El último año y medio no ha sido fácil para Novak Djokovic, luego de ser deportado de Australia por no estar vacunado contra el covid-19, ver cómo su rival español se llevaba su torneo predilecto y conseguía el récord de grandes del tenis masculino, ampliado luego en Roland Garros, y habiendo estado ausente en el Abierto de Estados Unidos también por no estar vacunado.
Casi sin poder creer que el partido había terminado después de que Tsitsipas se pasara de fuerza y la mandara a afuera la peloa, Djokovic se dejó caer a su pista azul de Melbourne, subió al palco para abrazarse con su equipo y familia y, escondido entre las sillas, soltó un lloro desconsolado que todavía continuó al volver a la cancha para recibir el premio.
Nole había empezado mal el último set y casi se queda sin su 22º Grand Slam, sin igualar a Rafa Nadal y sin volver al puesto número uno del ranking ATP. Pero una vez más demostró de lo que está hecho y por qué es el mejor del mundo. Con la ayuda de su box descendió de las gradas y se dio la coronación.

"Estoy motivado para ganar tantos grandes como sea posible. A estas alturas, estos trofeos son la motivación más grande que explica por qué compito. No me gusta compararme a otros. Es un privilegio ser parte de la discusión. Invierto mucha energía para ganar tantos 'majors' como gane cualquiera. No quiero parar, me siento genial con mi tenis", comentó en una rueda de prensa el campeón en diez ocasiones del Abierto de Australia.