ESPECIAL QUÉ PASA 25 AÑOS

Dos mundos: se conoce el ranking secreto de la educación pública en Montevideo

La repetición refleja la brecha entre los dos Montevideo: el que tiene indicadores similares a Europa y el que tiene indicadores de África. El rico y el pobre. ¿Cuáles son las escuelas con más y menos repetidores y por qué?

Este informe se publicó originalmente el 3 de agosto de 2013
En la calle Maldonado, casi Ciudadela, está la escuela 131 República de Chile. Justo ahí donde se unen el Barrio Sur y la Ciudad Vieja. Carlos y Martina, dos niños de nueve años de edad, sentados en un murito, esperan que sea la hora de entrar a clase. Los dos cursan tercer año pero, en realidad, deberían estar en cuarto. Carlos (su nombre, como el de los demás niños que aparecen en este artículo, es falso) dice que hizo dos veces primero porque no había aprendido a leer ni escribir.

—¿Y por qué?

—Porque me aburre leer. Pero después aprendí —contesta, serio—. Y pasé de primero y de segundo, con sobresaliente.

QUÉ PASA

3 de agosto de 2013

La historia empezó cuatro meses antes, cuando Sebastián Cabrera presentó ante ANEP un pedido de acceso a la información pública: quería saber los indicadores del monitor educativo de Primaria y de Secundaria, con la información discriminada escuela por escuela y liceo por liceo. Eran datos que los organismos no querían informar (en teoría para no “estigmatizar” a centros que ya estaban estigmatizados) y la vía de la ley de acceso era una novedad. Este caso terminó siendo emblemático. Primero, porque se revelaron los indicadores de las escuelas con más y menos repetidores, que hasta ese momento eran secretos. Pero ANEP no respondió sobre Secundaria, por lo que El País presentó un reclamo judicial y unos meses después el juez Pablo Eguren obligó a ANEP a publicar los datos desagregados sobre liceos públicos. El fallo fue apelado y el Tribunal de Apelaciones no dio lugar al pedido de ANEP. La información por fin era pública: ocurrió en noviembre.

Martina repitió tercero el año pasado. Aparentemente no logró hacer bien algunas pruebas que eran definitorias. “La maestra me dijo que iba a ver si me pasaba o no... Pero me repitió”, cuenta ella.

Otros cuatro niños que a esta hora, un poco antes de la una, juegan entre la calle y la vereda, también han repetido algún año. En esta escuela en pleno centro montevideano —que hasta hace no mucho era una institución casi modelo— en 2012 repitieron 25 de los 109 alumnos que cursaban de primero a sexto en el turno tarde. Eso dicen las estadísticas del monitor educativo de Primaria a las que accedió Qué Pasa tras apelar a la ley de acceso a la información pública. Se trata del 22,9% del total de alumnos, la tasa de repetición más alta de Montevideo. Es mucho: uno de cada cinco. Ese 22,9% está muy lejos del 5,6% de promedio nacional e incluso del 8,5% de repetición en Montevideo.

Hoy, muchos niños que vienen a esta escuela provienen de familias que viven en pensiones y refugios de Barrio Sur y Ciudad Vieja. También, de hogares del INAU. Y, según cuentan las maestras, en el correr de la última década la mayoría de los vecinos de la zona y muchos afiliados al club de AEBU, fueron sacando a sus niños de la escuela, porque no querían que convivieran con esos otros chicos que están acostumbrados a un ambiente más marginal.

Cartel en una escuela.
La escuela 131 está en la calle Maldonado, casi Ciudadela. En 2012 tuvo la repetición más alta de Montevideo.
Foto: Archivo El País

Esto no se da solo en la 131. En casi todos los barrios hay escuelas que adquieren fama de “complicadas”, y muchos las evitan. Otras ganan fama de “buenas”, son muy requeridas por las familias y también por los docentes.

La repetición no es el único indicador, pero sí es una las señales que muestra cuando las cosas andan bastante bien o bastante mal. Y refleja la enorme brecha que hay entre los dos Montevideo: el rico y el pobre. En Uruguay la repetición en Primaria se concentra sobre todo en el primer y segundo año de escuela, en los hogares más pobres y en el área metropolitana. Viene acompañada de alto ausentismo y se da más en zonas donde hay otros problemas sociales importantes.

Pero no siempre es un sinónimo de fracaso escolar, dicen muchos maestros. Y explican que la repetición muestra que hay niños que, por su origen y el contexto en el que viven, precisan más tiempo para aprender ciertos conceptos.

Claro, siempre es más fácil tener buenos rendimientos si, a la vuelta a su casa, al niño lo espera una familia que lo contenga y un buen plato de comida. En las últimas décadas, de todos modos, han bajado los índices de repetición en todo el país, debido en parte a políticas como las escuelas de tiempo completo, las escuelas de tiempo extendido y los maestros comunitarios.

Detrás de la escuela Chile en la lista de escuelas con mayor repetición, está la 317 Islas Baleares, en Malvín Norte. Allí los alumnos son, básicamente, de asentamientos. Y esa escuela tuvo la segunda tasa de repetición más alta en 2012: 20,7%. La sigue la escuela 277 en Punta de Rieles, la 167 en la Unión, la 378 en Casavalle, la 9 en La Teja, la 271 en el Cerro, la 227 en Villa Prosperidad, la 319 en Casavalle y la 125 en Peñarol. Son escuelas que tienen tasas de repetición superiores a los promedios del África Subsahariana, 12,9% en 2009.

En el otro extremo, hay escuelas con tasas de repetición similares a los promedios de Europa y América del Norte. Primero está la 83 Martín Echegoyen, en la calle Simón Bolívar entre Silvestre Blanco y Rivera, Pocitos. Dos de 386 niños repitieron en 2012: el 0,51%. Luego la escuela 39, en Ellauri y 21 de setiembre (Punta Carretas) con 0,55%. Dos de 360 repitieron allí. Después, la escuela 3 y 121 en Punta Carretas, la 70 en la Aguada, 366 en Paso de la Arena, 161 en Sayago, 98 en Pocitos, 27 en el Prado y 189 en Carrasco.

Redacción
Una liceal escribe una prueba
Foto: Darwin Borrelli.

Para repetir, antes había un límite del 20% de las inasistencias no justificadas sobre el total de días lectivos. Pero desde hace ya unos años hay cierta flexibilidad respecto a las faltas, que no son una causa de repetición. Se estudia cada caso con el maestro y la dirección. Se evalúa qué conviene más: que apruebe o que no apruebe.

En las dos escuelas con más repetición en 2012 (la 131 y la 317) la cantidad de alumnos que faltó más de lo teóricamente permitido (ese 20% de clases) es más alta que la cantidad de niños que repitió, según comprobó Qué Pasa. Y, en cambio, en una las dos escuelas con menos repetidores (la 39) no hubo un solo alumno que haya tenido más de un 20% de faltas.

Las autoridades del Codicen son reticentes a que estos datos —las enormes desigualdades entre las escuelas públicas, vinculadas a la repetición y el ausentismo, entre otros resultados— se informen públicamente porque, como ha pasado en Chile (donde sí se difunden), puede ayudar a que haya centros a los que nadie quiera ir y otros a las que todos quieran ir. Esa estigmatización, de todos modos, ya se da en la práctica. En casi todos los barios, los padres manejan el dato de cuáles son las escuelas con mejores indicadores y las que no los tienen.

En el Barrio Sur

La escuela 131 cumplió 102 años. Antes tenía entre sus alumnos a muchos hijos de bancarios. Y artistas que luego fueron famosos —como el pintor José Gurvich, el músico Jaime Roos y el director teatral Omar Varela— pasaron por sus aulas, según cuenta una maestra en una entrevista en la web de AEBU.

Hoy la fachada del viejo edificio luce nueva: hace poco fue pintada y todo está en obras. A unos metros de donde Carlos y Martina esperan la hora de inicio de la clase, dos muchachos más grandes juegan a los golpes, en la mitad de la calle Maldonado. Uno es Marcos, tiene 12 años y pinta de preadolescente.

—No descanses, pajero —le grita Joaquín, un compañero al que Marcos le tiró algo que sacó de un contenedor.

Marcos está en sexto y dice que ya sabe que este año repite. Pero luego se arrepiente:

—No, no… Me tengo fe.

Hasta ahora ha repetido solo segundo. Joaquín dice que él repitió porque se porta mal y encima estuvo un mes enfermo, sin ir a clase. “Así que no sabía nada”, resume.

La mayoría de los niños llegan solos, caminando. Unos pocos en camioneta o con los padres. Una maestra que cuida la puerta (y la tiene entornada) sale y le pregunta a los niños si van a entrar al comedor. Le dicen que no. “Yo ya comí”, explica Martina.

Allá llega un padre con su hijo, que repitió primero el año pasado. Ellos viven en el Cerro pero él trabaja vendiendo antigüedades en la peatonal Sarandí. Lleva una campera de Peñarol y dice que el problema es que el chiquilín no había hecho el prescolar y eso le complicó el primer año. Le parece bien que haya repetido, ahora sí aprendió a leer y escribir.

A la una y cuarto, Guido, un abuelo, mira cómo su nieto entra a la escuela. El niño lleva la túnica impecable y una linda mochila atrás. Cuando se saludan, se nota el acento chileno. Llegaron este año a Uruguay y Guido es educador, por lo que sabe del tema. Los vecinos del barrio le contaron de la problemática de la escuela y de la alta tasa de repetición. A su juicio, incide una falta de compromiso de las familias de muchos alumnos y opina que “no puede ser” que haya niños de ocho o nueve años que aún estén en primero.

No es la situación de su nieto, un caso raro en esta escuela: como en Chile empiezan antes, él está adelantado. Acaba de cumplir 11 años y ya promedia sexto. En la escuela están asombrados. Mientras él habla, dos muchachitos de 12 o 13 años de edad salen por una ventana que tiene roto el tejido de alambre. Saltan, dan unas vueltas y entran otra vez por la misma ventana. Se ve que no usan la puerta.

Primaria no autorizó a Qué Pasa a ingresar a esta escuela ni a las demás mencionadas en el artículo. Y tampoco autorizó a las directoras a realizar declaraciones. De todos modos, algunos docentes de esta y otras escuelas dieron su testimonio, con la condición de no ser identificados.

Escuela 131
Escuela 131 en el Barrio Sur.

Una maestra que trabajó en la escuela 131 en dos períodos distintos dice que esta no es la escuela Chile de antes, cuando —para empezar— había más del doble de alumnos. Además, convivían niños de distintos estratos sociales. “Acá quedó solo el nivel de más abajo”, responde. “Todo lo bueno se fue... Ahora hay mucha problemática social, intelectual y también emocional”. Y explica: “Al final casi todos los niños son de las pensiones, de hogares del INAU, de refugios, o de casas ocupadas de la Ciudad Vieja y son niños complicados. También tenemos niños en situación de calle”.

Hay alta incidencia de violencia doméstica y mucha rotación: los alumnos cambian bastante de un año a otro porque la población de pensiones y refugios suele ser cambiante. Una maestra que tiene varias décadas de trayectoria dice que las cosas que vio en la escuela Chile no las vio en ningún otro lado, y eso que ha estado en escuelas en barrios muy pobres. “Acá no es solo pobreza. Es miseria humana y dejadez”, opina. “No todos, pero sí de muchísimos”.

El año pasado casi todas las semanas había que llamar a la Policía comunitaria ante distintas situaciones de violencia, cuenta. “Este año eso se depuró un poco, por suerte”, dice la maestra. Igual, todo indica que en 2014 la escuela 131 será de tiempo completo.

Escuela en Malvín Norte

Cinco policías patrullan a caballo la calle Mataojo, ahí cerca del Instituto Pasteur. A dos cuadras está la escuela 317 Islas Baleares, en la calle Iguá, junto al INVE 16, un complejo de edificios de paredes despintadas. En frente de la escuela está Euskal Erría 70 y a unos metros dos contenedores incendiados y sin tapas. En los alrededores, varios asentamientos. Esta escuela es de tiempo completo desde 2012, cuando repitieron 42 de 202 alumnos, el 20,7%. Pero en primero repitió el 40%. Luego la cantidad de repetidores baja, como pasa en todas las escuelas, hasta llegar a un 7% en sexto.

Son las ocho y poco de la mañana. Casi todos los niños, incluso los más chicos, llegan solos, igual que en la escuela 131. Algunos con la túnica sucia y sin moña, otros prolijos. La inmensa mayoría de los que pasan por la vereda acompañados de un familiar mayor siguen de largo: van a otra escuela, la que está adentro de Euskal Erría 70. Incluso las familias que viven en el INVE 16 prefieren mandar a los hijos a la escuela de enfrente (algunos piden “prestadas” direcciones de vecinos que viven en Euskal Erría).

—Estamos guetizados —dice una maestra de la escuela 317, resignada. La suya es “la escuela del cante”.

Tanto es así que cuando se inauguró la escuela 317 en la década de 1990, muchos niños entraban por un hueco al fondo y no por la puerta. Buena parte de la población viene del asentamiento Boix y Merino, del Aquiles Lanza y del Isla de Gaspar, el cantegril más antiguo de Montevideo. Pero no todos son de allí. A esta hora de la mañana, una de las pocas madres que acompaña a sus hijos es del Euskal Erría 70. En rigor, sus dos hijos deberían haber ido a la escuela de ese complejo, pero no había lugar. “Ahora ellos se adaptaron acá, el año pasado los quise sacar y no quisieron”, se ríe ella.

La alta tasa de repetición en esta escuela tiene una explicación simple. A veces en primer año es más importante enseñar hábitos elementales de higiene (muchos niños no saben siquiera cómo usar un wáter y hasta le tienen miedo) que enseñar a leer o escribir. Es habitual que los niños tengan que cursar dos veces primer año. “A veces hasta tres”, reconoce una maestra. Ese es el tope: hacer repetir a un niño más de tres veces seguidas no tiene sentido, coinciden todos.

Niños en una escuela
Niños en una escuela.

A Teresa de Armas, una docente de la Facultad de Psicología que visita cada semana la escuela, los alumnos la conocen como “Tere”. Y cuenta que muchos niños llegan a primero de escuela sin saber diferenciar entre el número dos y el número tres pero sí entre el bronce y el cobre, porque reciclan y salen con el carrito.

O roban. Hace un tiempo un chiquilín llegó un día llorando mucho, decía que estaba gordo y que por eso no podía salir más con los tíos. “¿Qué tienen que ver tus tíos con que estés gordo?”, le preguntó De Armas. Resulta que como él estaba más gordo, ya no pasaba por banderolas o pequeñas ventanas y no podía salir a robar.

“Los modelos identificatorios acá son ser narco o chorro”, dice la psicóloga. También relata casos de madres de 15 años y niños a los que sus padres les dan Risperidona (un antisicótico que, en rigor, está indicado para la esquizofrenia) o Ritalina (indicado para el déficit de atención por hiperactividad), comprados en la feria, para que “bajen las revoluciones”.

Eso sí, el edificio de la escuela está lindo. Los salones fueron reformados y hay un comedor nuevo, a donde también vienen liceales y estudiantes de UTU.

El menú hoy es leche con cocoa y pan con mermelada de desayuno, fiorentina (una especie de carne con verduras) de almuerzo, ojitos a la merienda. Ahora autoridades y vecinos buscan recursos para techar la cancha de basquetbol. Y también reciben donaciones de medias.

Porque hay niños que, en pleno invierno, llegan descalzos a clase a las ocho y media de la mañana.

Escuela en Punta Carretas

A unos metros del parque de Villa Biarritz, ahí en Ellauri y 21 de setiembre, está la escuela Grecia, la 39. Fue la segunda con menor porcentaje de repetidores en 2012. A las cuatro de la tarde unos 50 niños escuchan sentados al escritor Federico Ivanier en un salón. En la biblioteca, que tiene una enorme televisión de pantalla plana, trabaja el presidente de la comisión fomento, Gustavo Roche. En el patio, algunos chiquilines hacen gimnasia.

Una maestra cuenta que durante 13 años trabajó también en un colegio privado de la zona. “Y te digo que acá competimos perfectamente, si es que no estamos mejor”, dice, orgullosa. “Todas las escuelas públicas deberían ser así”, sonríe. El contexto, obvio, influye. Los padres acá suelen estar presentes y apoyan a sus hijos. “En esta escuela vienen a consultarte aunque vos no los hayas llamado”, dice una maestra. “En otras escuelas los podés llamar todo el año y nunca van a venir”.

Clase de una escuela
Clase de una escuela.

También hay aportes económicos, que hacen la diferencia: cada familia colabora, en promedio, con 150 pesos, lo que hace unos 63.000 pesos mensuales si se cuenta a los alumnos de jardinera a sexto. Con ese dinero se compran materiales, se hacen obras y se contratan especialistas (psicólogo, profesores de danza, de plástica y de canto). Primaria solo paga el sueldo de la profesora de gimnasia. La diferencia, dice Roche, está en ese compromiso de los padres. “Fijate la hora que es y nosotros estamos acá trabajando”, sonríe el presidente de la comisión. Son las cuatro y poco de la tarde y él está haciendo números en la biblioteca porque se viene la rifa anual.

Pero hay otro factor. Cerca del 90% de los maestros son efectivos, hay baja rotación. Claro, las escuelas que están mejor son las más requeridas por los docentes. Y acá los rostros de las maestras reflejan distensión y alegría, lo que contrasta con las caras de tensión, y a veces angustia, en la 131 y en la 317.

Escuela en Pocitos

Faltan 20 minutos para las cinco de la tarde y ya hay unos cuantos padres esperando en la puerta de la escuela 83, en la calle Simón Bolívar. Esta es la escuela que en 2012 tuvo menor repetición de Montevideo: solo repitió un niño en primero y otro en segundo de los 386 que cursaron de primero a sexto.

Ricardo y Eduardo son dos padres que aguardan a sus hijos, mientras charlan en la vereda. Los dos son del barrio y eligieron esta escuela porque sabían que era buena. Dicen que lo mejor es la dirección y el plantel docente, que rota poco. Lo mismo cuenta el cantante Eduardo Larbanois, quien vino a buscar a su hija Luana, de siete años, a quien apenas se le ve la cara por la bufanda. “Ta divina la escuela”, sonríe Larbanois.

Unos metros más allá está Noelia Campo, la actriz y conductor de televisión. Ella vino a esta escuela de chica y ahora trae a su hijo Valentín, un inquieto rubiecito que está en segundo año. Campo lo sigue con la vista, mientras él corre de un lado para el otro. Después le roba las llaves del auto.

Escuela Simón Bolívar
Escuela Simón Bolívar en 2013.
Foto: El País.

Ella le pide que se quede un poco quieto y, sin perderlo de vista, resume las bondades de la institución: está en un barrio con un contexto económico favorable, es una escuela “de práctica” (por lo que, en cada clase, hay practicantes además de maestras), los padres están presentes en las decisiones, participan en las reuniones y en actividades.

Campo toma de la mano a su hijo y enfilan hacia el auto. Guzmán, otro padre, todavía espera que salga el nene, que está en sexto. Él no sabía que esta es la escuela con menor repetición de Montevideo pero tampoco le asombra el dato, porque en las clases en las que estuvo su hijo nunca ha repetido nadie. Ni uno.

—Yo soy hincha de la escuela pública —dice Guzmán.

Eso sí, no es lo mismo ser hincha de la escuela pública en Simón Bolívar y Silvestre Blanco que en Iguá y Mataojo.

EN PRIMERA PERSONA

Yo fui a la escuela 131

Gonzalo Terra (*)
Hace 30 años los amplios y luminosos salones de la escuela 131 República de Chile recibían a niños de todas las clases sociales. Sin contar las excepciones, los humildes hogares de la Ciudad Vieja y la Aduana, muchos de ellos monoparentales, eran los que nutrían de niños el turno de la mañana. Hijos de trabajadores, de desempleados o de prostitutas. Cursé los primeros años en ese turno, hasta que el asma obligó a las autoridades a concederle a mi madre el reclamado -y postergado- pase a la tarde, donde nunca había lugar. El turno vespertino me mostró otra cara. Había decenas de hijos de bancarios que por la mañana concurrían al club deportivo de AEBU, a tres cuadras de la escuela, y que hasta allí eran trasladados en bañaderas. Y compartí aula con hijos y nietos de políticos y embajadores.

La diferencia entre el capital cultural y económico de un turno a otro era enorme, pero la exigencia del cuerpo docente era pareja para todos. En aquel entonces la Escuela Chile garantizaba educación. No sé qué pasó en los últimos 30 años, pero hoy vivo a tres cuadras de allí y, como muchos excompañeros de clase, elegí un colegio privado para mi hija.

(*) Subeditor de la edición Nacional de El País en 2013

LA HISTORIA

Persiguiendo un dato

Casi cuatro meses se tomó el Codicen para contestar una información pedida por Qué Pasa, a pesar de que la ley 18.381 dice que debería haberlo hecho en 20 días. Esta es la crónica de un largo trámite.

Lunes 18 de marzo, un rato después de la una de la tarde. Entro al edificio de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) en Avenida del Libertador y llevo un sobre en la mano: adentro hay una carta en la que pido que me entreguen los indicadores del monitor educativo de Primaria y de Secundaria, con la información discriminada escuela por escuela y liceo por liceo. Son datos que los organismos no quieren informar y, por eso, apelo a la ley 18.381 sobre derecho de acceso a la información pública, que dice que la administración está obligada a entregarme la información en 20 días hábiles (o, en su defecto, responder que no me darán los datos).

-¿Trajo una copia? -me pregunta una funcionaria detrás de una ventanilla.

-No sabía que tenía que traer copia.

-Claro, si no tiene una copia no puedo ponerle el sello que muestra que recibí el documento -me dice, como si estuviera explicando lo más obvio del mundo.

Le pregunto dónde puedo hacer una fotocopia. Se hace un silencio y la funcionaria no responde nada. Desde atrás, uno de los cuatro empleados que están ahí, le dice: "Dale, hacele la fotocopia".

La mujer hace caso a su compañero y hace la fotocopia. Luego me pide que llame en 24 horas para que me digan el número de expediente, algo clave para rastrear el trámite. Al otro día llamo, pero no encuentran mi pedido. "¿Es una carta escrita a mano de Tacuarembó?", me preguntan. Digo que no y le vuelvo a explicar bien de qué se trata. Pero mi carta no aparece hasta que, casi diez minutos más tarde, la encuentran. Y me dan el número: es el expediente 908/13, que ya pasó a tramitación general. Ese número lo voy a tener que repetir unas cuentas veces en los meses siguientes.

22 de abril

Ya se cumplió el plazo de 20 días hábiles, pero una empleada del Codicen me informa que el documento sigue en tramitación y que hay que esperar. Un par de semanas después, el jueves 2 de mayo, un secretario del presidente del Codicen, Wilson Netto, me dice que la consulta fue enviada el 25 de abril a Primaria y Secundaria "como tema urgente". Es decir, demoraron un mes y una semana en pasar la consulta a esos dos organismos.

-¿Es habitual que no se cumpla con el plazo establecido en la ley? -pregunto.

-No le entiendo -responde él.

-Que si es habitual… El 22 de abril se venció el plazo -insisto.

-No es habitual. Esta debe ser una excepción -especula el secretario-. Le sugiero que llame a Primaria y también a Secundaria.

Hago eso. En Secundaria me dicen que no tienen ni idea de ese trámite. En la Secretaría General de Primaria tampoco encuentran mi expediente. Un amable funcionario me explica que, si el trámite salió de la presidencia de ANEP el 25 de abril, tal vez aún no llegó ahí. "Porque, después de Presidencia de ANEP, son dos pasos más adentro del Codicen", dice. "Y después nosotros tenemos que ir al Codicen a buscarlo. Ellos no mandan nada".

Así, me sugiere que llame a la conserjería del Codicen, el último paso antes de que un trámite salga a otro organismo. Ahí me atiende una funcionaria que pide que espere un poco. Se va a fijar. De fondo se escucha una canción romántica. Podría ser Enrique Iglesias, Franco de Vita o algún otro cantante latino. "Sí, el expediente está acá, pero tienen que venir a retirarlo de Primaria", me dice unos minutos después. ¿Y eso cuándo sucederá "Y… Ellos vienen por acá un par de veces por semana".

9 de mayo

Llamo a la secretaría general de Primaria, pero se corta. Vuelvo a llamar y me atiende otra funcionaria. Le explico que llamé hace un minuto y se cortó. Entonces me pide que espere y escucho que le pregunta a una compañera: "¿Vos atendiste a alguien del diario de no se donde por un expediente del Codicen?". La otra le dice que sí y atiende el teléfono. Y me confirma que el expediente llegó ayer "y está para estudiar en secretaría general".

Saco cuentas: el trámite demoró una semana y seis días en pasar del Codicen a Primaria, dos edificios que están a 11 cuadras de distancia. Es decir, demoró más de un día por cuadra. Si en Uruguay hubiera un gobierno electrónico de verdad, debería haber llegado en un minuto: apretando una tecla y punto.

Adentro de Primaria las cosas serán un poco más rápidas: el 20 de mayo el expediente termina el trámite en ese organismo y se supone que vuelve al Codicen.

El 25 de mayo llamo a la mesa de entrada del Codicen y la respuesta me desconcierta: dicen que hoy el expediente salió rumbo a Primaria. ¿Por qué el Codicen lo mandaría otra vez para ahí? No me cerraba la respuesta, así que llamé a la Presidencia del Codicen y ahí me explican que el expediente sí salió otra vez del organismo, pero ahora rumbo a Secundaria.

-Lógico -me dice el secretario de Netto-. Primero fue a Primaria y ahora a Secundaria, porque tú querías información de los dos desconcentrados.

-¿Y no era posible que fuera a los dos organismos al mismo tiempo?

-Y… No.

30 de mayo

Unos minutos antes de las seis de la tarde llamo a la mesa de entrada de Secundaria para saber si ya les llegó mi expediente. Una funcionaria le pregunta a otra: "¿Vos tenés la carpeta amarilla con los expedientes del Codicen?". Y ahí en la carpeta amarilla está mi expediente, el viejo y querido 908/13. Esta vez demoró cinco días en ir del Codicen a Secundaria. La funcionaria me pide que vuelva a llamar mañana para saber el número de trámite que le darán dentro de Secundaria. "Hoy ya no caratuleamos", explica.

Tres semanas y media más tarde, el 24 de junio, me entero que hace cuatro días el expediente fue devuelto por Secundaria al Codicen.

Parece que se acerca el final de la historia. Llamo a tramitación general del Codicen y me dicen que "está para hacer la resolución". Pregunto qué significa eso y la funcionaria me explica pero no entiendo bien (está mal el cable de su teléfono y se entrecorta). Así que me repite varias veces lo mismo. "No me muevo, así no se corta", se ríe ella. Dice que falta la firma de una de las secretarias y que luego va al despacho de la secretaría general. Y ahí me notificarán.

28 de junio

Es de tardecita. En tramitación general me dicen que la base de datos está "desconectada", que no saben si podrán chequear en qué está el trámite. Pero se ve que la base de datos se conectó porque luego me dicen que desde el 24 de junio está a estudio del asesor letrado.

Entonces me pasan con la asesoría letrada, donde me informan que el problema es que el expediente tiene una parte física y una parte electrónica: "La parte electrónica ya la tenemos nosotros. La física, no".

4 de julio

Llamo otra vez a tramitación general. Todavía no arreglaron el cable del teléfono y, como el 24 de junio, la llamada se entrecorta, no entiendo lo que me dicen. Al final comprendo: el expediente 908/13 sigue en la asesoría letrada. Entonces llamo a esa oficina y atiende Milton, el mismo funcionario que me había atendido la semana anterior. Dice que la parte física sigue sin llegar, que solo tiene la parte electrónica.

-Pero eso es lo mismo que me dijiste la semana pasada -me quejo.

-Lo que pasa es que no me lo mandaron de la otra oficina.

Le pregunto qué oficina es esa. Pasan 30 segundos y me dice que se cayó el sistema, que por favor llame en 10 minutos porque, una vez que se cae el sistema, le cuesta "reenganchar".

Llamo en 10 minutos pero no atiende nadie. Ya veo que habrá que esperar un par de semanas más. Pero no. Cuando vuelvo a comunicarme con Milton, me dice que está la respuesta y que son dos o tres CD. "Vení el lunes y te los llevás", sugiere. Pero es jueves y le digo si puedo ir hoy mismo. Al final transamos en que voy al día siguiente después de las 10.30, así tienen tiempo para prepararme todo.

Viernes 5 de julio, 11.50. Llego a la asesoría letrada del Codicen. De fondo se escucha la inconfundible voz de Darwin Desbocatti. Milton se enfermó y no vino. Me atiende otro muchacho que no tiene idea de mi trámite. Pero busca entre los papeles y lo encuentra. Le cuento que estoy hace casi cuatro meses esperando por la información. "¿Cuatro meses?", pregunta asombrado. "La sacaste regalada. Fijate que a veces demoran años en contestar".

Miramos la respuesta, son unas cuantas hojas con las diferentes etapas y solo hay un CD con la información pedida a Primaria (parte de esa información es el centro del informe que se puede leer en las páginas 4, 5, 6 y 7).

La información solicitada a Secundaria no está. El Departamento de Estadística de ese organismo informa que "no es de competencia" de esa oficina brindar los datos discriminados por centro de estudios. El funcionario me traduce la respuesta: "Capaz no tuvieron ganas".

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