XIMENA AGUIAR
CUANDO MARIO BENEDETTI publicó en 1956 sus Poemas de la oficina, algunos críticos se quejaron: "¡Eso no es Poesía!". El tema era la vida diaria, el lenguaje el de un oficinista común y corriente. El escritor uruguayo rompió la barrera del arte incluyendo en sus versos algo tan prosaico, tan real y cotidiano.
Cincuenta años después de aquel libro inaugural, el Estado integra la poesía a sus oficinas. Y también la música, la danza y el teatro, en una "intervención" propuesta por el Ministerio de Educación y Cultura. El arte irrumpió esta semana en las oficinas del BPS, OSE, BHU y Antel. "¡Pero eso no es Estado!", podrán decir ahora los críticos. Estatizar la dramatización de algo tan personal como una rabieta contra la burocracia puede ser una nueva propuesta rupturista.
De 15:30 a 16:30, parando a tomar Coca Cola como en un poema de Benedetti, dos músicos, dos bailarines y tres actrices interpretaron a su modo los Poemas de la oficina, pegados en las paredes y el suelo de la Torre de las Telecomunicaciones. La guitarra y el violín interpretaban tangos de Astor Piazzolla. Los bailarines hacían movimientos arrastrados y poses cabizbajas, siguiendo otros ritmos. Una actriz buscaba a alguien que pague sus deudas, otra vendía la tierra en cuotas a largo plazo, la tercera limpiaba y criticaba a quien no estuviera presente. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Mientras la obra era representada, los funcionarios y clientes de Antel miraban, sonreían, o pasaban de largo apurados. Para los artistas la función debía continuar pese al escaso público. Entre ellos asomaban periodistas, prescindibles a la hora del aplauso, imprescindibles a la hora de difundir la nueva imagen de la burocracia que el gobierno quiere proyectar
A dos meses de la celebración del primer Día de la empresa pública en Uruguay, y a 150 años del nacimiento de José Batlle y Ordóñez, el padre del Estado Benefactor, ya no se sabe bien para qué es el homenaje. ¿Son los poemas de Benedetti y la creación de un estereotipo en el que la vida imita al arte? ¿O es la reivindicación del Estado servidor público? Tal vez haya algo de ambas cosas: la presentación de un nuevo marketing estatal que insiste en tener un perfil culturoso o, lo que puede ser peor, un sentido homenaje a la mediocridad uruguaya, a la grisura del burócrata.
Los empleados más jóvenes ya no sienten cercana esa crítica. Hoy la nueva burocracia sonríe al Cliente, ese ser supremo que ahora también siem-pre-tie-ne-la-ra-zón en los mostradores oficiales.
El nuevo funcionario público que propone el Uruguay se parece menos al de Benedetti: cumple las normas ISO 9001 y explica amablemente y con entusiasmo los secretos de las tarifas planas de Antel Data.
Los bailarines despliegan su coreografía sin horarios: ellos no saben de burocracia y de inamovilidad.
Desde su puesto de control, el guardia de seguridad sigue de cerca cada gesto con su pistola en la cintura. La música es un pensamiento recluido dentro de él. ¿Nostalgia de las oficinas de antes.? Tal vez sí. En todo caso, conciencia de su cuerpo obligado a la rigidez. Y de un tiempo feliz sin celulares.u