Las películas ya no son las de antes

Más allá de los lujos del Oscar, la industria del cine está en problemas.

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THE ECONOMIST

En Argo, la ganadora del Oscar a mejor película, Ben Affleck es un agente de la CIA que, en 1979, busca la ayuda de ejecutivos de Hollywood para rodar una película de ciencia ficción en Irán y así rescatar a seis diplomáticos estadounidenses escondidos en la embajada de Canadá en Teherán. En la película, Hollywood ayuda liberar a los estadounidenses. En la vida real, muchos se preguntan si no es Hollywood el que está precisando que lo rescaten. "Esquizofrénico", es como un jefe de estudios describe el estado en la ciudad del cine.

La economía de la industria del cine está cambiando. Las ganancias caen, a pesar de que Hollywood está haciendo películas cada vez más coloridas para mercados nuevos y de rápido crecimiento. En tanto, la televisión, que alguna vez fue la "hermana boba", está disfrutando de ganancias récords y elogios críticos sin precedentes. Como un símbolo de ese cambiante poder, Seth MacFarlane, un comediante conocido por la serie Family Guy, condujo la ceremonia de los Oscar.

Los ejecutivos de Hollywood siempre han sido paranoicos e inseguros. Ahora tienen razón para serlo. "El modelo de negocio del cine está roto", dice Amir Malin de Qualia Capital, una firma bursátil. Entre 2007 y 2011, las ganancias (antes de los impuestos) de los cinco estudios controlados por grandes conglomerados de medios (Disney, Universal, Paramount, Twentieth Century Fox y Warner Bros) cayeron alrededor de 40%, dice Benjamin Swinburne de Morgan Stanley. Los estudios apenas aportan el 10% de las ganancias de sus casas matrices y para 2020 será 5%. Eso se debe a que los "seis grandes" (el otro es Sony Pictures) crecen más despacio que la televisión. En 2012, Time Warner hizo 12.000 millones de dólares por sus películas, 20% más que en 2002. Los ingresos de las cadenas de televisión crecieron 84%, llegando a 14.200 millones de dólares.

El cine y la televisión son negocios diferentes, a pesar de que Warner Bros y Fox se dedican a ambos. La televisión es relativamente estable y hoy lucrativa. Las cadenas de televisión sacan dinero de los avisos y de lo que pagan los operadores de cable y satélites por pasar sus programas. Eso llegó a 32.000 millones de dólares anuales en Estados Unidos y crece un 7% anual. A la gente le encanta ver televisión, y aún es uno de las formas más baratas de entretenimiento.

Los ingresos del cine son volátiles. En 2011, las salas estadounidenses vendieron 1.280 millones de entradas, la cifra más baja desde 1995. El año pasado, vendieron 1.360 millones de entradas y los ingresos por taquilla llegaron a un record de 10.800 millones de dólares, gracias a megaéxitos como Los Vengadores. Pero el cine no es un negocio en crecimiento, especialmente ahora que la gente tiene tantas maneras de distraerse en casa. La porción de estadounidenses que fueron al cine al menos una vez al mes menos cayó de 30% en 2000 a 10% en 2011.

Los estudios de Hollywood se enfrentan a tres problemas a largo plazo: divisiones de entretenimiento hogareño menos lucrativas, un creciente costo de hacer las películas y las condiciones en que llegan a los nuevos mercados.

A pesar de que el desempeño en la taquilla es lo que consigue los titulares, un estudio depende de cómo le vaya después a la película, cuando se vende o se alquila para que los clientes las vean en sus casas. Las ventas de DVD tuvo su mejor año en 2004. Desde entonces, la venta de películas en VHS, DVD y Blu-ray (pero no las bajadas de internet) cayeron 36%. Los sitios de alquiler como Redbox o de servicios online como Netflix son populares pero no tan lucrativos. "La gente está mirando la misma cantidad de películas que hace unos años", dice Todd Juenger de Sanford C. Bernstein, una empresa de estudios de mercado. "Pero están gastando 6.000 millones de dólares menos por hacerlo".

Mientras tanto los costos aumentan. Se esperaba que la tecnología abaratara las películas, pero ocurrió lo opuesto, dice Michael Lynton, jefe de Sony Pictures. La mudanza de análogo a digital le permitió a los directores más perfeccionistas hacer más tomas y retocarlas después usando tiempo de producción y edición que siempre es caro. Los estudios también comenzaron a hacer más películas "palos de carpa": grandes estrenos que pueden cobijar al resto como los cuadrantes de una carpa. Eso, en general, implica efectos especiales caros en vez de guiones inspirados, para atraer audiencias mundiales. A menudo cuestan 200 millones de dólares hacerlas y entre 50 y 100 millones lanzarlas al mercado.

Cuando una de esas películas falla, las pérdidas meten miedo. Disney perdió 160 millones de dólares por un solo fracaso, John Carter, una confusa aventura espacial. Antes los estudios vendían entradas y DVD incluso de películas horribles. Pero con las redes sociales y los sitios de fanáticos asegurándose de que las malas críticas circulen, la reputación de una película puede hundirse al instante.

Los ejecutivos de Hollywood han estado intentado extenderle la carpeta roja a los mercados emergentes donde hay cada vez espectadores de clase media. El presidente de una productora definió al mercado internacional como "un salvavidas en el Titanic". La taquilla en el resto del mundo está creciendo dos veces y media más rápido que la estadounidense. China, el objetivo de todos los ejecutivos del cine, pasó a Japón y se convirtió en el segundo mercado mundial para el cine. "Los negocios de los estudios en China ya son el doble que hace uno o dos años", dice Lynton de Sony Pictures.

Sin embargo, a pesar de que los estudios están vendiendo más entradas en mercados emergentes como Rusia y China, cada vez llevan menos dinero a casa. En Estados Unidos los grandes estudios se llevan la mitad de los ingresos por taquilla. En China, los estudios de Hollywood sólo consiguen una cuarta parte. Por otra parte, no más de 34 películas extranjeras pueden ser exhibidas en China por año; el año pasado, los seis grandes estudios estrenaron 134 películas.

Atrapados entre los crecientes costos e ingresos en picada, los grandes estudios han reaccionado tratando de hacer películas que creen que van a ser exitosas: secuelas, precuelas o cualquier cosa con personajes reconocibles. Pero, como escribió el guionista William Goldman "nadie sabe nada", es decir, no se puede predecir un éxito. Los cineastas independientes aún pueden ganar dinero con sucesos sorpresivos pero tienen mercados limitados en el extranjero: los dramas y las comedias estadounidenses tienden a no funcionar tan bien en el extranjero como las animaciones y las de acción.

La televisión tiene otra holgura. Los presupuestos han aumentado: algunos episodios cuestan entre cinco y seis millones de dólares. Esto es mucho menos que un largometraje, pero el doble del costo de los programas de las cadenas. Las escenas de Boardwalk Empire de HBO y Game of Thrones son tan espectaculares como las de cualquier película. Estrellas de cine como Dustin Hoffman y Jeff Daniels se han pasado a la televisión porque las cadenas están gastando mucho y dando a actores y directores mayor libertad creativa. La diferencia de calidad entre la televisión y el cine se achicó.

Los ejecutivos cambiaron de opinión acerca de si las empresas digitales que se han metido en Hollywood, tales como Netflix, son demonios o minas de diamantes. "Netflix ha sido la mejor cosa que le sucedió a Hollywood en mucho tiempo", dice Chris Silbermann de ICM Partners, una agencia de talentos. Esto se debe a que este y otros servicios de streaming, como Amazon Prime, están pagando miles de millones por el derecho a transmitir contenido de los estudios "para los suscriptores en línea". Están compitiendo por los derechos con canales de cable premium, como HBO y Showtime, lo que probablemente esté haciendo subir los precios. Netflix gastó 4,8 mil millones en la compra de contenido de streaming 2011-12. Los jefes de los estudios esperan que estos servicios se expandan mundialmente.

El año pasado fue el primer año en que los ingresos de entretenimiento hogareño no se redujeron. Ahora los estudios quieren aumentarlos. Su mejor apuesta es reforzar las ventas digitales, que ofrecen márgenes gordos. Varios están experimentando con "ventanas" (hacer que las películas estén disponibles un tiempo en cada formato), y están lanzando descargas digitales una semana antes que las películas estén disponibles en DVD.

Según Mike Dunn de Fox, en 2015 los estadounidenses tendrán 861 millones de dispositivos conectados a Internet (consolas de juegos, teléfonos inteligentes, tabletas y portátiles), frente a 560 millones en 2012. Esto se traduce en que cada estadounidense tendrá 2,7 dispositivos. Los estudios piensan que eso puede volver a hacer atractivo comprar películas al ser más fácil verlas en todos estos aparatos. Los grandes estudios (menos Disney) se unieron en una iniciativa llamada "Ultraviolet", que permite a las personas conservar las películas que compran en la nube. Pero incluso los impulsores del plan admiten que la conducta del consumidor ha cambiado. En el futuro, más personas preferirán alquilar, no comprar.

Algunos quieren que los estudios se libren de una sola vez de la ventana de los cines (eso es cuando las películas solo están en las salas). La idea es dejar que los consumidores vean la películas en sus casas, en lugar de viajar a los cines. Obviamente esto no entusiasma a los cines. Tampoco a la mayoría de los estudios. "Las películas son demasiado caras como para cerrar ventanas y eliminar una fuente de ingresos", dice Alan Horn, de Disney.

Pero algunos están cediendo. El año pasado, Lionsgate, un estudio y distribuidora independiente, realizó Arbitrage, un policial con Richard Gere, y lo estrenó simultáneamente en cines y en "video on demand". Michael Burns, el presidente de Lionsgate, reconoció que ganó tres veces más que si lo hubiera hecho de otra manera porque encontró "dos públicos diferentes". Pero si un gran estudio hace eso, los cines podrían ofuscarse y negarse a exhibir la películas de ese estudio. Pocos quieren arriesgarse. La pobreza es cosa fea. ¿Acaso no vieron Les Misérables?

5%

Aumentó el número de espectadores de cine en Uruguay en 2012 cuando se vendieron 2.625.000 entradas.

"Le va tomar un tiempo a la gente en Hollywood darse cuenta que hay menos para repartir. No sólo no podemos pagar lo mismo a todos sino que no podemos bancar tantos proyectos"

Brad Grey, presidente de Paramount.

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