Vivir La Toscana

Ir a Florencia y no darse el tiempo de descubrir el alma que guarda tanta belleza, sería un pecado. Es que esa magia que uno imagina y admira en las películas, existe y genera un desasosiego por ver, andar y no parar, que no es buen amigo. Permitirse salir de la ciudad, sentir intensamente la campaña, respirar hondo y apreciar cada momento, hace de la experiencia una vivencia única. Hagan la prueba.

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A unos veinte quilómetros al oeste de Florencia, Carmignano es una localidad montañosa de la provincia de Prato, en la Toscana, famosa por su ubicación y su historia. Por un lado es el centro de una zona vitivinícola de excelencia, en donde se produce el vino Carmignano DOCG (sigla que significa Denominación de Origen Controlada y Garantizada). Por otro, es el punto en el que aún se conservan sitios arqueológicos con vestigios de sus antepasados, los etruscos; tal la tumba de Montefortini, entre otros.

El paisaje, dominado por colinas cubiertas de viñedos y olivares, encanta a quienes lo recorran. Son sus postales diversas, sus aromas, sus puestas de sol, sus cielos, las noches de luna, el trinar de los pájaros, y muchos de sus silencios inolvidables y profundos, los que despiertan esa sensación de estar muy a gusto. Todo luce en armonía, hasta el aire parece más puro. Un territorio salpicado de iglesias antiguas, viviendas campestres, prestigiosas villas del siglo XVI, y pequeños borgos, algunos con torres desde donde se roban vistas increíbles.

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En recorrido por la Toscana rumbo a Carmignano se descubre un paisaje de cuento. Se podría definir a esa zona como una pequeña Toscana puesto que allí se encuentra todo lo que hizo famosa y apreciada a la región en el mundo: arte, paisaje, arqueología, vino, y buena comida.

Artimino a la vista

Allí, enclavado en esa maravilla de entorno, se descubre Artimino, un pequeño pueblo medieval encaramado entre las colinas de Montalbano, el cual mantiene intacto su trazado original. La antigua torre del reloj marca la entrada, que da paso a la calle principal, corazón del poblado, caracterizado por sus callecitas estrechas. Muy disfrutable para recorrer y descubrir secretos como el restaurante Bottega Peruzzi, con tentadora carta, terraza impecable, y una excelente panorámica que se prolonga al horizonte. Allí se encuentra el Museo Arqueológico Francesco Nicosia, donde se pueden apreciar hallazgos de las necrópolis etruscas de Artimino y Comeana. También está la parroquia románica de San Leonardo, e infaltable, la Gelateria la Torre, ideal para inventar un descanso.

Enclave natural

Artimino forma parte de una importante extensión comprendida entre el Torrente Elzana al norte, y el río Arno al sur. El lugar se caracteriza por sus bosques de pinos a veces intercalados con áreas agrícolas destinadas en su mayoría a las vides y olivos. Bajo las copas de los árboles crece la vegetación local, propia de la mata mediterránea. En cuanto a los métodos de cultivo, dado el relieve, lo más común es que opten por hacerlos en terrazas. El hecho de alternar cuadros destinados a la agricultura con los reservados para forestar, colabora a que se mantenga una gran biodiversidad.

En ese paisaje abierto e inmenso para quien lo mire, destaca el área protegida de Artimino, que abarca el pueblo, y muy especialmente, la Villa Medicea y sus alrededores; un área histórica y natural, declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO. Tras andar por caminos intrincados y estrechos, resultó un milagro desembocar en una avenida arbolada, con la silueta de la residencia al fondo, rodeada por los verdes del parque grande y bien cuidado, que visto de lejos parece cerrar el paso. El objetivo era llegar al Hotel Tenuta de Artimino, by Meliá Collection, instalado en el enorme predio de la villa, en un edificio también histórico y muy a tono, con detalles que dialogan y hacen posible una estadía perfecta.

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Villa Medicea en Artimino, declarada patrimonio histórico por UNESCO.

Patrimonio histórico

El sitio “Villas Medici y sus jardines en Toscana” está inscripto en la lista del Patrimonio Mundial de la Convención para la tutela del Patrimonio Mundial Cultural y Natural. La inscripción en la lista prueba el valor universal excepcional de un bien (…) que amerita tutela a beneficio de toda la Humanidad; adelanta un cartel a la entrada.

La Villa Medicea de Artimino, popularmente llamada Villa dei Cento Camini (Villa de las Cien Chimeneas), por la cantidad que luce el tejado. Encargada por el Gran Duque Ferdinando I de Medici al arquitecto Bernardo Buontalenti, se construyó en 4 años (1596 -1600) como pabellón de caza. También se la conoce como La Ferdinanda, en honor al dueño de casa, porque según decían, sufría de gota y por eso la necesidad de tantas estufas que generaran calor.

A su alrededor, el Barco Reale se extendía tentador como campo donde practicar ese pasatiempo tan común entre la nobleza, en tiempos feudales. De uso familiar, se convirtió luego en un gran parque, protegido por un muro de contención de varios quilómetros de largo. Bello y bien integrado al paisaje, pasó a ser un espacio ideal destinado al ocio y la contemplación.

La villa, de planta rectangular, se caracteriza por una fachada con baluartes, para dar idea de fortaleza. La gran escalera de entrada, con barandas de balaustres, data de 1930. Construida por el arquitecto Enrico Lusini según proyecto de Buontalanti, conduce a la galería techada, dando acceso a la planta noble. Antiguamente, la entrada y la fachada principal daban al otro lado del edificio, en la que hoy es de servicio, y hasta la cual podían acceder los carruajes con pasajeros. El aspecto militar se desvanece en los interiores, donde las salas, si bien son sobrias y en sintonía con el estilo de una casa de campo, están decoradas con frescos de Domenico Cresti, conocido como Passignano, y de Bernardo Poccetti. En la planta baja, se encuentran las bodegas, la sala de armería, y la cocina, entre otros.

A lo largo del tiempo, la villa recibió a personajes ilustres. Galileo Galilei fue llamado por el Gran Duque en 1608 como tutor de matemáticas de su hijo Cósimo, y Leonardo da Vinci, quien en una visita diseñó el asador de la cocina, aún en pie.

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Paisaje de maravilla que se aprecia desde la galleria de la Medicea.

Alarde arquitectónico

Las doce Villas que al día de hoy se mantienen en la Toscana, -región donde comenzó el renacimiento italiano, reconocido por sus logros en las artes y la arquitectura, son parte de una herencia valiosa, por la que comparten algunas características.

Construirlas fue propósito de una estrategia que les sirvió a los Medici para consolidar su poder. Con el impacto de sus obras afirmaban la pertenencia de la familia al más alto nivel social. Eran residencias de verano lujosas, donde podían invitar a gente interesante y culta, que valorara compartir reuniones con la intelectualidad del momento, y que disfrutara de sus jardines.

Ubicadas estratégicamente a lo alto de las colinas, no solo se lucían desde lejos, sino que también gozaban de las mejores vistas del entorno. Prerrogativas que se tenían en cuenta, para que de una u otra forma, la gente siempre pudiera admirarlas.

Más o menos suntuosas, según su enclave y función, todas las villas comparten un estilo arquitectónico entre renacentista y barroco, con interiores cuidados aunque sobrios y menos ostentosos que en la gran ciudad.

Todas sus propiedades representaban ideales humanistas, y el renacimiento clásico de ese tiempo, diferenciándose de las fortalezas medievales, para convertirse en fiel ejemplo de un cambio sin marcha atrás. Riqueza y autoridad de una familia que supo cómo ascender y gobernar Florencia y la Toscana durante la mayor parte del período comprendido entre 1434 -1737.

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En la capilla de la residencia destacan los frescos que la rodean. Domenico Cresti, conocido como Passignano, y Bernardo Poccetti fueron los artistas encargados de estas pinturas.

Via Medicea

Un itinerario de dificultad media que puede ser llevado a cabo en cuatro o más días, a través de las tierras en que los Medici vivieron, cazaron y disfrutaron, plasmando aquellos paisajes representados también por Leonardo da Vinci en sus pinturas. Inmersas en el típico entorno toscano, entre viñas y olivares, se encuentran espléndidas villas Mediceas, Patrimonio UNESCO; sitios culturales de gran interés; haciendas agrícolas; y bodegas donde poder degustar vinos y aceites extraordinarios, productos exquisitos y una cocina auténtica.

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Las cocinas lucen todavía algunos de los utensilios utilizados en otras épocas. Se dice que el asador vertical fue diseñado por Leonardo Da Vinci en alguna de sus visitas. Las ollas de cobre son testigo de grandes banquetes.

Sobre los Medici

El origen de esta poderosa familia nace en Mugello, rica región agrícola cercana a Florencia. Si bien se los menciona por primera vez en 1230; su verdadero ascenso político y social se dio en 1397, con la fundación del Banco Medici, al tiempo convertido en banca del Vaticano, generándoles gran prestigio y suculentos ingresos. Tal fue el resultado de su accionar, que no solo pasaron a ser uno de los linajes más influyentes de Italia y Europa, sino que además fueron pieza clave durante el Renacimiento Italiano por su importante mecenazgo a favor de las artes, abiertos a invertir verdaderas fortunas. Así como Florencia se volvió el centro cultural y político de la región, también los Medici crecieron en poder, al punto de erosionar las instituciones republicanas, llegar al gobierno y al papado, y convertirse en duques de Toscana. Incluso dos mujeres fueron reinas de Francia por matrimonio: Catalina de Medici, casada con Enrique II; y María de Medici casada con Enrique IV. Imparables, su influencia en la arquitectura del Renacimiento fue crucial. Así como patrocinaron a Miguel Ángel o a Leonardo da Vinci, igual lo hicieron con grandes arquitectos que figuran detrás de obras como el Palacio Medici Riccardi, la Capilla Medici, la Galería Uffizi y el Palacio Pitti, sea ampliándolos o proyectándolos bajo su patrocinio. Tanto, que se llegaron a establecer estándares de grandeza, simetría y elegancia, propios de la antigüedad clásica, con cierta funcionalidad acorde a la época.

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