-¿Como vio el torneo?
-Pues muy bien, al principio con poco viento, pero al final se fue acomodando. La cancha de regatas era difícil, por los permanentes cambios en la dirección del viento. Pero era difícil para todos los participantes.
-Sin embargo Asia, que era local, tuvo un notorio protagonismo en los resultados.
-Creo que si el campeonato se hacía un cualquier parte del mundo el resultado habría sido el mismo. No creo que haya efecto de "localía" en los resultados. Puede ser que el estar acostumbrados a aguas con poco oleaje los haya favorecido. Los asiáticos son muy buenos navegantes, y ello se confirmó por equipos. Ahí no intervienen mucho las condiciones ambientales, sólo la capacidad de los timoneles. Y los asiáticos quedaron también ahí adelante. Creo que se toman muy en serio la clase Optimist, el entrenamiento.
-La diferencia se daría a nivel de cómo se organizan, aparentemente. En América Latina básicamente son los padres quienes hacen posible el deporte, pero en Asia el apoyo gubernamental es muy fuerte.
-Es un hecho que en Sudamérica el asunto pasa por un esfuerzo de los padres, sin apoyo gubernamental o estatal. En los países asiáticos hay más apoyo del Estado. La sede de este campeonato en Langkawi es un centro de vela construido por el Estado para fomentar este deporte. No es una iniciativa privada, ni tampoco intervienen los clubes.
-¿Se ve en los resultados?
-Evidentemente. No ha de extrañar que a los niños que están practicando en este centro de vela se les facilita enormemente sus obligaciones curriculares en la escuela y liceo. En este Centro Nacional de Vela, como lo llaman los malayos, los niños navegan todas las mañanas, y en la tarde tienen grandes salones donde se dictan las clases escolares. Ocurre también en China, en Chingdao, donde al día de hoy hay cincuenta centros de entrenamiento de vela de este tipo, y hace un año compraron mil barcos clase Optimist para estos centros. Y eso evidentemente no se hizo con fondos privados.
-La campeona mundial tailandesa, Noppakao Poonpat, salió de un centro de navegación de este tipo. Ella comentó a Ovación que entrena todos los días de la semana.
-Sí. No sé si en toda Asia, pero sí en mucho países.
-¿La clase Optimist crece en el mundo?
-Mucho, constantemente. Crece la cantidad de países que lo practican, ahora tenemos 123 miembros cuando hace unos años apenas pasabamos los 100. Hay muchos países nuevos que, por medio del Optimist, ingresan a los deportes náuticos. En la IODA hay programas de apoyo a países que entran al Optimist por primera vez, o que quieren capacitar entrenadores locales. Todo eso lo paga la IODA.
-Respecto a los niños, ¿es verdad que la IODA brinda especial apoyo a los que provienen de familias que no tienen tradición náutica?
-No es tan así. En realidad depende de cada asociación. Los clubes y academias en el mundo reciben por igual a los futuros competidores provengan o no de familias que tienen tradición náutica. Es un dato de la realidad también que en Optimist hay una mayoría de chicos cuyos padres no han navegado, pero eso es un reflejo de que hay poca gente que navega.
-En Uruguay hay mayoría de niños provenientes de familias que no tienen tradición náutica.
-A ese tema lo seguimos de cerca. En las inscripciones para los campeonatos preguntamos específicamente si sus padres son o no veleristas. De Malasia no hemos procesado los datos, pero se publicarán en nuestra web.
-Imaginemos a un padre que está buscando un deporte para su hijo. ¿Qué le diría usted para que se acerque a la clase Optimist?
-Que este es un deporte sano que brinda una formación que difícilmente otro deporte dé.
"En Asia hay más apoyo del Estado; Langkawi no es una iniciativa privada".