Lo que trajo Hezbollah

| El ejército paralelo de Beirut crece en popularidad al mismo tiempo que aumenta el desastre en el país. Provocar a Israel fue una estrategia calculada en varios sentidos.

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Christopher Dickey | Babak Dehghanpisheh, Newsweek

TEMPRANO EN LA MAÑANA, el capitán Roger Harrfouche habló con su hermano por teléfono desde la base de su unidad en Jamhour, al sur de Beirut. "Espero que no apunten al ejército libanés", dijo el oficial, de 40 años. "¿Piensas que vayan a atacarnos?" "No", dijo su hermano. "Eso no tendría sentido".

El regimiento del capitán no luchaba contra nadie. Sus soldados habían dedicado su esfuerzo a realizar obras públicas ayudando a reparar puentes y otros puntos de la devastada infraestructura del país.

La primera bomba israelí cayó después de que la mayoría de la tropa se había ido a dormir. El capitán corrió hacia las barracas a ayudar a los heridos. Una ambulancia llegó hasta los edificios incendiados. Cayó otra bomba y la ambulancia explotó. Harrfouche y otros diez soldados habían muerto.

El ataque de la última semana sobre Jamhour añadió impotencia al horror de Beirut. ¿Qué sentido podría darse a esta guerra en la que Israel, respondiendo el ataque de Hezbollah, demandó al ejército libanés que desarmara la milicia chiita, pero después terminó bombardeando al ejército también? El gobierno libanés apoyado por Washington como una prometedora democracia está hecho pedazos bajo el asalto militar de Israel, también apoyado por Washington. "¿Qué está haciendo Estados Unidos? ¿Qué está haciendo Israel?", preguntó Saad Hariri, un miembro del parlamento libanés cuyo padre fue asesinado el año pasado mientras intentaba liberar el país de la dominación Siria. "Promueve la democracia y después permite que sea destruida".

Israel dice que lo único que quiere es deshacerse de Hezbollah con la esperanza de que la democracia crecerá en su lugar. "Nuestra esperanza es que el gobierno libanés impondrá su soberanía sobre todo el territorio del Líbano", dijo el ministro de exteriores Tzipi Livni. ¿Y el golpe en Jamhour? "Nosotros no atacamos bases del ejército libanés", dijo el vocero del ejército israelí, el capitán Jacob Dallal. Sugirió, sin más elaboración, que Hezbollah podía haber tenido alguna presencia allí. "Cualquier edificio donde se esconde Hezbollah es un objetivo legítimo", dijo Dallal. En realidad, esa definición incluye también cualquier edificio en el que Hezbollah esté pensando en esconderse. El general libanés Salih Suleiman dijo que los aviones de Israel habían seguido a tanques militares que retornaban a la base desde la ciudad.

Para el fin de semana los luchadores de Hezbollah y los ataques de misiles habían matado a 19 soldados y 15 civiles israelíes, incluyendo a varios niños. El bombardeo israelí había matado por lo menos a 350 personas, según el ministro de Salud libanés. Muchos eran civiles, incluyendo docenas de niños. A pesar de ello, Dallal no pudo confirmar los reclamos de la prensa israelí de que el 50% de la capacidad de lucha de Hezbollah haya sido eliminada. No hay ninguna línea de base confiable para una estimación así. "No sabemos ni siquiera cuánto es el total", dijo. "Es un asunto muy, muy nebuloso."

Cualquiera sean las victorias que Israel ha conseguido, Estados Unidos lo ha respaldado todo el tiempo. En el frente diplomático, la administración bloqueó los pedidos de un alto al fuego inmediato frente a las Naciones Unidas y en cualquier otro lugar. La Casa Blanca no tenía ningún apuro por ver retroceder a la ofensiva israelí. "Lo que mucha gente quiere es simplemente decir `bueno, cesen el fuego`", dijo el presidente George W. Bush la semana pasada. "Pero no se dirigen realmente a la causa subyacente del problema", o sea, el poder de Hezbollah y sus respaldos en Irán y Siria. En el frente militar, la administración comenzó rápidamente nuevos envíos de municiones de precisión a Israel, con un inventario que incluye bombas de 2.300 kilogramos especializadas en la destrucción de bunkers.

Aislados en el mundo árabe

La reacción inicial a la guerra ha mostrado que Hezbollah está muy aislada en el mundo árabe. Los sauditas abiertamente culparon al grupo respaldado por Irán de empezar la lucha al raptar a dos soldados israelíes en un ataque en la frontera el 12 de julio. "Ningún partido o milicia en ningún país del mundo debería ser el árbitro de la paz y la guerra", dijo un oficial saudita la semana pasada. Pero las fotos de la guerra que empiezan a llegar, juzgadas demasiado violentas para aparecer en la prensa estadounidense, están siendo difundidas por toda la región, generando una rabia que los aliados de Estados Unidos difícilmente puedan controlar. Una imagen especialmente horrible, la de un rescatista levantando lo que parece ser el cadáver de un niño, fue mostrada en el canal satélite de televisión de Hezbollah y mandada a través de correos electrónicos por todo el planeta.

"El país ha sido destrozado, hecho jirones", dijo el primer ministro Fouad Siniora a la asamblea del cuerpo diplomático en Beirut. "Líbano merece la vida. Sinceramente espero que no nos retirarán su apoyo ahora".

Con voz triste y furiosa, Siniora parecía cercano a las lágrimas. Pero el bombardeo israelí siguió, alcanzando los 1.800 objetivos el fin de semana pasado. Israel también empezó a reunir tropas en la frontera libanesa en vistas a realizar una acción mayor. ¿Incursión? ¿Invasión? No hay lugar para esas disquisiciones semánticas. Unos 500.000 libaneses fueron sacados de sus casas, convertidas ahora en corredores de disparo por los F-15, F-16 y los helicópteros Apache.

Pero el principal objetivo de la guerra de Israel, el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, permanece tranquilo, confiado, al parecer imperturbable. Unas pocas horas después de que los israelíes lanzaran 23 toneladas de explosivos sobre un búnker en el que estaría escondido, Nasrallah apareció en el canal de televisión Al-Jazeera, sonriendo mientras charlaba con el corresponsal de la cadena en Beirut. "La estructura del comando de Hezbollah no ha sido dañada", dijo. La milicia "se las ha arreglado para absorber los golpes". De hecho, los misiles de Hezbollah continuaron cayendo sobre el norte de Israel; 30 aterrizaron cerca de Haifa en un solo día.

Aunque las bajas de Israel no fueron ni de cerca tan altas como las del Líbano, igual tiene el deseo de terminar con esta amenaza de una vez. No es sólo el peligro actual de los misiles lo que enciende la furia: es el largo y sangriento pasado. Cuando Nasrallah habló de los prisioneros que quiere intercambiar por los dos soldados israelíes secuestrados, nombró a uno en particular: Samir Kuntar, un libanés que participó en un ataque terrorista en Nahariya, 27 años atrás, mucho tiempo antes de que Hezbollah existiera.

Kuntar, quien entonces tenía 16 años, estaba con un grupo que ejecutó a un civil israelí llamado Danny Haran frente a su hija de cuatro años. Después, destrozó el cráneo de la niña contra una roca en la playa. La esposa de Haran, escondida en el lugar con su hijo de dos años, intentó tan desesperadamente impedir que su hijo gritara que éste se ahogó y murió.

Hezbollah consiguió hace dos años negociar la libertad de otros 400 prisioneros libaneses en intercambio por un empresario israelí que había tomado como rehén. Pero el gobierno israelí no quiso liberar a Kuntar entonces, y no parece que lo vaya a hacer ahora.

Las encuestas en Israel muestran un 95% de apoyo a la campaña del primer ministro Ehud Olmert con el objetivo de destruir la amenaza de Hezbollah para siempre. El apoyo para un intercambio de prisioneros es bajo. Pero los oficiales israelíes se dan cuenta de que aun con el apoyo sin reservas de Washington y la aprobación masiva de los israelíes, ésta es una guerra que puede terminar en una derrota inesperada.

10.000 soldados para la paz

La historia de las pasadas incursiones en el Líbano muestra que, así como la maquinaria de guerra israelí se vuelve monumental, también crecen las posibilidades de provocar terribles accidentes y atrocidades. En 1982, bajo la protección de las fuerzas israelíes, las milicias cristianas libanesas llevaron adelante la masacre de cientos de palestinos en los campos de refugiados de Shabra y Shatila. Diez años antes, durante una campaña contra Hezbollah similar a la actual, tiradores israelíes arrasaron un puesto de las Naciones Unidas en la ciudad Qana, al sur del Líbano, donde los habitantes locales, aterrorizados, se habían refugiado.

Más de 100 civiles fueron asesinados en una cortina de fuego que duró apenas unos pocos segundos. El agravio internacional rápidamente forzó a Israel a terminar su ofensiva. Los israelíes dicen que están siendo más cuidadosos esta vez, aunque este miércoles murieron cuatro observadores de ONU a causa del fuego amigo. "La aprobación de Bush, el sorprendente nivel de apoyo que está ofreciendo a Israel, la paciencia que le tiene, parece como si hubiera una gran permisividad hacia nosotros", dijo una fuente israelí de seguridad, que no quiso ser identificado porque no está autorizado a hablar a la prensa. "Si no hay otro Qana, probablemente se siga adelante".

Los ataques de Israel mataron también esta semana a dos soldados de las fuerzas de paz en un puesto de control, y el secretario general de la ONU Kofi Annan dijo que el ataque fue "aparentemente deliberado". Pero los movimientos hacia una resolución diplomática han sido lentos.

La secretaria de estado de Estados Unidos Condoleezza Rice, visitó Israel para encontrarse con los enviados del grupo de contacto en el Líbano, instalado al año pasado para apoyar la transición del país hacia la democracia y hacia la libertad frente a la ocupación Siria. Rice propuso realizar el encuentro en el enclave egipcio de Sharm al Sheik, pero el gobierno en El Cairo dijo que no.

Aunque los oficiales europeos y estadounidense describen y hablan de esta etapa como "preliminar", la posible imagen de un final diplomático empezó a tomar forma en el encuentro del G8 en Rusia, y continúa afianzándose. Lo que se quiere, dijo un diplomático europeo envuelto en las negociaciones que pidió no ser nombrado, sería algo más que un cese al fuego. No sólo los israelíes y los estadounidenses, sino también los gobiernos árabes aliados y varios oficiales libaneses, dicen en privado que quieren poner fin al poder de Hezbollah sobre el futuro del Líbano. "No debería ser un nuevo reparto de cartas, sino el fin del conflicto", dijo un oficial libanés que no quiso dar su nombre.

Una de las ideas sobre la mesa, de acuerdo a fuentes estadounidenses, europeas y árabes, sería desplegar una fuerza multinacional bajo los auspicios de las Naciones Unidas para fortalecer el cese al fuego. Los oficiales europeos dicen que sería liderada por Francia, quien ha desarrollado una relación muy cercana con Washington en el esfuerzo de estabilizar el Líbano. Otro contingente significativo vendría de Turquía.

Rice ha negado cualquier posibilidad de que intervengan tropas estadounidenses en forma directa en el campo. Los soldados de las Naciones Unidas que han estado en el Sur del Líbano como vigilantes bajo el nombre de UNFIL por más de 20 años son "peor que inútiles" , dijo un diplomático europeo, hablando francamente pero en privado.

Las primeras discusiones esbozaron la posibilidad de que un contingente de 10.000 o más soldados pueda ser desplegado en esta ocasión. Parte de la misión sería trabajar junto al ejército regular del Líbano, si es posible, para asegurar todo el territorio del país y el desarme de las milicias, en línea con la resolución 1559 del consejo de seguridad de las Naciones Unidas.

Pero las dificultades para negociar el cese al fuego inicial son todavía enormes, empezando por la cuestión de si los soldados capturados serían liberados sin condiciones, como insiste Israel, o intercambiados por prisioneros, como pide Hezbollah.

El problema es peligroso y complejo. Cuando Nasrallah empezó su guerra decía que estaba apoyando a la gente de Gaza, quienes están asediados desde el secuestro de un soldado israelí por parte de Hamas el 25 de junio. El líder de Hezbollah no oculta sus ambiciones de dirigirse no sólo a sus seguidores chiitas libaneses, sino además a los palestinos y a los musulmanes de todo el mundo. Al mismo tiempo, Egipto, Jordania y otros están trabajando para darle un fin a la lucha de Gaza y la liberación del soldado israelí, y han hecho sus mejores esfuerzos para mantener a Nasrallah lejos de acceder a robarse algún crédito.

Hasta ahora, Hezbollah parece prosperar, no importa lo que pase. Mientras los gobiernos moderados árabes se han alineado contra la milicia y sus provocaciones, mucha de su gente ha salido a manifestarse a las calles apoyando la guerra de Nasrallah. Teherán se regodea en el modo en que su alumno ha resistido la embestida de Israel y alardea frente a las contradicciones visibles de la política de George Bush: "Estados Unidos ha gastado millones de dólares en satélites de televisión y programas de radio intentando promover su plan de mejora del Oriente Medio y en diez días Israel ha destruido todo eso", dijo Mohamad Ali Mohtadi del Centro de Investigación Científica y Estudios Estratégicos del Oriente Medio en Teherán.

Si Bush está preocupado acerca de estas cosas, no lo muestra. De hecho, mira más lejos, intentando presionar para que haya sanciones contra Siria e Irán. "Los grupos terroristas no temen al aislamiento, pero los Estados Nación sí", dijo el presidente. "Un líder puede parecer inmune para los deseos de su gente, pero de todos modos no lo es... Los Estados Unidos han sido hasta ahora el líder cuando se trata de favorecer la economía en Irán y Siria. Ahora que el problema se ha hecho claro en la mente de la gente, tenemos una oportunidad para convencer a otros de que se unan a nosotros."

El plan en Medio Oriente seguirá adelante, dice Bush sin dudar. Seguirá adelante al menos hasta que la carnicería en el Líbano y sobre los libaneses sea demasiado horrible de soportar con la mirada.

Al Partido de Dios la paz no le sirve

Le Monde

CUALQUIERA QUE SEA la salida militar de la guerra que enfrenta a Hezbollah e Israel, nada volverá a ser como antes en el Líbano. Ahora nadie puede prever la duración del conflicto armado: los protagonistas continúan afincados en sus posiciones respectivas.

Israel afirma que no cesará el fuego hasta lograr su objetivo. Hezbollah dice ser capaz de mantenerse tanto tiempo como sea necesario frente a una armada que comienza a calificar de "tigre de papel". A diferencia de un ejército, practica una guerrilla extremamente móvil, y sus combatientes son grandes conocedores de un terreno que utilizan desde hace más de 20 años. De ahí las pérdidas que han infringido hasta hoy a la armada israelí cada vez que ésta ha intentado una incursión terrestre en el territorio libanés.

El secretario general Seyyed Hassan Nasrallah apuesta a un desgaste de la armada y de la moral de la población israelí para que las exigencias del estado judío vayan decreciendo hacia el cese del fuego y la negociación. En respuesta a sus adversarios políticos libaneses, que discuten desde más de un año su derecho de constituir un Estado dentro del Estado y de seguir siendo la única formación todavía armada, Hezbollah ha blandido siempre el argumento de la disuasión frente a Israel, teniendo en cuenta la debilidad de la armada libanesa. Hezbollah se ha auto atribuido, por otro lado, la misión de liberar los 45 kilómetros cuadrados de territorio todavía ocupados en el sur y de obtener el retorno al país de los libaneses detenidos por el estado judío. Se arroga también el poder de decisión sobre la paz o la guerra. Hezbollah ha asegurado en otras ocasiones que, a la sombra de la amenaza que hace pesar sobre el estado judío, las poblaciones del sur del Líbano conocerán la paz y la prosperidad, después de haber estado en la primera línea de las hostilidades durante la presencia armada palestina en el Líbano y la ocupación israelí de una parte de la zona fronteriza. Esa promesa de casi paraíso hecha a los habitantes del sur acaba de volar en pedazos con la ofensiva israelí.

Tomando la iniciativa de capturar dos soldados israelíes el 12 de julio, Hezbollah sabía por experiencia que la reacción israelí sería severa. Teniendo en cuenta la amplitud de la destrucción provocada por la guerra, la clase política libanesa no tiene más que un lema: unión nacional frente al "enemigo israelí". Pero algunas voces empiezan a surgir, como la de Walid Joumblatt, líder del Partido Socialista Progresista, o Saad Hariri, quien dirige la Corriente del Futuro, diciendo que Hezbollah deberá rendir cuentas. El primero, Joumblatt, acusa al "Partido de Dios" de ser ejecutante en el Líbano de un plan iraní-sirio que buscaría impedir que este país recobre su independencia y restaure la autoridad del Estado después de la retirada forzada de la armada siria.

Esta mayoría política considera que ha sido apuñalada por la espalda por Hezbollah, en el momento en que la elaboración de una "estrategia de defensa" y el armamento de Hezbollah eran el principal tema en el orden del día de un "diálogo nacional" de paz comenzado en marzo. Tanto es así que el uso de la fuerza por parte de una formación que representa sin duda una gran parte, si no la mayor, de la comunidad chiita puede llevar al país a los días de fuego y sangre del pasado. Lo que es seguro hoy es que, aun en la hipótesis de que el ataque israelí llegue a romper la médula de Hezbollah, no podrá garantizar el desarme total de esa formación.

¿Hezbollah misma aceptará desarmarse tras una eventual "victoria" conseguida gracias a su resistencia, o sacar las lecciones de una eventual derrota lograda por Israel? Frente a una situación así, el gobierno libanés propondría una solución "radical", que quitaría a Hezbollah, según él, todas las razones de continuar sosteniendo las armas. O sea, la obtención por vías diplomáticas de la retirada de la armada israelí de los famosos 45 kilómetros cuadrados de territorio aún ocupados, la puesta en libertad de los libaneses detenidos en Israel y el retorno al respeto del tratado de armisticio de 1949.

LOS BOMBARDEAN PERO COMPRENDEN

Nazaret, víctima piola de Nasrallah

LE MONDE

LA CIUDAD DE María y José, uno de los mojones de la cristiandad, está traumatizada desde que dos misiles cayeron sobre la ciudad, el 19 de julio, matando a dos hermanos de tres y siete años, dos árabes israelíes. El choque fue sorpresivo dado que la población de la ciudad es árabe en un 60% o 65% y vive en perfecta armonía con los cristianos y los judíos instalados mayormente en una colina de las afueras. Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbollah, pidió perdón por la muerte de estos dos "mártires de la resistencia".

Nazaret es considerada un modelo de convivencia entre distintas comunidades. "Nosotros vivimos juntos desde la época de los turcos y no es Israel quien va a cambiar algo en nuestra manera de ver", remarcó Ahmed, uno de los habitantes de la ciudad.

Los árabes israelíes están entre la espada y la pared. Desaprueban la ofensiva israelí y los bombardeos en el Líbano y se rehúsan a condenar explícitamente el desafío lanzado por Hezbollah. "Todo el mundo sabe que esto es un accidente. Nadie dirá que Nasrallah es un asesino. Hezbollah nos defiende, aun cuando no estemos de acuerdo con sus métodos", dijo un grupo de hombres que no quisieron dar sus nombres. "¿Cuál es la diferencia entre una bomba lanzada de un avión y un kamikaze? Los dos matan a los civiles. Sería necesario condenar algún día el terrorismo de estado de Israel".

Representando el 20% de la población de Israel, 1,2 millones de personas, los árabes israelíes, es decir, los palestinos que se quedaron después de la creación del estado de Israel, son considerados como una "quinta colonia" por el estado hebreo. An-Nasra, como ellos llaman a Nazaret, es la ciudad árabe más grande de Israel.

La presencia de soldados de Naciones Unidas en la zona sur ha sido "peor que inútil" durante los últimos años, según la diplomacia en la zona. Pero las primeras conversaciones apuntan a una fuerza de paz liderada por Francia.

MAS DE UN CUARTO DE SIGLO DE ENFRENTAMIENTOS A DOS BANDAS POR LA OCUPACIÓN DE LA CONVULSIONADA ZONA SUR DE LIBANO

Los peores recuerdos del futuro para el Medio Oriente

SI LOS SOLDADOS secuestrados no son devueltos, retrasaremos el reloj 20 años". La amenaza del general Dan Halutz, jefe del Estado mayor del Ejército israelí, recuerda uno de los peores escenarios posibles en Medio Oriente. El 14 de marzo de 1978 Israel lanza una gran invasión sobre Líbano en represalia por las incursiones de los grupos armados palestinos en el norte del territorio israelí. Naciones Unidas aprobó la resolución 425 por la que Israel debe retirarse de todo el territorio libanés. El ejército judío retrasa sus posiciones y establece la "zona de seguridad" en el sur del Líbano y deja arrendado el territorio a la milicia cristiana libanesa del Ejército del Sur del Líbano (ESL). El 6 de junio de 1982, tras el intento de asesinato del embajador israelí en el Reino Unido, Israel lanza la Operación Paz en Galilea. Su objetivo era acabar con la presencia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Líbano. Tras un acuerdo internacional apadrinado por Estados Unidos, Yasser Arafat y miembros de la OLP abandonan Beirut rumbo a Túnez.

La invasión estuvo supervisada por el ministro de Defensa en aquel momento: Ariel Sharon. Durante la ocupación de la capital libanesa, las Fuerzas Armadas israelíes permitieron que las milicias falangistas entraran a sangre y fuego en los campos de refugiados palestinos. En los de Sabra y Chatila murieron entre 900 y 2.000 personas. El ejército israelí, el Tsahal, ocupó Beirut hasta julio de 1983, entonces Israel y Líbano firman un acuerdo de paz. La presencia de tropas sirias para dar seguridad a Líbano se hace permanente hasta 2005.

Israel mantuvo la zona de seguridad en el sur de Líbano, unos 850 kilómetros cuadrados ocupados por las tropas y los tanques israelíes, además de establecer la línea azul que separaba la zona ocupada por Israel del resto del territorio libanés. Desde entonces los enfrentamientos de los ocupantes pasan a ser sobre todo contra los grupos surgidos entre la comunidad chiita, entre ellos Hezbollah.

El 25 de julio de 1993, tras la muerte de siete soldados israelíes, Tel Aviv respondió atacando numerosas infraestructuras libanesas. Tres años más tarde, de nuevo otra ofensiva israelí en respuesta al lanzamiento de misiles Katiushas por parte de Hezbollah sobre el norte de Israel. La Operación "Uvas de la Ira" llegó incluso a bombardear Beirut, algo que no sucedía desde 1982. Muchos de los objetivos fueron las bases militares sirias.

En mayo de 2000 y cumpliendo una promesa electoral del primer ministro israelí Ehud Barak, el Tsahal y sus aliados del ESL se retiraron de la zona de seguridad y la zona pasa a estar controlada por Hezbollah. Desde entonces se han producido escaramuzas entre los puestos de vigilancia a lo largo de la frontera.

UN POSIBLE PERFIL DE HASSAN NASRALLAH

La "bestia negra" del Estado judío

EL PAIS DE MADRID

HASSAN NASRALLAH, LÍDER de Hezbollah desde 1992, es tomado en serio en Israel. Reapareció en televisión con su verbo amenazante de siempre. Su cuartel general en Beirut había sido arrasado y trataba de dejar claro que seguía al frente del partido-milicia chiita. Habló de "la entidad sionista" y de "sorpresas amargas". "Sólo ha sido el comienzo", dijo y se vanaglorió por la incapacidad de los servicios israelíes para infiltrar su organización, según EFE.

Dos son las piezas más codiciadas por las Fuerzas Armadas israelíes: Jaled Meshal, líder de Hamas en el exilio en Damasco, y Nasrallah, por supuesto. El clérigo -jefe carismático del Partido de Dios tras el asesinato por Israel de su antecesor, el jeque Abbas al Musaui- es omnipresente en los barrios chiitas de Beirut.

Se ha convertido en un elemento imprescindible del engranaje que se extiende desde Teherán al sur de Líbano, pasando por Damasco. Y su prestigio en los territorios palestinos no deja de crecer.

En enero de 2004, miles de fieles de Hezbollah festejaron el regreso de 23 milicianos libaneses excarcelados por Israel. Otros 400 volvían a sus hogares en Cisjordania y Gaza. A cambio, Nasrallah entregaba a un soldado judío y los cadáveres de otros tres. Nadie en Líbano, ni en Israel, duda de que fue Hezbollah el que forzó la expulsión de las tropas israelíes el 25 de mayo de 2000.

Nacido en 1960 en Beirut, Nasrallah regresó tras el estallido de la guerra civil en 1975 a Al Bazuriyah, la zona que ahora es su bastión. Estudió en los años 70 en Nayaf (Irak), ciudad santa del chiismo. Fue expulsado del país por el régimen de Sadam Hussein y en la década de 1980 se trasladó a Qom (Irán) a estudiar jurisprudencia islámica. Como tantos musulmanes, proclama que del Corán se pueden extraer las enseñanzas para organizar la vida en comunidad. En los suburbios ahora destruidos del sur de la capital reside junto a su esposa y cuatro hijos. Su primogénito murió en un choque armado contra los soldados israelíes en 1997.

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