"Las religiones sobrevaloran la importancia de Jerusalén"

El irlandés Fred Halliday es uno de las eminencias académicas en temas de Medio Oriente. Ha venido publicando libros y artículos sobre el tema desde comienzos de la década de 1970. Actualmente es profesor de Relaciones Internacionales en la London School of Economics. 100 mitos sobre Oriente Próximo (Global Rythm, 2008, en Uruguay distribuye Océano) es uno de sus libros más accesibles. Está pensando para poder entender el conflicto entre israelíes y palestinos y la guerra al terror a partir de un centenar de preguntas claves sobre asuntos políticos, sociales, culturales o históricos que no siempre son entendidos de la manera correcta.

Los cristianos tienden a exagerar la importancia de Jerusalén, el lugar donde Jesucristo fue crucificado pero la relevancia histórica de esta ciudad no puede compararse a la de otros centros políticos y religiosos como Roma y Bizancio (ni a la de Kiev para los cristianos ortodoxos o Echmiadzin para los armenios). El saqueo de Jerusalén en el año 1099 por parte de los cruzados y la matanza de sus habitantes musulmanes y judíos no fue precisamente una señal de respeto hacia esa ciudad; y tampoco estará de más recordar que fue una disputa por las llaves de la Iglesia del Santo Sepulcro la que provocó la guerra de Crimea en 1854.

La obsesión de judío y musulmanes por Jerusalén también ha sido muy inflada por las fuerzas nacionalistas en las últimas décadas. Es cierto que los judíos siempre han mostrado cierta devoción por "Sión" (véase el glosario), pero hasta hace poco, ésta era de naturaleza estrictamente espiritual o religiosa. En este sentido, es notable que durante los siglos del Imperio otomano, una época en que los judíos se establecieron en numerosas ciudades de Medio Oriente, tan pocos lo hicieron en Jerusalén. Para los musulmanes, la importancia de la ciudad se debe a que en ella se encuentra la mezquita de al-Aqsa, de la que se cuenta que fue escenario del miraj (noche de la ascensión) del profeta Mahoma; sin embargo, durante la mayor parte de los catorce siglos de historia islámica, Jerusalén fue una ciudad de provincias. En tiempos del Imperio Otomano ni siquiera era una capital de provincia o vilayet. En los primeros años del movimiento sionista, cuando el pragmatismo laico aún prevalecía, los líderes judíos como David Ben Gurión no dieron ninguna prioridad al control exclusivo de Jerusalén. De hecho, la vocinglería de los políticos judíos y árabes acerca de la "indivisibilidad" de Jerusalén data en gran medida de la guerra árabe-israelí de 1967.

Por otra parte, y aun suponiendo que tengan algún tipo de validez, las reclamaciones religiosas derivadas de un presunto decreto divino sobre Jerusalén sólo se refieren a una proporción minúscula de su actual área municipal, establecida por funcionarios israelíes a partir de 1967. El centro histórico que ha originado todo el conflicto por el dominio de Jerusalén no es más que una extensión amurallada de apenas tres kilómetros cuadrados. En cierto sentido, la realidad de Jerusalén fue desvelada de forma involuntaria por los nacionalistas kurdos que en 2003 proclamaron la ciudad de Kirkuk -objeto de litigio entre kurdos y árabes- la "Jerusalén kurda". Si con ello se quería insinuar que Kirkuk poseía un carácter histórico o sagrado especial, la afirmación no podía ser más falsa; ahora bien, si los nacionalistas kurdos se referían a que la ciudad se había convertido en un lugar de conflicto interétnico a causa del nacionalismo moderno y los movimientos migratorios contemporáneos, era muy certera (aunque la reflexión valía más para Jerusalén que para Kirkuk). En resumen, no es que Kirkuk sea la Jerusalén kurda, sino que Jerusalén se ha convertido con los años en la Kirkuk judía y árabe, es decir, en un fetiche chovinista desproporcionado, objeto de exigencias nacionalistas arbitrarias e intransigentes por ambas partes. Es de suponer que ningún pueblo de la región -ni el árabe ni el judío ni el kurdo- suscribiría esta conclusión, pero no por ello es menos válida. Tal vez la verdad sobre la presunta santidad de Jerusalén saliera a la luz en abril de 2005, cuando los representantes de todas las religiones mayoritarias consiguieron unirse… para condenar públicamente la celebración de un acontecimiento gay. Que al final se unieran para sumar su intolerancia y no para compartir su inquietud por las miles de vidas que se ha cobrado la disputa por la ciudad es un testimonio más que elocuente de la visión moral de estos prohombres religiosos. u

Entender mejor

Halliday habla persa, francés, alemán, español, italiano, ruso, catalán, portugués y árabe. Eso le permite un contacto directo con los protagonistas de sus estudios. Otro libro editado en español es Islam, El mito de la confrontación.

Una selección de Fernán Cisnero

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