Redacción El País.
“Hoy hubiera sido una masacre”. Hace 25 años, el 14 de junio de 1999, un equipo periodístico televisivo encabezado por Yuri Gramajo fue tomado como rehén durante 10 horas de motín en el Penal de Libertad. Además del experimentado periodista, el equipo estaba integrado por Daniel Fumero en cámara y el iluminador Eduardo Seoane. El hecho marcó la carrera del propio Gramajo y del resto de los involucrados, los presos incluidos. De los cabecillas, solo uno de ellos está vivo y reside, ya libre, en Colonia.
“Hoy no salíamos vivos”, recuerda Seoane, cuyo testimonio ha sido pocas veces reflejado. El director de fotografía e iluminador trabajó en Canal 4 por 30 años hasta su jubilación en 2021. Ya retirado, vive con 11 perros en su casa del balneario San Luis, donde recibió a Sábado Show para evocar la jornada más compleja de su carrera.
“Me acuerdo que cuando salí, mi madre y mi hermana me abrazaron. Era todo un acontecimiento. Yo como no que no caía. Todo se resolvió porque dentro de todo, se podía hablar y negociar con los presos. Había formas de comunicación y entendimiento. No existía la pasta base, ni la distancia social y cultural de la actualidad. Hoy nos matan”, dice el director de fotografía.
"¡Esto es un motín! ¡Esto se termina!"
Yuri Gramajo venía de una serie de programas exitosos titulado A sangre fría, en los que recreaba episodios de la crónica roja. Con una estética que utilizaba mucho la penumbra y la luz reflejada en el humo del cigarrillo (hoy impensado también) en el estudio de TV, el periodista siempre confiaba en Seoane para que con luces y sombras ambientara las entrevistas de su programa.
Cuando para la temporada 1999, Gramajo comenzó los rodajes de la temporada Código de acceso, el periodista incluyó a Seoane en su equipo. El ciclo se proponía “abrir” a los espectadores aquellos sitios de difícil acceso para el ciudadano común. Fueron a cuarteles de las Fuerzas Armadas, al Puerto de Montevideo y para junio de 1999, Gramajo consiguió la autorización para una recorrida televisada por el Penal de Libertad, de máxima seguridad.
“Salimos temprano en la mañana”, recuerda Seoane. “Era un día invernal, frío. No estábamos nerviosos ni alterados. Todo empezó como una jornada laboral normal”, agrega.
Sin embargo, luego de unas primeras notas en un pabellón de la cárcel, el ambiente se fue espesando. Gramajo, Seoane y Fumero estaban acompañados por dos policías: un agente joven y un oficial. “Hicimos algunas notas con presos que estaban en los pasillos y otros que estaban en la celda. Gramajo les hablaba por la mirilla y les preguntaba”, recuerda Seoane.
Agrega que si había algunos presos “sueltos” se trataba de reclusos de buena conducta, por lo que no estaban alertas ante ellos.
Luego, el equipo y los policías subieron al tercer piso, donde estaban los presos más peligrosos. Seoane llevaba un pesado equipo de iluminación y acompañaba a Gramajo en las diferentes notas.
De pronto, oyeron gritos y los presos “sueltos” se abalanzaron sobre los periodistas y los policías. “Me agarró uno de atrás y me puso un cuchillo en la garganta”, rememora Seoane. A Gramajo y al camarógrafo les pasó lo mismo. Los tres miraron a los policías que los acompañaban y estaban en la misma situación.
“¡Esto se termina!”, ¡Esto es un motín!”, gritaban los presos y comenzaron a abrir los cerrojos de las celdas. Aparecieron más reclusos, entre ellos Nelson Peña Otero, alias “El Rambo” y Roberto Pierri Fernández, los líderes de aquel motín.
En los instantes siguientes todo fue gritos y confusión. “Nos llevaron a empujones hasta “la escuelita”, un salón que había en el piso. Como en la puerta estaba la maestra, también la metieron adentro, amenazada. Era una habitación de 4X4 y allí nos encerramos todos: policías, presos y nosotros como rehenes”, recuerda Seoane. Esos primeros momentos fueron los más tensos. Campeaba el nerviosismo y empezaron a sonar las sirenas del penal. Había disparos y gritos por todo el Penal y los presos se sublevaron en varias partes del establecimiento.
“La primera hora fue la peor”, asegura Seoane. Todo el tiempo los periodistas estaban amenazados por sus captores mientras afuera se alistaban fuerzas especiales. “Los presos amenazaban que si entraba por la fuerza la policía, nos mataban a todos”, recuerda el director de fotografía. Seoane destaca el rol que jugó Gramajo como líder del equipo y en las comunicaciones con los presos y con las autoridades.
“Se puso a negociar con los presos. Escuchó sus demandas y se convirtió en mediador. Era el único que tenía celular y empezó a hablar con las autoridades del Penal y hasta con el ministro del Interior de entonces, Guillermo Stirling”, recuerda.
Los reclusos demandaban mejores tratos y que no haya represalias por su actuación. Fumero, el camarógrafo, grabó hasta que le dio la cinta y la batería. “Vamos a mostrar todo para que se sepa afuera”, les decía Gramajo.
Una vez que la salida empezó a encaminarse, aflojó la tensión. “En cierto momento, el que me tenía amenazado a mí me dijo: ‘quedate tranquilo que antes de matarte a vos, matamos a los milicos”, en referencia a los efectivos que estaban también cautivos.
Luego hubo momentos para ir al baño y también para comer algo. “Tengo una imagen grabada de uno de los presos. Como rompieron toda la cárcel con las manos prácticamente, se había cortado y tenía toda la mano envuelta en una sábana que se ensangrentò. Asi nos trajo pasta frola y nos decía: “coman, ¿por qué no comen? Hasta el día de hoy no puedo comer pasta frola”, dice Seoane.
Las negociaciones las llevaba adelante Gramajo a través del celular, pero eran tiempos de aparatos rudimentarios y poca batería. Al agotarse, consiguieron otro teléfono y finalmente hubo humo blanco: todos saldrían con vida y se respetaría la integridad de los presos. Ese fue el compromiso asumido por el ministro Stirling y el resto de las autoridades.
“Salimos como a las 6 de la tarde”, recuerda Seoane. “Cuando íbamos saliendo no podía creer el destrozo que había en la cárcel: todo derrumbado o prendido fuego. En la puerta estaba toda la prensa e hicimos una salida en vivo para Telenoche que estaba por salir al aire”, añade.
La vida después del motín
La vida después. Tras la resolución del conflicto en el Penal de Libertad, Seoane y el camarógrafo Fumera tuvieron que ir a Canal 4 para dejar los equipos. “Ahí nos encontramos con el gerente de producción de ese momento que nos dijo: “Bueno, mañana vienen, ¿no?”. Nosotros no podíamos creer. Al final nos autorizó a tomarnos el día pero nos pagaron medio”, recuerda entre risas.
Otra situación se dio cuando solicitaron al canal que los respaldara con los servicios de un abogado. “Teníamos que ir a declarar y pedimos que nos acompañara un profesional. Al final, Gramajo nos facilitó el suyo”, recuerda Seoane.
La situación de Gramajo con el canal también se vio afectada luego del motín. A raíz del episodio, el programa trepó a niveles de rating astronómico. Todos contentos en ese aspecto, pero a la hora de renegociar las condiciones de continuidad del periodista en el “gran canal”, no hubo acuerdo.
De hecho, poco después Gramajo se incorporó a Teledoce, donde hizo sus últimas apariciones en medios de comunicación. Luego se dedicó a la docencia y a la escritura de libros especializados en Defensa y otros asuntos militares. Vive en Punta del Este en el presente, donde sigue dedicado a consultorías y docencia.
Daniel Fumero, el camarógrafo, se jubiló y vive en la actualidad en el balneario rochense El Palenque, en cercanía con la naturaleza y a la fe. Integra una iglesia metódica de la zona.
Sobre los presos, Nelson Peña Otero (El Rambo) fue asesinado en 2011 por otro recluso en Libertad. Roberto Pierri Fernández cumplió su pena y en la actualidad vive en Colonia.
¿A quién le sirvió el motín? “A nadie”, responde pensativo Seoane. “Los presos querían una mejora de las condiciones y para ellos fue peor. Después que nos fuimos, les dieron más palo del que venían recibiendo”.
De hecho, en sendas cartas que enviaron los presos luego del motín a los periodistas dieron cuenta del deterioro en las condiciones. “Los llevaron a la “tumba” que le dicen ellos: un sector de castigo en el Penal”, recuerda Seoane.
En su libro “Entre rejas” (Ediciones Promaster, 2000), Gramajo cuenta con lujo de detalles lo vivido aquel 14 de junio de 1999 y añade: “Esa tarde no había maestros, no había policías, no había presos y no había periodistas. Había seres humanos. Personas que intentaban como podían, de la mejor manera a su alcance, lograr su liberación y recuperar su vida. Una vida que en más de un momento estuvo colgada de un hilo muy fino”.
Roberto Pierri Fernández le envió una carta a Gramajo que el periodista reproduce en el libro. Le pidió disculpas por el “mal momento” y en la despedida, el expreso asegura: “No soy un cuco, soy un hombre”.