Andres Calamaro: Cantante de profesión

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Como un mantra, Andrés Calamaro repite: "Si no me quieren en vida cuando muera no me lloren, no me lloren". Es el final de su nuevo álbum, "El cantante", el primero desde aquella maratón cancionera que significó "El salmón" (un disco quíntuple, con más de cien canciones, editado en 2000). Tres años y mil temas (en estricto sentido literal) después, Andrés vuelve en el cuerpo de otra persona, o personaje. Así como Prince, en 1994, se rebautizó El Artista (y recitaba una y otra vez eso de "Prince ha muerto, Prince ha muerto"), Calamaro ahora es El Cantante, a secas.

Con el mismo espíritu del salmón, nadando contra la corriente, el músico argentino radicado en España compuso un disco desorientador y una vez más hizo lo que nadie esperaba. Aquí no hay rock, no hay pegajosas melodías pop y ni siquiera parece haber enchufado muchos instrumentos a la hora de grabar. No es un disco triple, ni doble. Y de esas grabaciones caseras, sucias, desprolijas, ni noticias. El Calamaro que hasta aquí conocimos ha muerto. No lo lloren.

Bigotes

"Yo soy el cantante que hoy han venido a escuchar. Lo mejor del repertorio a ustedes voy a brindar", canta el nuevo Andrés, que hasta se quitó los anteojos negros y se dejó un bigote a la Guy Williams (ver el retrato que ilustra la tapa del álbum, a cargo de Javier Aramburu).

¿De qué se trata el repertorio de "El cantante": son versiones de "Malena" (Demare/Manzi), "Volver" (Gardel/Lepera), "Sus ojos se cerraron" (Gardel/Lepera), "Algo contigo" (Chico Novarro), "Alfonsina y el mar" (Luna/Ramírez), "El arriero" (Atahualpa Yupanqui), "Voy a perder la cabeza por tu amor" (Alejandro/ Magdalena) y "La distancia" (Roberto Carlos/Erasmo Carlos), entre otras, y apenas tres canciones de su autoría ("Estadio Azteca", "La libertad" y "Las oportunidades"). Una especie de cancionero popular latinoamericano, nostálgico y emotivo. Un disco con aire flamenco, en el que Andrés les pone su indiscutible voz personal a canciones instaladas en el inconsciente colectivo. Y, justamente por ello, provocará amores y odios por igual.

Desde Madrid, Calamaro cuenta: "Es el disco que tenía que grabar. Cantar pensando en Goyeneche, en Gardel, en Atahualpa, y redescubrir el sentimiento de versos que uno tiene en la cabeza desde chico".

-¿Y qué pasó con los famosos 300 cassettes de canciones compuestas en el período 2000-2003?

-Creo fervientemente que las ideas hay que moverlas un poco y la "no-edición" era una estrategia que, en teoría, parecía muy poderosa y, sólo por eso, valía la pena ponerla en práctica. Todas esas grabaciones, intermedias, no tenían más razón que la de la música y la experiencia creativa. Aun así hay rastros de todo eso en algunos puntos de Internet (N. del R.: en estos tres años sin editar oficialmente, Calamaro puso on line cientos de temas en el sitio "Camisetas para todos" y en www.calamaro.com, lo que le valió una polémica disputa con su compañía discográfica, Warner Music). Además, tampoco descarto seguir inmerso en estos interminables tapes y editar, en forma de CD, parte de este material musical.

Para entender esta nueva reencarnación de Calamaro (lejos, muy lejos de aquel compositor de hits inmediatos que el público adolescente abrazó desde los tiempos de Los Rodríguez) habrá que conocer la historia de dos músicos y un productor un tanto ignotos por estas tierras: el jazzero puertorriqueño Jerry González, el guitarrista flamenco Niño Josele y el hombre detrás de las perillas Javier López Limón (responsable del sonido de los discos de Paco de Lucía).

"En este último período con el cuerpo fuera de la Argentina grabé muchas cosas, especialmente con el genial trompetista Jerry González, que es uno de los músicos mas grandes del mundo -subraya Calamaro-. Con él también compuse la música para el largometraje de Mariano Galperín "El delantal de Lili", que incluye, además, un tema con Diego Cigala. Se armó un grupo natural de músicos amigos-figuras de Madrid y junto a ellos seleccionamos el repertorio del álbum".

De allí entonces este disco casi acústico, con guitarras flamencas, cajón peruano, palmas y coros castillos. "Javier Limón estaba terminando de grabar el disco de Paco de Lucía cuando nos pusimos a trabajar con estas canciones, concluye. También participaron de la grabación Javier Colina, Bernardo Parrilla y Alain Pérez.

Bandido urbano

El cantante conocido anteriormente como Andrés Calamaro sugiere, como al pasar, que en algún momento volverá a subirse a un escenario. Situación que no experimenta desde 1999, luego de una gira junto a su idolatrado Bob Dylan. Y que continúa con la idea de publicar un libro con historias criminales de la Argentina, que él mismo bautizó "el Martín Fierro de los bandidos". Un proyecto que comenzó dos años atrás, después de que el músico conoció ciertos aspectos de la vida carcelaria.

"Ese ámbito tiene mucho que ver con la amistad, el respeto y, por ende, la humildad", dice. En el disco apenas quedó una de las tantas canciones relacionadas con el tema que Andrés compuso en los últimos años: "La libertad" ("Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos muy bien qué es ni dónde está. Oímos hablar de la hermana más hermosa que se busca y no se puede encontrar. La conocen los que la perdieron, los que la vieron de cerca irse muy lejos y los que la volvieron a encontrar, la conocen los presos: la libertad").

Pero el Calamaro 2004 parece obsesionado con la profesión del cantante. "Para mí cantar no es un entretenimiento. La vida del cantante está más relacionada con el sufrimiento y el sentimiento profundo que con la diversión", dice, y recalca el concepto en la canción que lleva el nombre del álbum, escrita por Rubén Blades y popularizada por Héctor Lavoe: "Me paran siempre en la calle/ mucha gente que comenta/ Oye Andrelo tu estás hecho/ Siempre con hembras y en fiestas/ Y nadie pregunta si sufro si lloro/ Si tengo una pena que hiere muy hondo/ Yo soy el cantante porque lo mío es cantar/ El público paga para poderme escuchar".

Ya se escuchan las voces de los puristas arremeter contra "El cantante". Pero, como alguna vez dijo el viejo Andrés, el de las melodías contagiosas, "¿no se dan cuenta de que esto es ficción?". Calamaro ha muerto. ¿Viva El Cantante?

Sebastián Ramos / LA NACION / GDA

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el reencuentro

n Volvió Andrés, volvió Calamaro, volvió el tipo que te pone la piel de gallina con su voz sufrida. Después de un profundo silencio de casi cuatro años (más allá de que durante ese lapso "subió" a Internet más de 100 canciones), el ex Abuelos de la Nada se pone el traje de "El cantante" y reafirma su condición de artista inquieto de pasos inciertos.

Calamaro se sumerge en el cancionero popular latino para empapar con su impronta triste y melancólica clásicos del tango, boleros, zambas y hasta alguna salsa. La ecuación parece sencilla, el argentino trajo a "El cantante" a los artistas que formaron parte de su sensibilidad: Carlos Gardel ("Volver"), Ruben Blades ("El cantante"), Chico Novarro ("Algo contigo"), Athagualpa Yupanqui ("El arriero"), Demare y Homero Manzi ("Malena"), por nombrar algunos.

Javier Limón (productor de Paco de Lucía) y el Niño Joselé (guitarra) son dos piezas fundamentales para entender los aires flamencos que inundan todo el álbum. Calamaro se vale de un juego de guitarras constante para adornar con su voz las versiones que finalmente terminan siendo suyas. Por si fuera poco, hay tres joyas de su propia autoría ("Las oportunidades", "Estadio Azteca" y "La Libertad") que transmiten la tranquilidad de ser auténtico himnos calamarianos.

Lo más importante es que el disco tiene identidad Calamaro, por más que un 75% sean versiones de otros artistas. En cada una de las canciones está la voz y el carisma de uno de los mejores compositores que haya salido del Río de la Plata. Hay que esperarlo, hay que jugar con sus tiempos. Andrés puede "tirar la pelota" para cualquier lado y eso indica que puede volver a sus mejores momentos, porque siempre es mejor mirar el vaso mitad lleno.

Gerardo Minutti

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