Bruno Mars

Qué fácil es escuchar a este morocho. Canta bien, sabe tocar varios instrumentos y es un hábil compositor, que puede transitar en varios géneros (pop, reggae, soul y r&b) con confianza. Lástima que así como se desliza sin fricciones hacia el oído, se va de la misma manera. Y no deja casi nada en su paso. Parece que obtuvo la chance de grabar bajo nombre propio luego de comprobar que podía fabricar éxitos para otros. Posiblemente es ese talento para componer para otros el que le resta algo de personalidad. Hay un par de temas con potencial para ubicarse en los puestos más altos de los rankings, pero es casi inevitable sospechar que éstos les quedarían mejor a cantantes con más presencia.

La primera canción, interpretada con un vigor que hace años Michael Stipe no demostraba, lo preanuncia. Y las que siguen lo reafirman: este será el mejor disco de R.E.M. en varios años. El que más recordará a los ya veteranos seguidores de los primeros días el entusiasmo y las atrapantes melodías que salían de los vinilos y los cassettes. Y el que le mostrará a los que recién llegan que ese cantante al que no se le entiende casi nada, y esos músicos que inventaron un sonido que los distingue enseguida, saben que el paso del tiempo es real e ineluctable. Pero que hay canciones que siempre encuentran la manera de hacernos olvidar que eso importa.

Muy mala que digamos no es esta rapera sevillana. Más allá de poses, la Rodríguez consigue un estilo propio en parte gracias a su acento y a su manera de arrastrar vocales y comerse consonantes de forma encantadora. Pronto se presentará en Montevideo con este material, que continúa en la misma senda de siempre: estribillos que a menudo logran hacerse un digno lugar entre en el pop más radiable y un sonido que sin imitar directamente a los más famosos exponentes (tentación difícil de resistir en el género) transmite la sensación de contemporaneidad y parece sostenerse un poco más allá de lo que dure la moda del momento.