Joel Rosenberg
1) Príncipe azul
Para Noelia Labella, la suya era una adolescencia normal. "Vivía en una familia tradicional, iba al liceo y tenía al amor de mi vida, mi novio, mi príncipe azul".
La relación con su príncipe azul provocó un embarazo no buscado, una noticia fuerte para sus 16 años, pero dramática por las circunstancias en las que llegó: 20 días antes le habían informado que era portadora del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), que causa el sida.
"Yo no lo creía. Era una chica normal, ¿por qué a mí?, pensaba. Luego descubrí que mi novio me engañaba y se drogaba, que su vida no era como yo creía. Pero yo también fui responsable de mis actos", cuenta.
Hoy Labella tiene 24 años y un hijo de 7 que, gracias a los avances médicos, no está infectado con el VIH.
"Cuando la doctora me ofreció realizar el primer tratamiento antirretroviral para una embarazada portadora del VIH, dije que sí. No tenía muchas opciones".
Labella toma ocho medicamentos diarios. "No me puedo olvidar. Los tomo todos los días de mi vida. Todos, si no me muero".
Su familia siempre la apoyó y, como se siente fuerte, intenta ayudar participando en talleres para combatir el desinterés de los jóvenes por la prevención del sida. "Les explico que todos estamos expuestos. Que yo antes también me reía de esto".
2) Abuela con sida
Laura Pérez es la presidenta de la Red Nacional de Personas Viviendo con VIH/Sida.
Pérez lamenta que este grupo no pueda juntar a todos los infectados del país. "No es fácil reunir la gente para trabajar. A muchos no les gusta dar la cara, por su trabajo o por su familia. Otros prefirieron otras organizaciones".
Pérez se enteró que era portadora del VIH hace 11 años. "Mi esposo lo metió en mi casa y en mi vida. Yo era fiel, no tenía ninguna práctica de riesgo, era una mujer casada, con una niña de 8 años y una vida normal", contó.
Estuvo muchos años sin querer tomar los medicamentos y comenzó el tratamiento porque se lo pidió su hija. "Gracias a eso pude conocer a mi nieta, la belleza que ella me regaló en mayo", contó emocionada.
La actual pareja de Laura, Eduardo Cruz, también es portador de VIH y trabaja junto a ella en la Red. Eduardo aseguró que hay temas en los que los pacientes deben pelear por sus derechos. "Por ejemplo tener la garantía de que se realizan pruebas de calidad a los medicamentos que tomamos".
Los pacientes organizan talleres de información y educación con la participación del director del Servicio de Enfermedades Infecto Contagiosas (SEIC), Ignacio Mirazzo, y una psicóloga.
El 29 de julio, Día Nacional de la Lucha contra el Sida, se realizó una "chorisida" en una cooperativa de viviendas de Fucvam. Allí se se pudo observar como, después del taller, un grupo de jóvenes compartió la comida con los infectados con VIH, sin miedos. "Para nosotros es la mejor forma de llegar a la sociedad", señaló Cruz, quien espera recorrer el país con los talleres.
3) "Confío en ellos"
María Inés Flores está internada en el SEIC. Tiene infecciones micóticas, unos hongos que aparecen como una de las más comunes "enfermedades oportunistas" que atacan al organismo aprovechándose de la severa baja de defensas que provoca el sida.
Flores pone todas sus ganas para sonreír en la entrevista, para demostrar agradecimiento porque alguien se interesa por ella.
Tiene 31 años y contrajo la enfermedad "por un descuido", hace cinco años. Esta es la tercera vez que la internan.
"Acá me tratan muy bien, no me discriminan que era el mayor de mis miedos", contó Flores, sentada en una sala de espera donde la humedad, las sillas destrozadas y las paredes despintadas transmiten una sensación de frío y abandono.
Esa sensación ronda la zona de internación del SEIC, donde muchos de los pacientes están en grave estado. Desde 1983 han fallecido 1.233 uruguayos a causa del sida.
Hoy, sin embargo, los medicamentos antirretrovirales, que componen el llamado "triple cóctel", brindan una esperanza a la que se aferran los pacientes. "No dejo nunca de tomar los remedios", dijo Flores. "Siempre recuerdo que dependo de ellos. Confío en ellos".
4) De terminal a crónica
El médico infectólogo Eduardo Savio estaba de guardia el día que el primer caso de sida en Uruguay llegó al SEIC.
"No puedo olvidarme de ese 29 de julio de 1983. El paciente era un hombre que se había enfermado en Estados Unidos y decidió morir en Uruguay. A los pocos días de su muerte se creó una psicosis. Comenzaron a venir decenas de personas alteradas temiendo tener sida, sobre todo homosexuales", recordó Savio, catedrático de enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina.
"No se sabía qué era, lo que producía. Era algo nuevo. Para quienes hacemos infectología el sida modificó nuestra actividad porque nadie quería atender a estos pacientes".
Según Savio, la actitud de los médicos no varió mucho y 20 años después son pocos los que se animan a tratar infectados con VIH y enfermos de sida. Pero en otros aspectos, Savio señaló grandes cambios, como, por ejemplo, la aparición de la medicación antirretroviral en 1996 y la clara diferencia que hoy existe entre los infectados con VIH y los enfermos de sida.
"El infectado es aquel portador del virus que no tiene ningún síntoma, no está en tratamiento y no toma remedios. En definitiva tiene el virus, pero tiene una vida normal", explicó Savio.
El sida propiamente dicho aparece con las llamadas "enfermedades oportunistas" que atacan al paciente que tiene disminuidas sus defensas por la acción del VIH, o cuando lo señalan algunos indicadores que miden la cantidad de virus y de defensas en la sangre del infectado.
Estos parámetros marcan la aparición del sida y la necesidad de comenzar con los tratamientos antirretrovirales.
Hasta hace algunos años contraer el sida era sinónimo de muerte cercana. "Hoy se empieza a creer que el sida puede llegar a ser una enfermedad crónica. Hay pacientes que están en perfecto estado con diez años de sida", señaló Savio.
5) Una voz en el teléfono
La telefonista accedió a la entrevista pero explicó que por el reglamento de la Línea Sida (402 1010) no puede revelar su nombre.
Esto obedece, según los coordinadores de la Línea, a que un 20% de las 6.000 llamadas mensuales no buscan información sino alguien que escuche sus experiencias, y por eso se prefiere mantener el anonimato de los que atienden.
"Se pregunta sobre infidelidad, sobre bisexualidad. La llamada es anónima y eso provoca que se narren experiencias y problemas íntimos", contó la telefonista, quien trabaja allí desde 1995.
La línea funciona desde 1993 como parte de un convenio entre la Intendencia de Montevideo, la Asociación de Seropositivos (Asepo) y el Instituto de Investigación y Desarrollo (IDES), una ONG que trabaja sobre el tema sida. La consulta más recurrente es sobre los riesgos de contagio del VIH con la práctica del sexo oral. "La respuesta es que sí, que con el sexo oral hay riesgo de infectarse".
Otra pregunta recurrente es sobre el llamado "período ventana", lapso en el cual la persona puede estar infectada a pesar de que los análisis de sangre digan lo contrario. "Hoy en día se estima que este período dura unos tres meses", contó la telefonista, quien aseguró que el lunes es el día de más llamadas, ya que "las conductas del fin de semana provocan los temores".
Otras consultas comunes son las de familiares y compañeros de trabajo de personas infectadas. La duda es si pueden compartir el baño, los implementos de cocina y el mate. "En todos los casos la respuesta que damos es que no hay problema, que esas acciones no conllevan riesgo", señaló.
Además de esta línea, Salud Pública cuenta con el 0800 7432 para atender consultas relacionadas con esta enfermedad.
6) Viejos descuidos
Magdalena Carrere es la presidenta de la Asociación de Meretrices Profesionales del Uruguay (Amepu).
El sindicato de prostitutas intenta educar respecto al sida. "Siempre le decimos a todas las trabajadoras sexuales que no se dejen convencer de no usar condón por unos pesos más, pero no podemos obligarlas. Las clandestinas y las menores de edad hacen lo que quieren. Y muchos clientes les ofrecen más plata si no usan preservativo", contó.
Carrere reconoció que hay mujeres prostituyéndose a pesar de ser portadoras de VIH, incluso dentro del gremio. "No tienen la libreta de habilitación pero a veces no pueden dejar. Nosotros tampoco le podemos pedir que dejen, no tenemos cómo".
La gremialista, que tuvo compañeras que fallecieron debido al sida, entiende que falta educación en la población, "y no sólo en los jóvenes".
Hace algunos meses una prostituta de La Teja le comentó que habría que sugerir a las autoridades del BPS que coloquen en el recibo de jubilación la advertencia: "Por favor, use condón".
La broma tiene un trasfondo serio. Según Carrere, en muchos barrios de Montevideo prostitutas informales o clandestinas, algunas portadoras del VIH, ofrecen a los jubilados sexo sin preservativo. "Habría que educar en esa franja de edad también", señaló.
7) Epidemia silenciosa
En 1981 la doctora Margarita Serra viajó a Estados Unidos enviada por el Ministerio de Salud Pública para conocer detalles de una nueva epidemia llamada Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida. En ese momento, en todo el mundo, había 9.000 casos conocidos.
Serra, que dirige el Programa Nacional de Sida (PNS), informó recientemente que hoy en Uruguay hay 12.500 uruguayos enfermos de sida o infectados con el VIH. La cifra no incluye a los ya fallecidos.
Los datos de Salud Pública marcaron este año el mayor crecimiento de la enfermedad en Uruguay. Del 2002 al 2003, los casos de VIH/sida se duplicaron: se pasó de dos a cuatro infectados cada 1.000 habitantes.
Las cifras pueden ser incluso mayores. "Estos números pueden ser un subregistro. Es una estimación", aclaró Serra.
"Esta es una epidemia invisible, silenciosa. Como el examen es voluntario no podemos obligar a nadie y no tenemos datos de la población en general sino estimaciones sobre los que se realizan el examen", agregó.
La directora del PNS destacó como logros en Uruguay que los medicamentos llegan a todos los que los necesitan y que desde 1988 existe el "tamizaje" obligatorio de sangre donada, un control que asegura la calidad de la misma. "Se dieron sólo 12 casos de infectados por transfusiones. La mayoría por negligencia", señaló.
8) Condón tabú
Mercedes Lambrosquini es una agente comunitaria de la policlínica de José Enrique Rodó, un pueblo de 2.000 habitantes, en Soriano.
Lambrosquni intentó muchas veces realizar talleres y charlas sobre sida en su pueblo, pero encontró mucha resistencia.
"Lo último que las mujeres quieren es retirar un preservativo. Se enojan si se lo ofrecés", contó.
Además, dijo que allí, en Rodó, los temas de sexo son tabú. "Hay mucha doble moral. Se finge fidelidad, pero a la vuelta de la esquina el marido las engaña con otra".
Para ejemplificar "los absurdos" a los que se llega y los riesgos del contagio de VIH, contó que, como en junio y julio no llegaron las pastillas anticonceptivas que reparte Salud Pública en el pueblo, tres mujeres quedaron embarazadas. "Las conozco, sé que no era su intención. Pero tampoco querían pedir ellas el preservativo. Y no lo hicieron".
Aunque José Enrique Rodó es muy pequeño, ya se han registrado dos casos de VIH positivos: dos mujeres jóvenes, que tras conocerse la noticia abandonaron el pueblo.
9) El descuido como actitud
Luis tiene 42 años, y según cuenta, "algunas conductas de riesgo con las drogas" lo llevaron a infectarse con el VIH.
Se enteró de su enfermedad en 1993 y, según él, la actitud de descuido que lo llevó a infectarse es el común denominador en Uruguay.
"Muchas mujeres con las que he salido no quieren usar preservativos", afirmó para probar sus dichos.
Luis aseguró que antes de tener relaciones sexuales explica a sus parejas que es VIH positivo.
Aunque parezca increíble, Luis sostiene que algunas mujeres no toman en cuenta sus advertencias. "Hace unos meses estaba saliendo con una chica. Estudia enfermería, viene de una familia de un nivel social relativamente alto. Y no quería que usara condón".
Más allá de casos extremos, una encuesta realizada en junio por Salud Pública parece confirmar una conducta sexual desprevenida por parte de los uruguayos: 45% de los hombres y 58% de las mujeres dicen no usar preservativos regularmente.
Eso a pesar de que uno de cada tres hombres y una de cada seis mujeres admitió haber sido infiel en el último año. De ese grupo de personas infieles, el 23% de los hombres y el 32% de las mujeres no usó condón con la/las parejas no estables.
10) Solidaridad y miseria
Jorge Quián es el coordinador de la policlínica de VIH del hospital Pereira Rossell
Desde 1990 se han controlado allí 760 niños hijos de madres infectadas con VIH. De ellos, 145 se infectaron durante el embarazo. Los demás nacieron sanos.
Al igual que a los adultos, a los niños infectados se les dan los medicamentos antirretrovirales desde 1997. "Hasta ese año era una enfermedad mortal y ahora se dice que es crónica. Estos tratamientos aún están en una etapa experimental, pero lo cierto es que si se cumple el tratamiento los niños empiezan a tener una vida normal", señaló Quián.
Los medicamentos antirretrovirales cambiaron la realidad de las embarazadas infectadas. Hasta 1997, en Uruguay, un 35% de los hijos de madres VIH nacían infectados. Esa cifra se redujo año a año hasta alcanzar un 4% en 2002.
Según Quián, el porcentaje podría ser aún menor. "Se podría llegar al 1%. Pero el 20 o el 25% por ciento de las mujeres que llegan a parir al Pereira Rossell no controlan su embarazo. Es un dato tremendo cuando en el mutualismo lo hace el 99%", señaló el médico, quien explicó que sin control no hay medicamentos y sin medicamentos suben los riesgos.
Esta situación provoca que, a pesar de los avances médicos, cada año haya más niños infectados en Uruguay.
Quián, quien dirige la policlínica de VIH desde su creación en 1990, aseguró que allí vio de todo. "Desde la solidaridad más conmovedora hasta la miseria de abandonar un niño por ser VIH. Es una experiencia desde todo punto de vista".
11) Cuidando a los demás
Germaine es travesti y se prostituye a pesar de ser portador de VIH desde 1998.
"Encuentro todos los días personas que no quieren usar profilácticos y trato de convencerlos explicándoles que si lo usamos nos cuidamos los dos".
Muchas veces su sugerencia recibe desaprobación e insultos. "Te dicen ‘entonces no estás precisando plata’ y te relajan toda".
Al igual que otros 100 travestis, Germaine está registrada en la Asociación de Travestis del Uruguay (ATRU). Si bien las normas de Salud Pública prohíben ejercer a los infectados con el VIH, muchos de los afiliados a ATRU igual lo hacen.
"Nos cuidamos más las infectadas que las otras", dijo Germaine.
Sin embargo, reconoció que en los travestis es muy común aceptar el no usar condón para el sexo oral. "Hay de todo, a algunas no les importa nada de nada", contó.
12) El VIH en las cárceles
Alejandro Estévez es desde hace dos años el único médico encargado de atender a los presos infectados con VIH y enfermos de sida en todas las cárceles del país.
Tiene 32 años y su trabajo es parte de un convenio del MSP y el Ministerio del Interior. Salud Pública, a través del Servicio de Enfermedades Infecto Contagiosas (SEIC), aporta el médico y la medicación antirretroviral; el resto —otros medicamentos, alimento especial, etc...— lo debería proveer el Ministerio del Interior.
Pero fuentes del SEIC dijeron que hace más de un año que el Ministerio no aporta nada. Además, denunciaron que en las cárceles hay un "importante subregistro" de VIH y sida.
Estévez atiende 124 infectados VIH y 11 enfermos de sida pero no sabe cuántos están sin atención o sin saber que están infectados. Además, el médico no puede hablar con la prensa de las carencias y urgencias que existen porque, según contó, el Ministerio del Interior no se lo permite.
Las ONG que trabajan en sida denunciaron que no se las deja ayudar a los reclusos enfermos.
"El Ministerio habla de un 6% de infectados entre los presos, pero esa cifra es de 1993. No nos dejan entrar porque si descubrimos que el porcentaje real es de un 15%, como sospechamos, después tienen que hacer algo al respecto", denunció María Luz Osimani, directora de la Ong IDES.
13) Silencio enfermizo
Virginia Galeano es asistente social en la policlínica de VIH del Pereira Rosell desde 1992.
El recuerdo más fuerte de sus 11 años allí es el de un niño que, parado en la puerta del consultorio, le dijo: "En la clase cada vez son menos compañeros y es por mí".
Galeano aseguró que el chico, que tenía tan sólo 4 años, no entendía qué pasaba, pero sí captaba una discriminación que está "muy vigente".
Es común en la policlínica, contó Galeano, recibir solicitudes de maestros para que se envíen a las escuelas notas que aclaren que un niño es negativo, a pesar de que su madre es positiva. Pero las cartas no suelen servir de mucho.
Además, hace muy pocos meses, personal de Primaria pidió un listado de los niños que se atienden en la policlínica y la escuela en la que estudian. "No vamos a entregar esa lista a menos que haya una orden judicial", afirmó la asistente.
Otro problema son las madres de los niños: transmitirle el VIH a un hijo provoca un fuerte sentimiento de culpa, aun cuando muchas de estas madres no sabían que estaban infectadas al quedar embarazadas.
"El manejo de la culpa es muy difícil para ellas. Sufren mucho", dijo Galeano.
Sin embargo, no todas sienten el peso de la conciencia. "Algunas, sabiendo que están infectadas, reinciden en el embarazo; dicen que están apostando a la vida. Lo hacen dos, tres, cuatro veces", contó Galeano.
Muchas veces las situaciones llegan a extremos poco creíbles. "No les cuentan a su pareja que están infectadas y después el drama llega cuando deben amamantar a sus hijos, sólo para que la pareja no sospeche. Y allí les pasan el virus".
14) El VIH como menú
Alejandra se enteró que era portadora por un cambio de menú. "Un mediodía, cuando llegué al comedor de la cárcel de Mujeres, la cocinera me dijo ‘tenés una dieta para VIH’", recordó Alejandra, que está presa por tráfico de drogas y cumplirá su condena el año que viene.
Esto ocurrió en el 2001 y hasta junio de 2003 nunca más nadie le habló del tema. No la medicaron, ni le informaron. Nada.
"Las enfermeras no querían tocar a las presas con VIH. No nos hacían exámenes de sangre", dijo Alejandra.
Este año la Red Nacional de Personas Viviendo con VIH se preocupó por la situación y logró que los médicos del SEIC comenzaran a atender a las diez presas que se sabe que son portadoras de VIH.
Las presas creen que las infectadas son más, pero no hay datos oficiales.
15) "Los trolos esos"
Ignacio Mirazo es el director del SEIC, donde se atiende el 50% de los casos de sida. Allí, cada día se detecta un nuevo caso positivo entre la gente que llega a analizarse.
El Servicio perdió su autonomía en 2002, y ahora depende del hospital Pasteur. "El Ministerio de Salud Pública toma decisiones sin saber lo que está pasando en el servicio. No conocen la realidad de acá", señaló un médico del SEIC.
Los médicos y funcionarios consultados aseguraron que Mirazo está molesto con esta pérdida de autonomía y siente que el servicio, donde trabaja hace 15 años, está perdiendo eficiencia.
Mirazo no puede hacer declaraciones a la prensa sin la autorización de la dirección del Pasteur.
El SEIC es el centro nacional de referencia sobre el sida, pero pocos médicos y enfermeros quieren estar allí.
Una de las razones es que los accidentes con sangre en el servicio ocurren a diario y, si bien en Uruguay una sola vez un accidente laboral con sangre derivó en la infección con VIH de una enfermera, pocos quieren arriesgarse por un sueldo de 3.000 pesos.
Además, 20 años después de la aparición del sida en Uruguay, aún hay miedo y discriminación entre los funcionarios médicos y no médicos de la salud.
Mirazo contó recientemente en una conferencia que a fines de los 80 "estaba muy asustado y limpiaba con alcohol la silla del paciente cuando se iba".
Esos prejuicios, que él aseguró dejó de lado hace tiempo, permanecen aún en muchos de sus colegas. Mirazo narró en ese taller que él está casado y es heterosexual. "Aun así muchos médicos me siguen preguntando si no seré medio raro por andar con los ‘trolos esos del sida’".
Las estadísticas de Salud Pública ya no justifican ese tipo de comentarios. Hoy el 64,1% de los infectados de VIH en Uruguay son heterosexuales y, además, cada año es mayor el porcentaje de mujeres: en el 2003 fue un 31,1% .
16) Piedras en el camino
Dolis Aparicio trabaja en la Red Nacional de Trabajadores Comunitarios de Salud y le roba tiempo a sus nietos para recorrer las policlínicas y los hospitales.
También estudia junto a sus compañeras. "Para aprender sobre el sida vamos a seminarios y talleres en todo el país. La gente de la ong Ides nos ha orientado y capacitado", contó.
Aparicio vive en Las Piedras y explicó que la información en los barrios de esa ciudad es escasa.
"El sida está tapado en todo el interior. En el barrio San Isidro donde yo vivo, en Las Piedras, ha muerto gente de sida. Y no ha pasado nada porque ni siquiera se sabía qué tenían, o lo ocultaban sus familiares por vergüenza", relató. "En algunos lugares, especialmente en los barrios carenciados, no tienen ni idea. No se controlan nada. La mayoría de los muchachos no sabe siquiera que el condón tiene un derecho y un revés".
17) Críticas internacionales
Laurent Zessler es francés, médico infectólogo, y trabaja en Buenos Aires en el programa de las Naciones Unidas sobre sida para el Cono Sur (Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay).
Onusida ha colaborado con Salud Pública con más de 100.000 dólares en los últimos años para diversas áreas de prevención del sida.
En una entrevista que brindó a El País durante una visita a Montevideo, Zessler mostró su disconformidad con lo que se hace en Uruguay respecto al sida.
"Hay una falsa impresión de que la cosa avanza bien en Uruguay. Algunos estudios que hemos hecho nos demuestran que sólo una persona sobre cinco recibe atención a nivel global".
Además, señaló que "las campañas de prevención no llegan donde deben llegar".
A pesar de las discrepancias y buscando cambiar en algo la situación, Onusida volvió a aportar los fondos para la nueva campaña publicitaria contra el sida que se está viendo en la vía pública: "La vacuna contra el sida existe".
Esta campaña es la primera de Salud Pública en tres años.
18) Cocaína con VIH
María Luz Osimani es la directora de IDES, una ONG que trabaja con sida desde 1987.
Según Osimani "en estos y otros temas las ONG están trabajando con más posibilidades de acceso a la sociedad que el propio Estado".
IDES realizó este año, con apoyo del Ministerio de Salud Pública, una investigación cuantitativa sobre el porcentaje de infectados con VIH en los usuarios de drogas no inyectables. La muestra dio un porcentaje de infectados del 9,5% cuando en población general es 0,36%.
"Se demostró que compartir el canuto (que se usa para inhalar cocaína) y cualquier instrumental donde pueda haber un contacto con la sangre es muy riesgoso", señaló Osimani.
19) El peor regalo
El 19 de setiembre del 2002 Blanca Rosano concurrió al Centro Nacional de Diálisis.
Era un día más, en una rutina de tres veces por semana que ya llevaba dos años, desde que le habían descubierto un problema renal.
Pero al llegar al lugar, tres médicos pidieron para hablar con ella.
"Me dijeron que habían hecho varios exámenes de mi sangre y que éstos comprobaban que yo estaba infectada de VIH", contó Rosano, quien tiene 62 años.
"Como hace 13 años que no tengo pareja, la única manera de contagiarme era con una transfusión de sangre. A mí me realizaron muchas porque mi enfermedad renal me provoca anemia", narró Rosano.
Los médicos le dijeron que habían rastreado a los donantes, que dos de ellos eran negativos y que al tercero no lo habían ubicado. No le dijeron nada más. No mencionaron el Programa Nacional de Sida, ni le dieron instrucciones de ningún tipo.
Desconcertada y asustada Rosano recurrió a su hija, Adriana Temboni y ambas concurrieron a otras reuniones con los médicos. "No nos decían nada. No sabíamos qué había que hacer", contó Temboni, quien el 3 de octubre, al ver que en la prensa se hablaba de la posible infección de VIH de dos niños por transfusión, decidió hacer público el caso de su madre.
El 7 de octubre, los médicos del Centro Nacional de Diálisis le comunicaron a Rosano que habían encontrado al tercer donante y éste también era negativo. "No parece muy casual que hacemos la denuncia y a los pocos días encuentren lo que no hallaban hace un año", dijo Rosano.
Pero más que la casualidad le molestó el tono de los médicos. "Sentí un matiz de duda de lo que yo decía en la voz de los médicos. Soporté preguntas sobre mi vida íntima y les reiteré que hace 13 años estoy sola", contó.
Rosano vive en Playa Pascual y su único ingreso son 2.000 pesos de una pensión. Es portadora de VIH sin síntomas por lo que no toma los medicamentos antirretrovirales.
"No tengo ni idea de lo que hay que hacer. Pero este regalo que me hicieron no puede quedar así, nadie dice de quién fue la culpa".
20) Monja con condones
Julia Benítez es una monja que hace 12 años está vinculada al sida a través de Fransida, una ONG laica que tiene un albergue para los infectados con VIH que llegan del interior del país.
En las ONG que trabajan en el tema sida es común escuchar hablar de "los condones de la hermana Julia".
"Eso quedó porque una vez yo insistí mucho en Salud Pública por una entrega de preservativos para gente carenciada que estaba atrasada. Cuando les llegaron nos avisaron que ya estaban ‘los condones de la hermana Julia’", contó riendo.
La monja no ve contradicciones entre su lugar en la Iglesia y entregar preservativos.
"Siendo católica, lo primero es la vida, frente a todos los temas. Tanto en el aborto como el preservativo, me pongo del lado de la vida. Creo que si una persona está decidida a abortar que lo haga bien, que no corra riesgo su vida. Lo mismo con el preservativo: has decidido tener relaciones sexuales fuera de la pareja, o no tenés pareja estable, bueno entonces primero la vida", explicó.