Camila Barrios: la artista que se destapó con "La voz" y hoy muestra su música accesible a todos los públicos

La artista y gestora cultural Camila Barrios se lanzó a mostrar su talento en el escenario luego de haber participado de La voz (Canal 10) en 2022. Se presenta con Resonar 2 el próximo 8 de agosto en la Zábala Muniz del Teatro Solís.

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Camila Barrios.
Foto: Difusión.

Camila Barrios es cantante, gestora cultural y una de las artistas emergentes más comprometidas con la inclusión en la escena local. Aunque canta desde niña y compone desde la adolescencia, fue recién en 2022, cuando se presentó a las audiciones de La Voz Uruguay, que decidió mostrarse públicamente. A partir de allí, su impulso artístico tomó forma en proyectos que integran la música con accesibilidad real: lengua de señas, audiodescripción, subtítulos y visuales pensadas para todo tipo de públicos.

El próximo 8 de agosto en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís presenta Resonar 2, la segunda edición de un espectáculo que reúne canciones propias -varias inéditas- con una fuerte impronta inclusiva. Lejos del modelo tradicional de “álbum”, esta artista apuesta al vivo como espacio de encuentro y sensibilidad. En diálogo con Sábado Show, “Cami” Barrios habla sobre sus comienzos, su vínculo con la accesibilidad, el trabajo en equipo y el deseo de que su arte convoque desde la diferencia.

-¿Cómo fue ese primer impulso para anotarte en La Voz Uruguay?

-No me acuerdo exactamente qué me llevó a hacerlo, fue bastante impulsivo. Era la primera edición en Uruguay, y mucha gente a mi alrededor me decía “tenés que presentarte”. Creo que fue una mezcla de curiosidad y de ganas de probarme. Me dije: “A ver qué pasa”. Y estuvo buenísimo.

-¿Fue una experiencia que te marcó?

-Sí, totalmente. Fue como una gran puerta. Más allá del resultado, que no es lo importante, me permitió mostrarme, subirme a un escenario, cantar mis canciones. Ahí me di cuenta de que quería hacer esto, que me gustaba compartir lo que escribo. Y también vi que a la gente le gustaba, que había algo que resonaba.

-¿Desde cuándo componés canciones?

-Desde chica. Me acuerdo un verano en Barra del Chuy, en casa de mi abuela, escribiendo frases sueltas en una libreta. Tenía 15 o 16 años. Después le mostré algo a mi profe de canto, con mucha timidez. Le dije: “Estoy escribiendo, ¿te muestro?”. Y también a mi primo, que es músico, pero no sabía cómo convertir eso en canción. Yo sabía algo de acordes en piano, bastante básico, pero no más. El proceso fue tímido, lento… y hermoso.

-¿Cómo fue transformar esas ideas en canciones?

-Con el tiempo, me encontré con Ismael Ruibal, que es quien hace los arreglos musicales. Yo le llevo algo en piano o con acordes, le digo “¿qué hacemos con esto?” y ahí trabajamos en equipo. Yo no sé tanto de música técnica, pero sé lo que quiero decir. Él aporta una mirada distinta, y eso suma muchísimo.

-Además de la música, sos gestora cultural. ¿Cómo aparece el cruce con la accesibilidad?

-Fue en 2022, cuando me convocaron para una comisión de accesibilidad e inclusión en el Sodre. Ahí empecé a ver el mundo desde otro lugar: a entender que muchas personas no accedían a las propuestas culturales, no por falta de interés, sino porque no había vías para que se enteraran o para que pudieran participar. La comunicación no era accesible, entonces el derecho a participar ya estaba limitado de entrada.

-¿Eso te hizo replantearte tu música?

-Totalmente. Yo venía componiendo y cantando, pero también produciendo proyectos accesibles como Break a Leg o Encuentros para un mundo mejor. En un momento dije: “¿Y mi música? ¿Dónde queda todo eso que quiero decir?”. Sentí que tenía que integrar esas dos partes de mí: la artista y la gestora. Entonces empecé a pensar mi música como un proyecto también accesible.

-Naciste sin una mano, ¿te identificás como persona con discapacidad?

-Prefiero hablar de diversidad funcional. Puedo hacer muchas cosas, tal vez de otra forma. Capaz me ato los cordones más lento o uso cierres, pero llego igual. O no, y eso también está bien. Esa sensibilidad la desarrollé más de adulta. Empecé a ver que había muchas formas de estar en el mundo y que todas tienen derecho a expresarse, a disfrutar, a participar.

-En Resonar 2, ese compromiso con la accesibilidad se nota mucho. ¿Cómo lo pensaste?

-Es una experiencia. En esta segunda edición quise mostrar más canciones propias, unas 15. El año pasado hice versiones de artistas que admiro, como Darnauchans o Cabrera, pero ahora sentí que era momento de largar lo mío. Las canciones están acompañadas con lengua de señas, audiodescripción que hago yo en vivo, subtítulos, visuales… todo pensado para que cualquier persona pueda disfrutarlo. Y también para seguir aprendiendo: qué funcionó, qué puedo mejorar.

-¿Qué te impulsó a lanzar tu primera canción, “Bartolito 2664”?

-Fue muy impulsivo también (ríe). Grabamos la canción y yo no tenía idea de los procesos: mezcla, masterización, todo eso. Trabajaba en una escuela de música y le pedí ayuda a Mauricio Geller, un profe de producción. Le pasé el material, me dijo “te lo mezclo”, y en dos semanas estaba pronto. Después quise que el videoclip tuviera lengua de señas, y ahí me metí de lleno en ese mundo.

-¿Cómo fue adaptar la canción a lengua de señas?

-Nada fácil. Hay que transmitir el sentido, no solo traducir palabra por palabra. La intérprete tiene que entender qué querés decir, qué metáforas usás, qué sentís. Por suerte trabajé con Daily Rojas, que es intérprete, y con Karina Romero, que es una persona sorda y validó todo el proceso. Fue un aprendizaje enorme. Me mostró todo lo que no sabía que había detrás.

-¿Se piensa en el disco?

-Por ahora no. Me gusta que si alguien quiere escuchar mis canciones, tenga que venir al show. Algunas están en Spotify y YouTube, pero no todo. Prefiero enfocarme en el vivo, en el encuentro, en eso que pasa cuando estamos todos ahí. Capaz algún día hago un disco. Pero todavía no siento ese impulso.

-Y mientras tanto, seguís creando.

-Sí, sigo escribiendo, borrando, probando. Estoy feliz. Lo que quiero es eso: seguir haciendo, seguir resonando con otras personas. Y que todas, todas, puedan estar.

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