Tiene 62 años. Es músico, compositor y humorista. Toca 13 instrumentos formales, 22 informales, escribió 5 libros, compuso piezas musicales para teatro y televisión. Hace 43 años que Jorge Maronna integra el conjunto Les Luthiers, y se apronta para sorprender una vez más al público uruguayo con Lutherapia, el último espectáculo de este quinteto que volvió a renovarse, y sigue temblando cada vez que presenta un nuevo recital.
En una charla telefónica con Sábado Show, uno de los personajes más queridos de la región reflexionó sobre la relación con el público, la forma de trabajo del grupo, y de cómo los Rolling Stones deben emocionarse al ser comparados con una leyenda como Les Luthiers.
-En un momento en que el humor parece estar banalizado y deteriorado en Argentina, Les Luthiers sigue siendo un espectáculo masivo, ¿qué opina del lugar que ocupa el conjunto en la cultura de su país?
-No somos un grupo de éxito realmente masivo, ya que no trabajamos en televisión; sin embargo viene a vernos un público muy grande, que responde a nuestro trabajo con verdadero entusiasmo. Nos hemos convertido en un clásico del humor, lo que nos enorgullece. Creo que la gente agradece que le demos un espectáculo elaborado e inteligente.
-¿Qué significa para usted el humor como material de trabajo?
-Para cualquier ser humano el humor es una descarga vital, necesaria. Para nosotros es, además, una parte central de nuestro medio de vida, lo que no implica que estemos divirtiéndonos todo el tiempo: somos bastante normales.
-Han desarrollado un humor desligado de la actualidad, ¿por qué esta decisión? ¿No se han visto tentados a basarse en ella?
-Esa suerte de atemporalidad, característica de nuestro estilo, apareció desde el comienzo, cuando éramos integrantes del Coro de Ingeniería y hacíamos las primeras piezas para fiestas estudiantiles. Eran parodias de música clásica, sin referencias a la actualidad, la que suele ser una fuente de ideas para los humoristas. Por otra parte nosotros representamos las obras a lo largo de mucho tiempo: hacemos cada espectáculo durante varios años y a veces incluimos en ellos piezas de los años `70 u `80, que al no estar ligadas a personajes o temas de la actualidad resultan obras perfectamente vivas.
-¿Qué incidencia tiene el público a la hora de pensar un espectáculo? Me refiero a cómo manejan el equilibrio de conformarlo, pero también de guiarlo y mantenerlo en cierta concepción del humor.
-Es evidente que el público es parte fundamental de nuestros espectáculos. Nosotros escribimos lo que nos gusta pero además tiene que gustar a la gente y hacerla reír. Cuando escribimos un espectáculo buscamos nuevas ideas, nuevas formas, algo que nos divierta, que nos resulte interesante, y luego tenemos que comprobar si eso funciona con el público. Si no, no sirve: hay que mejorarlo o descartarlo.
-¿Siente que su trabajo está dirigido a un público fiel o que los gustos -y el público mismo- han ido cambiando?
-Creo que hay humores para todos los gustos. Hay un público de Les Luthiers, pero por fortuna ese público sigue creciendo: en los últimos años vienen a vernos muchos chicos y adolescentes. A través de tantos años hemos evolucionado: en nuestros comienzos hacíamos una parodia de un recital clásico; luego incluimos géneros populares, fuimos conociendo el lenguaje escénico, mejoramos nuestra manera de actuar, aprendimos el oficio, y lo que era un recital se fue convirtiendo en un espectáculo verdaderamente teatral.
-Su otra faceta fuerte es la literatura, ¿qué satisfacción le da la escritura? ¿Le permite trabajar el humor desde otro lado?
-No soy escritor sino un músico que, a veces, escribe. Mi experiencia fueron varios libros de humor escritos con Daniel Samper Pizano y una novela a medias con Luis Pescetti; ambos son tipos talentosísimos e ingeniosos. Con Samper también escribimos el guión y las canciones para una serie humorística de la televisión colombiana, Leche. Si bien esos trabajos tienen en común con Les Luthiers el humor verbal, un libro es un medio totalmente diferente; en Les Luthiers uno busca ideas que funcionen en escena, piensa en música, en géneros musicales; nada de eso ocurre cuando se escribe un libro.
-¿Disfruta más del momento de creación que de la ejecución del espectáculo?
-El momento de la creación es apasionante... y también angustiante (risas). Es un tiempo de disfrute en el que también se sufre bastante porque es difícil encontrar y desarrollar nuevas ideas. Hay que trabajar mucho, probar con el público, retocar, descartar, volver a escribir. Y luego está la etapa del escenario, que al principio también es dura; el estreno nos cuesta y nos asusta; apenas sabemos las letras y las notas, a veces balbuceamos (risas), pero luego con el tiempo lo aprendemos, lo hacemos más relajados, y en ese momento empieza un disfrute tranquilo.
-La preparación de cada recital les lleva años de trabajo, ¿utilizan los espectáculos como test de rutinas futuras?
-Cuando escribimos una canción para un nuevo show la incluimos sin previo aviso en el espectáculo que está terminando su ciclo, y vemos qué le pasa al público con ella. Se filma para poder verla tranquilos, porque cada pequeño estreno nos pone bastante nerviosos (risas).
-Eso es algo que no cambió nunca…
- ¡Nunca! Es siempre así, ¡temblamos!
-En cuanto a la forma de trabajo, los dos últimos recitales cambiaron la metodología de presentación, plantear el espectáculo como una unidad, ¿fue un proceso más exigente?
-Eso se dio gradualmente: hace varios años, el número Himnovaciones se desarrollaba a lo largo de cuatro momentos diferentes del show. Más tarde, Radiotertulia fue una especie de columna vertebral de otro espectáculo. En Los Premios Mastropiero por primera vez había una idea central para el show, en ese caso una entrega de premios, y actualmente, en Lutherapia, se trata de una sesión de psicoanálisis. Hay una idea central que se desarrolla, aunque los números musicales son independientes.
-¿Están tendiendo a una instancia de trabajo cada vez más individual?
-Por los años `70 el trabajo era más obligadamente colectivo. Con frecuencia nos sentábamos todos a buscar ideas y desarrollarlas, y hubo algunos casos de letras escritas por todos los Luthiers a la vez. Actualmente se escribe de manera individual, a veces a dúo, pero nunca de a cinco.
-¿Cuál es el principal desafío hoy de Les Luthiers?
-El desafío es siempre el estreno, el próximo espectáculo. Empezar a escribir nos da pereza; y después temblamos hasta el momento del estreno. Después, todo el resto es un placer enorme, un disfrute absoluto.
-¿Es fácil hacer reír a los uruguayos?
-¡Sí, claro! Las veces que hemos estado en Uruguay, que desde 1969 fueron muchas, ¡hemos comprobado que tienen enormes condiciones para la risa! (risas).
-¿Siente que le queda algo por hacer?
-Estamos tan felices los Luthiers, que bien podemos quedarnos satisfechos con lo que ya tenemos, que es muchísimo. Hace mucho tiempo pensamos en hacer una película, imaginábamos Les Luthiers en el cine, pero eso quedó atrás.
-¿No se dio la oportunidad?
-Trabajamos mucho en el libro, con la ayuda de (Roberto) Fontanarrosa y Jorge Goldenberg. Luis Puenzo iba a dirigir la película. Quedó un libro muy divertido, pero creo que nos asustamos: era una película carísima, con muchas escenas de época, centenares de extras, y nunca estuvimos realmente convencidos de lograr con éxito el salto del medio teatral al cinematográfico.
-Luego de 33 recitales, ¿tiene un favorito?
-En alguna época me gustaba especialmente Luthierías, un espectáculo del año `81. Hoy no lo sé; debería ver los videos nuevamente, los tengo olvidados. Una cosa es el recuerdo que uno tiene del espectáculo, y otra lo que pasa cuando uno vuelve a verlo años después. Nos llevamos sorpresas: obras que nos parecían maravillosas en su momento, después pueden desilusionarnos.
-La crítica argentina ha dicho que Lutherapia es uno de sus mejores recitales, y los apodan los Rolling Stones del humor, ¿qué le parece?
-Todo un honor, aunque los Rollings no hacen reír tanto como nosotros. Ellos están felices porque ahora los apodan "los Luthiers del rock" (Risas). Lutherapia salió muy bien, gusta mucho al público y tuvo críticas excelentes.
-Lutherapia incluye el estreno de 6 instrumentos informales, ¿qué parte del espectáculo es el que más disfruta?
-Me da mucho placer el blues que tocamos Carlos Núñez en piano y yo en bolarmonio. Es un momento que el público disfruta enormemente, ¡casi tanto como nosotros!
Algunos datos sobre les luthiers
A excepción de Carlos Núñez el resto de los integrantes se mantiene desde su creación en 1967, por iniciativa de Gerardo Masana (fallecido en 1973, con 36 años). En 1986 Ernesto Acher abandonó el grupo, y desde entonces los 5 integrantes han recibido ocasionales incorporaciones por reemplazos, o artistas invitados como Horacio Fontova, Víctor Laplace, Lito Vitale, Roberto Fontanarrosa (que además fue su asesor creativo), entre varios.Desde el primer recital en el Coro de Ingeniería, estos músicos proponen espectáculos donde juegan con su virtuosismo compositivo, contornándose con un humor gestual, musical, instrumental, y léxico, entre varios humores. Son los creadores de míticos personajes, como el de Johann Sebastian Mastropiero. Gran parte de su obra está editada en DVD, aunque como señaló un crítico luego de su primera aparición, el público debe comprender que disfrutar de la experiencia de espectáculos como estos, no es algo frecuente.