Yana Marull, AFP
BELLÍSIMAS y predispuestas mujeres, playas de ensueño, bajos costos de producción, una amplia laxitud legal y los travestis más cotizados del mundo están convirtiendo a Brasil en un paraíso para la industria del cine pornográfico mundial.
Es un fenómeno reciente que comenzó cuando el real se devaluó fuertemente en los últimos dos años y las productoras internacionales cargadas de dólares y euros pusieron sus ojos en los trópicos brasileños.
Incluso, las preferencias geográficas están definidas: los estadounidenses llegan a San Pablo y Rio de Janeiro en busca de actrices blancas; los alemanes y los españoles filman en la nordestina Recife, porque van detrás de las negras, explicó el productor Luiz Alvarenga.
Los cineastas porno nacionales han comenzado a irritarse porque consideran este fenómeno como una invasión extranjera fuera de control.
"La producción hace tres años era de brasileños. Hoy estamos siendo invadidos por estadounidenses. Ellos son un gran peligro para nosotros, entran en Brasil como turistas y, con el poder del dinero, les dicen a las chicas que son inmunes al sida, que las películas no serán divulgadas en Brasil y luego se van sin rendir cuentas", denunció Alvarenga, responsable de Brasileirinhas, empresa que lidera el mercado nacional de películas porno.
"Deberíamos organizarnos para que se controle esta situación y para que esas producciones extranjeras utilicen nuestra infraestructura", evaluó por su parte Stanley Miranda, jefe de Buttman, la otra gran productora brasileña.
Los visitantes responden que los locales protestan porque nunca antes tuvieron competencia y porque actores y actrices los prefieren por pagar más, afirmó un director estadounidense que se mantuvo en el anonimato.
"En Brasil puedes hacer una película que vale 90.000 dólares, por 30 o 40.000, lo que posibilita espectaculares filmaciones con un presupuesto más aceptable para la economía actual", explicó a la revista Adult Video News el realizador estadounidense John T. Bone, quien se está instalando en San Pablo.
Los brasileños atraviesan muchos escollos para exportar su producción, que mezcla los encantos del país (playas y bellos paisajes naturales) con hermosas y dispuestas actrices, algunos dotados varones y muchos travestis. Algunos directores admitieron que los más buscados en Brasil por los productores extranjeros son, precisamente, los travestidos.
"Otros atractivos en este país apasionado por los traseros femeninos y las escenas de sexo anal, son la sensualidad de nuestras mujeres, nuestros paisajes naturales y el Carnaval", explicó el director Marcelo Storelli.
La actriz porno local Lana Sparck tiene otro enfoque del auge del cine porno de Brasil. "Cuando las brasileñas actuamos, comunicamos placer sexual; las europeas y las estadounidenses son muy profesionales, pero su sexo es mecánico", explicó.
En el área masculina, en el momento de realizarse estas entrevistas, Brasileirinhas firmaba un contrato con Kid Bengala, un afrobrasileño de 50 años que, con un aparato masculino de exactos 28 centímetros, promete convertirse en el próximo lanzamiento internacional bajo el nombre artístico de Kid Canyon.
Otro nicho de ventas es el cine porno gay.
También tienen salida internacional las producciones brasileñas que explotan los gustos más extremos, al amparo de una legislación más permisiva que en otros países, como Estados Unidos, que es altamente restrictivo respecto a la obscenidad.
"Por ejemplo, llegan a Brasil en busca de películas de sexo con animales, que incluyen a bellas jovencitas apasionadas por perros y caballos. El cliente principal es Francia, que es un gran consumidor de películas con animales", explicó el productor de Brasileirinhas.
Miranda, responsable de la cinematográfica Buttman, dijo que "la única gran restricción para el porno en Brasil es el uso de menores de edad, totalmente prohibido y perseguido. El resto no está legislado, lo que es una salida para la exportación, porque en otros países, como Estados Unidos, está muy restringido".
"En definitiva —agregó— la industria brasileña está creciendo, tiene condiciones de llegar a ser el mayor exportador del género, pero necesita que el sector se organice".
Pero por ahora las distancias son grandes. El cine porno brasileño factura 100 millones de reales por año (poco más de 30 millones de dólares), contra los miles de millones de la industria estadounidense, según la Asociación Brasileña de Empresas del Mercado Erótico. El cine porno de Brasil lanza unos 40 títulos por mes, contra 13.000 en Estados Unidos. Todavía más del 50% de las películas de ese género que se ven en el país son importadas.
Aun así, se considera que la industria brasileña del cine porno es la mayor en América Latina y una de las más crecientes del mundo. ©