PAULA BARQUET
El Correo no está en rojo, está en recontra rojo", asegura el presidente del gremio de trabajadores postales, José Matto. Parte de la culpa la tienen ciertos entes e intendencias que le deben aproximadamente 100 millones de pesos a la empresa postal. "Es como si tuvieras una tienda de ropa y no cobraras por venderla", comenta Matto, quien parece tener una metáfora para ilustrar cada concepto.
Del otro lado del balance, la nómina de acreedores es más larga y las cantidades más abultadas. El Correo le debe a todo el que trabaje o haya trabajado con él. Las empresas aéreas están primeras en esa lista de la que no se tiene datos exactos. Nada garantiza que un día las compañías se cansen e interrumpan el reparto de cartas uruguayas por el mundo.
El Correo subsiste económicamente gracias a los 260 millones de pesos que Rentas Generales le aporta cada año. El dinero proviene de los organismos que logran superávit, como por ejemplo la DGI.
Con el avance tecnológico de los medios de comunicación, es muy probable que la carta desaparezca. Aunque todavía no se vea traducido en cifras -según la Ursec, los envíos en general aumentan cada año-, los trabajadores postales saben que su negocio se va a ir terminando. Lo único que quedará, piensan, es el envío de paquetería.
En miras de subsistir, hace tiempo que el Correo demanda que toda la correspondencia oficial sea repartida por ellos. Hasta hace tres meses distribuían las facturas del Banco de Previsión Social, Ancel, el Impuesto de Primaria y el Banco de Seguros del Estado. En diciembre de 2008 el presidente Tabaré Vázquez se comprometió a lograr que antes de culminar su mandato, el Correo distribuya el 50% de las facturas de los entes. Pero el acuerdo recién comenzó a cumplirse el mes pasado, y no como se esperaba.
Los entes, que hace años tienen sus propios sistemas de distribución -quizá por desconfianza de la empresa postal- aceptaron derivar sólo el 15% de sus facturas y además negociaron que fuera progresivo: 5% en agosto, la misma cantidad en octubre, y el resto en diciembre.
El Correo aceptó "para no tener enfrentamiento con los compañeros de los entes", explicó Matto. Pero lo acordado en esta última negociación tampoco se cumple, y los entes mandan sólo una parte de ese 5% o directamente no mandan nada.
En la planta de clasificación de cartas -hay otra de paquetes internacionales y otra de encomiendas- no se siente la diferencia de correspondencia, pero todavía hay expectativas de que en diciembre se cumpla lo pactado.
Allí, los trabajadores se enorgullecen de la cantidad de envíos que hacen por mes, y lo expresan en números: "Estamos clasificando dos millones y medio de cartas por mes, lo que equivale a 189.000 kilos", dice una funcionaria. "Son unas ocho toneladas y media diarias. Cada saca (las bolsas donde depositan la correspondencia) da hasta 30 kilos", explica. Para muchos clasificadores, las cartas se miden en dolor de espalda. Unos 10 privilegiados -aunque muchos pasan y dan una mano con ese trabajo de carga- se ponen una fajas que les entregó el directorio.
En la planta hay varias secciones. Las camionetas van llegando llenas de sacas, primero del área metropolitana y por último del norte del país. También llegan del exterior. Todas se van subiendo en un montacargas que a menudo se rompe. En el segundo piso se divide Montevideo del interior. Lo del interior, a su vez, se clasifica por departamentos y luego por localidades. Lo de la capital atraviesa una clasificación primaria (por barrios) y secundaria (por radio o sección de cartero).
Hace 13 años que todo ese trabajo se hace de noche, entre las 21 y las seis. El motivo, dicen ellos, es optimizar tiempos y que la correspondencia salga en el día. Antes se trabajaba en el edificio central del Correo, donde no había deterioros y se podía hacer todo el proceso en un sólo piso, que es lo habitual en el mundo. Pero el espacio era insuficiente.
Ahora hace 10 años que están en la planta de Buenos Aires e Ituzaingó. Clasifican a media luz. La mitad de los tubolux están rotos y las lámparas que colocan para subsanar esa carencia, dicen, son pocas y dañinas a la vista. La mayoría anda con lentes. Los muebles donde van separando las cartas en los distintos casilleros se están renovando de a poco gracias a un convenio con el Centro Nacional de Rehabilitación.
Trabajan de domingo a viernes. Por eso, y por el horario, los sueldos de los clasificadores tienen incentivos al sueldo base, que es 8.000 pesos. El promedio salarial en todo el Correo, calcula Matto, es de unos 16.000 pesos. De eso no se queja.
Pero las condiciones de trabajo y las carencias materiales en la planta son visiblemente malas. Sobre los pisos de baldosas sueltas trabajan en esa planta 130 funcionarios, algunos parados y otros sentados. Cuentan que las sillas que hay -anatómicas, en buen estado- son nuevas, y que las que tenían antes eran de cármica. Cuando llueve, se inunda parte del edificio. Hasta la semana pasada había un agujero en el techo, que en invierno se hacía insoportable. La antigüedad de la construcción, los techos altos y la mala ventilación, hacen que en invierno se pase mucho frío y en verano no corra el aire. Los equipos de aire acondicionado no funcionan.
Se quejan por la cantidad de baños, la escasez de impresoras, la ausencia de túnicas. Compran hojas A4 con los fondos de la caja chica. Lapiceras ya no reciben: les dijeron que no hay presupuesto para esa compra. Llevan muchos años reclamando. La respuesta generalmente es lenta o no llega nunca.
Dicen que falta personal para todo el trabajo que cae sobre sus hombros, y por eso se había recurrido a las horas extra y a la doble tarea: el funcionario repartía las cartas por la mañana y a la noche iba a clasificar. Desde mayo eso ya no se puede hacer porque Economía consideró que no era necesario. Como la necesidad seguía estando, se recurrió al servicio tercerizado de otras empresas, que refuerzan ciertas tareas.
Los reclamos también cobran protagonismo en la oficina de carteros. Que hace 20 años que no les reponen el calzado, que los uniformes azules se gastan y destiñen fácilmente, que los bolsos son de tan mala calidad que se rajan y las cartas se les caen al suelo. Algunos carteros, los de más edad, conservan unos viejos bolsos de cuero que, al parecer, pesan más pero duran.
Dicen que no les pagan el seguro de las camionetas y que a menudo falta el dinero para cargar nafta. Como no hay carteros suplentes -internacionalmente se prevé que haya uno cada seis-, cuando uno se enferma o se va de licencia, otro debe cubrir su radio propio y el del compañero. Una sección a veces se extiende hasta 50 manzanas. Todo lo hacen a pie.
SALVAR AL CORREO. La crisis es histórica y las salidas que se han pensado, también. Hace al menos siete años que los funcionarios piden que se apruebe el proyecto de la Ley Postal, por el cual se regularían todos los servicios postales en favor de la Administración Nacional de Correos. El proyecto establece que toda correspondencia que pese hasta 150 gramos, sea distribuida por el Correo. De ahí en adelante, cada ciudadano podría elegir si utilizar un servicio privado o no. Varios países han aprobado disposiciones similares para proteger a sus correos.
Pero ese proyecto está congelado y los funcionarios no saben qué fue de él. Según Matto, no se ha discutido porque "al Correo nadie le da pelota". Pablo Abdala, diputado nacionalista, confesó que el servicio postal uruguayo "es un tema que no tiene mucha taquilla" en el Parlamento. "No me acuerdo que se haya tratado en esta cámara durante este período", dijo.
El proyecto fue frenado por el directorio de la Unidad Reguladora de los Servicios en Comunicaciones (Ursec), el organismo encargado de regular la actividad postal, además de autorizar, registrar y controlar a los distintos operadores. Lilián Longo, encargada del área de servicios postales de la Ursec, explicó que al proyecto que se confeccionó entre 2003 y 2004 con una consultora argentina, Gabriela Carriquiry, le faltó consenso y continuidad política.
Según datos de la Ursec, el 54% de los envíos en 2008 se realizaron a través de la Administración Nacional de Correos. El resto los distribuyeron los 130 operadores privados que hay en Uruguay, y las empresas públicas y estatales que tienen sus propios servicios de distribución. En el proyecto de ley, dijo Longo, "se creía que estaban todos los aspectos debidamente discutidos, pero no. Faltaba consenso respecto a la autodistribución".
De ahí que, con el cambio de gobierno, se decidiera congelar esa ley y armar lo que en la Ursec denominan "proyecto país". El Plan Integral de Reforma y Desarrollo Postal (Pidep) es un plan de cooperación de la Unión Postal Universal (UPU) que tiene como objetivo la reforma de los sistemas postales del mundo. "Está en pleno auge", afirma la funcionaria de la Ursec. En 2007 se cumplió la primera etapa, que fue la adjudicación del servicio postal universal a uno de los operadores: el Correo estatal.
"Supone que el servicio postal debe alcanzar todos los puntos del país, cualquiera sea la lejanía, y a todos los habitantes. Se eligió, por ley, que el servicio postal universal lo tuviera la Administración Nacional de Correos porque es el que tiene la infraestructura más grande", explicó Longo. "Alguien lo tenía que cumplir".
Esa potestad del Correo, que se implementa con un fondo al que aportan todos los operadores con 2,50 pesos por envío, no sustituye la necesidad de la Ursec de regular el mercado postal, y no calma las demandas del organismo postal de que la actividad deje de regirse por las leyes del mercado. Los funcionarios tienen la ilusión de que el día que eso suceda, se solucionarán todos los males que los aquejan.
"El Correo en este momento, si funciona, es por los trabajadores. Lo dicen incluso los directores: si esto fuera privado, se habría cerrado", asegura Matto. "Pero acá hay un gran cariño de la población por la empresa. Y nosotros vamos a pelear porque funcione y haya un Correo de cara al pueblo".
El sindicato planea citar a todos los candidatos presidenciables para advertirles que la primera movilización del próximo gobierno, apenas se apruebe el presupuesto quinquenal, será para que se apruebe la Ley Postal "que todos han prometido".
CONFLICTO ETERNO. Entre carteros, clasificadores de cartas, choferes y administrativos, en el Correo hay 1.700 funcionarios. Unos 1.300 están afiliados a la Asociación de Funcionarios Postales del Uruguay (Afpu), cuya directiva la integran nueve miembros que se dicen votantes de izquierda independientes. En Montevideo la agremiación alcanza el 100%.
Matto cuenta que cuando era niño, su padre le decía: "Si en un conflicto no perjudicás algo, muy difícil que lo ganés". La lección le quedó grabada. En sus 26 años como presidente del gremio de postales, cosechó muy pocas derrotas. Se enorgullece al afirmar que cuando su gremio se propone algo, lo consigue.
"Y mirá que yo no quisiera estar nunca en conflicto. Pero acá te obligan a pelear", confiesa este hombre de 67 años que ha pasado su vida repartiendo cartas. Pelearon por mejorar los salarios, por la permanencia de trabajadores en el organismo, por no perder beneficios ganados, por dignificar las condiciones de trabajo, por instaurar el concurso como forma de ingreso, por regularizar becarios.
Cuando Matto habla, la paradoja queda a la vista: tantas peleas no impidieron que el Correo hoy sea "el primo pobre" -esas son sus palabras- de los estatales.
Los trabajadores se jactan de ser "cogestores" del organismo y denuncian que la directiva actual "parece estar de paso". Desde 2006 el gremio viene manifestando su rechazo a la presidenta Cristina González. Argumentan que se pasa de viaje en viaje (calculan que lleva unos 20) en vez de atender los problemas del organismo. "Los viáticos los paga el Correo. Si funcionara de maravilla, por mí que viajara toda la vida, pero con un Correo hundido como está...", comenta el presidente del gremio.
Irene Perna, dirigente de la planta clasificadora, explicó que los trabajadores llevan el control de los viajes de González a través de las reuniones que tienen semanalmente con la directiva. Cuando la presidenta está de viaje, no se toman decisiones importantes.
En el edificio central, la oficina de carteros parece un mundo aparte del resto de las oficinas. Allí suena la música alta, los funcionarios hacen chistes y comparten mate antes de salir a repartir. Los vidrios de la pieza están tapizados con carteles dirigidos a González: "Un Correo deficitario = una presidenta que viaja", dice uno de ellos. "Cristina González, ¿tiene dignidad? ¡Renuncie ya!", plantea otro.
No es la única manifestación que han hecho. Hace un par de años entregaron 1.300 firmas al Ministerio de Educación y Cultura (MEC) -de quien dependen en última instancia- pidiendo la renuncia. También lo hablaron personalmente con el presidente Vázquez cuando se reunieron por otro motivo, y Vázquez opinó que ese reclamo debían hacerlo al MEC.
Qué Pasa intentó insistentemente hablar con González durante una semana. La presidenta se excusó, a través del vocero del Correo, de no poder responder por encontrarse con problemas de salud. Los otros integrantes de la directiva, también a través del vocero, declinaron hacer declaraciones "por motivos de agenda". El día que se estaba cerrando este informe, González accedió a agendar una reunión, con la condición de que fuera personalmente, con testigos y junto al resto de la directiva, pero, con esos requisitos, era tarde para este suplemento.
Raúl Medina, cartero y secretario de Afpu, aseguró que la presidenta nunca se acercó a hablar con ellos cordialmente. "Esta señora tiene una forma muy particular de ser. Es muy arrogante". Algunos carteros y clasificadores opinaron que el trato de González a los funcionarios es de "despotismo".
Denuncian, incluso, que la presidenta hizo pasar a su sobrina directamente a concurso, sin salir sorteada previamente según está establecido. Todas estas acusaciones no se pudieron contrastar con la visión institucional del Correo.
El sindicato no ha tenido problemas sólo con González. En realidad, su disconformidad fue con casi todas las directivas. Matto sostiene que al Correo "mandan a todos los que no salen de nada" y cuestiona la idoneidad política de quienes han presidido el organismo. Insiste con que en el fondo, el problema siempre es el mismo: en el Correo "ponen lo peor" porque a nadie le importa.
"La verdad, es un milagro que esto funcione y que tenga la correspondencia que tiene", reflexiona Matto. El dirigente gremial opina que el Correo es un "león dormido", y no porque imagine que en el futuro pueda llegar a convertirse en un organismo exitoso que logre cambiar su mala imagen. "León dormido", dice, porque el día que se administre bien, va a poder (al menos) autofinanciarse. Por ahora parece un león agonizante.
"Las demoras no fueron culpa nuestra"
Durante todo el semestre pasado hubo quejas -algunas expresadas en la sección Ecos de El País- sobre la calidad del servicio del Correo. "Servicio de entrega de correo totalmente irregular"; "me consta que este inconveniente lo están sufriendo varios amigos nuestros"; "según nuestra experiencia de tantos años que vivimos en el país, en la mayoría de los meses diciembre y enero la distribución del correo siempre se atrasaba algo, pero en general y a partir de febrero (por lo menos hasta el 2007) se volvía a lapsos de entrega normales". Los trabajadores postales explicaron a Qué Pasa que ellos no fueron los responsables de tales malestares, sino que con la reforma del Aeropuerto de Carrasco, se había cambiado de lugar la oficina de recepción de la correspondencia internacional. El espacio era insuficiente y por eso se retrasaban los envíos.
Las cartas que siempre llegan
Uno pensaría que en algún lado se guarda un montón de correspondencia que no pudo llegar correctamente a destino. En realidad, suceden varios escenarios pero ninguno como ese. Cuando la carta es certificada, se hace un seguimiento de la misma y el cartero debe entregarla con la firma del receptor. Si en dos ocasiones no hay nadie en el domicilio, la carta se lleva a la oficina de Correo más cercana y se notifica al destinatario que la vaya a buscar. Si la carta es franca (sin certificar) simplemente se pasa por debajo de la puerta. Y por último, cuando no se entiende la dirección de la carta, dos trabajadores postales en la planta clasificadora intentan ubicarla a través de la guía o el padrón municipal. De no lograrlo, se envía de vuelta al remitente.
2
millones y medio de envíos postales (sólo cartas) hace el Correo por mes. Equivale a 189.000 kilos de correspondencia.
5
millones de envíos distribuyen los entes por mes. El Correo pactó repartir el 15% de esa suma en diciembre.
260
millones de pesos anuales aporta Rentas Generales al Correo. La DGI vierte en ese fondo 80% de lo que recauda.
1.300
funcionarios postales de los 1.700 que hay en el país, pertenecen al sindicato postal. En Montevideo, el 100%.
Corrupción en la Aduana, no en Correo
Hace un mes El País informó, a través de la denuncia de una usuaria extranjera, que en las oficinas del Correo en que se retiran encomiendas, los funcionarios aduaneros estaban reclamando el pago por un "flete" que no está establecido en ningún lado. Cuando el director de Aduanas, Ricardo Prato, se enteró, mandó corroborar la situación y el "flete" dejó de cobrarse. Esta situación de corrupción, más vinculada con Aduanas que con el Correo, molestó mucho a los funcionarios postales que no sólo destacaron que no tenían nada que ver, sino que además desconfiaron de la veracidad de la información. "Nosotros decimos que al que lo agarren in fraganti, lo partan al medio. Pero nosotros hemos denunciado a gerentes que estuvieron más de siete meses sin marcar tarjeta, y no pasó nada", dijo el dirigente gremial José Matto.