-Su libro En penumbras sobre la masonería uruguaya ya ha vendido casi 11.000 ejemplares y van por la décima edición. ¿A qué atribuye el éxito?
-Tiene tres patas. La primera es el tema en sí, la masonería es apasionante por sí solo; la segunda pata es el período elegido para contar: desde 1973 a 2008, un tiempo cargado de hechos políticos desde el golpe de Estado, pacto del Club Naval, salida democrática, primer gobierno de izquierda en el país, entre otros. Y lo tercero es que desde marzo de 2005 Uruguay tiene un presidente socialista e integrante de la fraternidad, algo que no pasaba desde hacía tiempo.
-¿Qué repercusiones ha tenido el libro?
-Sólo me dio alegrías, desde la prensa hasta los lectores. Es lo mejor, que a la gente común le haya gustado.
-¿Y desde la masonería? O mejor, ¿desde las distintas masonerías que trabajan y operan en Uruguay?
-Hubo tres masonerías que prestaron su testimonio institucional, pero la principal, la Gran Logia de la Masonería del Uruguay no me concedió entrevistas. Igual, por fuentes de la Gran Logia pude reconstruir hechos que se dieron. Desde ahí he sentido que quedaron conformes, en general. Sí supe que se salió a buscar a quienes me aportaron información que ellos guardan celosamente y con discreción, sobre todo lo más urticante cuando la dictadura o su salida.
-¿Siente que había avidez de la sociedad por conocer más sobre esta hermandad tan discreta?
- Totalmente, porque se sabía de masonería en general, pero había interés en el país en saber más de la masonería uruguaya. Es gente como nosotros (los profanos), integran la misma sociedad, toman mate como nosotros, van a los mismos comercios. Había una sana curiosidad de saber qué hacían los masones cuando se reunían en templos. Había un bache ahí que había que llenar porque de masonería sólo se había escrito con un enfoque histórico.