En el depósito del Cerrito de la Victoria del Servicio de Vigilancia de Tránsito de la Intendencia de Montevideo hay 5.000 motos y unos 30 autos incautados en procedimientos. Algunos llevan un lustro ahí, en ese cementerio de vehículos, esperando que sus dueños paguen las multas acumuladas y se los lleven.
Con el auge de las picadas ilegales de motos y el estricto control inspectivo del verano, todos los fines de semana llegan entre 40 y 70 motos más, para apretujarse con las demás. "En los últimos tres meses estamos a full, siempre recibiendo más motos", sostuvo Juan Villa, encargado del depósito municipal.
"Digamos que unas 2.000 de las 5.000 motos que están acá fueron requisadas en competiciones no reglamentadas. Las picadas, que le dicen", dijo Villa. Del furor de las picadas clandestinas ya dio cuenta este suplemento el sábado pasado. Al día siguiente un operativo en Manga terminó en la incautación de 40 motos, que terminaron en el depósito que cuida Villa.
Cuenta que son motos de alta cilindrada o ciclomotores adaptados para la competencia callejera: le hacen esmerilados en los pistones, le bajan los amortiguadores, les cambian los manubrios y los posapiés para hacerlos más deportivos. "Quedan aerodinámicos", dice.
Los motivos para la requisa del ciclomotor pueden ser varios: no portar (o no tener) cédula de identidad, licencia de conducir y documentos del vehículo, no usar casco, no tener frenos, luces o asiento. "Algunos ni siquiera tienen un tanque para el combustible. Se arreglan con un envase de plástico de refresco, adosado a la moto", dijo Villa.
La mitad de los vehículos amontonados tiene más de cuatro años estacionados en General Flores 3820. Ya están para "disposición final", es decir, para ser enviados a una subasta pública donde las compran los chatarreros.
Muchos no van a levantar sus motos incautadas porque están cargadas de multas o eran motos robadas y tienen falsificados el número del motor y el chasis.
Curiosamente, también hay alguna moto nueva, con apenas 15 kilómetros realizados, en perfectas condiciones, que nunca fueron levantadas por sus dueños. Esas están bajo techo, bien guardadas, para ser eventualmente donadas a alguna ONG que les dé utilidad, según legisló oportunamente la Junta Departamental.
Semanalmente Villa y sus compañeros liberan entre nueve y 10 vehículos a aquellos usuarios que pagaron sus multas, algunos gracias a convenios con la comuna para refinanciar deudas.
"Esto de las picadas es preocupante. Muchos padres vienen con sus hijos adolescentes y terminan discutiendo acá delante nuestro. Los padres los rezongan porque tienen que pagarles sus aventuras peligrosas. Son actos irresponsables de los gurises", dijo Villa.
Los inspectores han detenido a conductores de ciclomotores de motos de hasta 11 y 12 años, dijo Villa. Cabe recordar que el permiso para conducir un ciclomotor es para mayores de 16.
Villa y los demás funcionarios del depósito les realizan peritajes técnicos a las motos que tienen bajo vigilancia, con los cuales confirman si el número del motor y el chasis se corresponden. En caso de constatar alguna irregularidad, le avisan al departamento de Automotores de la intendencia para que actúe.
Al lado del enorme depósito hay otro, separado de un muro de cemento, donde hay unas 2.500 motos más. Son las que llevan más de cuatro años y cuyos propietarios perdieron el derecho al reclamo, por abandono. Están una arriba de la otra, en forma de montaña.
"Te digo: si llegan a reglamentar las picadas, que hagan un cementerio al lado, porque estos muchachos se matan. ¡Andan hasta sin asiento!", se escandalizó Villa.