Bueno, bonito y, sobre todo muy barato

Uno puede llegar a entender el daño que provoca. Pero para cualquier consumidor de cultura no hay nada mejor que conseguirla gratis. Eso mata al intermediario. Para ver cine ya no se precisa que un exhibidor la traiga a Uruguay; una serie está disponible horas después de su emisión en el hemisferio norte; la última versión del juego está al alcance de la mano; el software que sale mil dólares a un solo click. ¿Quién va a poder contra eso? Los derechos de autor son derechos humanos, dicen, pero los del consumidor de acceder a los productos, ¿acaso no lo son? Hoy que está tan de moda elogiar el "empoderamiento" de un grupo tras otro, son pocos los que nos recuerdan el fabuloso igualador cultural que es la Red. Que además nos acerca cosas que antes eran arbitrariamente excluidas de nuestro horizonte por quienes reclaman su parte. La pelota está en la cancha de enfrente. Los dueños del copyright deberán encontrar la forma de hacernos volver a pagar. Mientras tanto, lo que queda es disfrutar de esta primavera digital que puede durar poco.

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