsionadas". Entonces defiende su voluntad de conservar la autoría. Por eso se involucra tanto: escribe, produce, dirige, edita; su hijo hace la música.
Luego de un comienzo de carrera desbordante, con premios, elogios y la posibilidad de rodar una película con actores de Hollywood que resultó fallida y que lo alejó del cine, Sorín encontró su lugar. Se inventó una manera de poder hacer un cine simple, de argumentos sencillos y un equipo de trabajo reducido.
Se quedó con algunos rincones argentinos. Él viaja por la ruta, se detiene y escribe. No es casualidad que descubra que cada vez que se le ocurre una historia se trate de alguien que emprende un viaje.
"Yo nunca sé cómo surge el germen de la idea, me olvido rápidamente. En este caso yo estaba en un trabajo sobre la locura o sobre la fragilidad de la mente humana. Cómo una mente como la de Luis (Luis Luque), un profesor universitario, un filósofo de primera categoría, podía caer en la locura sin ninguna causa de lesión física. En ese momento todo el aspecto `thriller` me molestaba, era una película que hablaba sobre la fragilidad de la mente y la abandoné porque me pareció demasiado serio. Un año después releí uno de mis libros de cabecera, que es el de las entrevistas que Truffaut le hizo a Hitchcock y Hitchcock dice una frase que iluminó totalmente este proyecto. Le dice `los que piensan que Psicosis es una película sobre la locura se equivocan, Psicosis es una película sobre el cine.` Psicosis es nuestra, de los cineastas, y entonces dije, `claro, yo debería afrontar de vuelta el tema de que la locura es accesorio y acá de lo que estamos hablando es de la eficacia del cine, del juego que el director le propone al espectador.
-Nombró a Hitchcock y me llamó la atención el cameo en el que usted aparece, al estilo Hitchcock...
-Podría pensarse que es un homenaje más al maestro, pero no. Resulta que cuando calificaron a ese personaje, que es un vecino que pasa por el fondo de la casa, le asignaron un rol de `bolo mayor` y había que pagarle U$S 200. Entonces dije, `no, lo hago yo y me los gano`, e hice tal cual.
-También intervino Juan Villegas (El perro, 2004), en su oficio real...
-Sí, en su lugar y oficio de trabajo. Siempre vuelvo a algunos de mis no-actores de mis películas anteriores.
Hombre de ciudad habituado a filmar en el sur argentino, Sorín se quedó en Buenos Aires y grabó en una casa. Entre esas paredes, las cámaras y las miradas de Luque y de Beatriz Spelzini se construyó el misterio. Un misterio que perturba al espectador que de un momento a otro cambia de idea sobre quién es el insano. El fuera de campo, los desencuadres, un conjunto de sonidos sugerentes, la música precisa, "tipo comedia televisiva norteamericana de los `50" que aparece sólo cuando se la necesita, engrandecieron el suspenso. Parece que Sorín hubiera filmado esos pensamientos que zumbean entre la lucidez y la demencia.
-En este caso, ¿confió más en las palabras?
-No, para nada. Creo que en este caso y en los anteriores, lo que dicen textualmente los personajes no tiene demasiada importancia. Es gestual: ella (Beatriz) transmite con sus gestos. Hay muchas palabras ocultas pero la paranoia in crescendo uno la ve en su mirada.
-¿Es cierto que no ve cine mientras produce una película?
-Según, cuando estoy metido en la etapa previa al rodaje, trabajando los encuadres, trato de no ver muchas películas porque me influye mucho. En este caso una película que vi durante esa época y que influyó mucho, pero mucho, fue El escritor oculto de Polanski, que es la película de un maestro. Es como la representación más acabada de los clásicos.
-¿Qué tanto influyó a la hora de construir los personajes tener a los actores elegidos desde el vamos?
-Los dos son excelentes pero muy distintos en la forma de trabajar. Beatriz es una obra de relojería y Luis es más intuitivo. Tuve algunas charlas generales, muy pocas, con uno y otro y creo que una o dos con ambos, en el escenario, en la casa. No ensayo porque en general largo filmación, largo las tomas y no explico mucho, salvo un ensayo técnico para el foco, para ese tipo de cosas. Y después voy marcando a medida que voy filmando, y en las primeras semanas es el acomodo general, tanto de ellos al personaje como el mío a la película, a la forma de trabajar con ellos. Por eso en general filmo la película en orden. Yo no tengo una idea muy clara de qué película estoy haciendo, incluso en esta que estaba muy construida, entonces me viene muy bien ir viendo un poco cómo se desarrolla el relato.
-¿Volvió a hacerse cargo del montaje?
-La edición es una tarea totalmente personal, yo no podría cederla, diría que es la verdadera escritura de la película. Uso un seudónimo que es Muhamed Rajid. No le iba a poner Sorín, me parecía demasiado Sorín. Tengo a este personaje que me viene acompañando desde Historias mínimas; soy yo.
-¿Es la etapa que más disfruta?
-Disfruto en el sentido más intenso, se sufre mucho eh, pero sí. Sí. Es el único momento casi donde la relación es íntima entre el material y uno, sin intermediaciones. Si pudiese evitar a todo el equipo y hacer la película solo sería ideal. Envidio a los pintores y su relación con la tela, como los escritores con el material: es directa, ¿no?, y la etapa que más se parece a eso es la edición.
-¿Cómo opera en usted las ganas de hacer cine?
-No sabría explicarlo. Yo no puedo vivir fuera de un proyecto, eso es parte de mi enfermedad y no lo veo como una cosa positiva. A mí me gustaría gozar de las cosas y de la vida más allá de las películas. Pero no puedo. Yo salgo de un proyecto y ahora ya estoy dentro de otro. Me voy en unos días al sur a ver locaciones, no puedo tomarme vacaciones. El cine es una pasión totalmente excluyente, absolutamente excluyente.