Rodrigo Viera: dejó el fútbol por cinco años, trabajó de Uber, se hizo parrillero y le marcó un gol a Peñarol

El futbolista de La Luz tiene una historia emotivaba: cobraba $ 2.000 en Basáñez, tuvo dos operaciones de rodilla y perdió a su hermano en un accidente automovilístico.

Rodrigo Viera
Rodrigo Viera, jugador de La Luz.
Foto: Estefanía Leal.

Detrás del grito de gol y desahogo de Rodrigo Viera contraPeñarol, el pasado domingo, se esconden un millón de historias.

La del chico que estuvo cinco años sin jugar al fútbol por dos operaciones de ligamentos cruzados. La del que se las rebuscó para ganarse la vida como chofer de Uber. La del que perdió a su hermano en un siniestro de tránsito. La del hijo que se calzó los guantes y el delantal y empezó a ayudar a sus padres como parrillero en el negocio de la familia. Y la del futbolista que pasó de cobrar $ 2.000 en Basáñez a calzarse la capa de héroe con La Luz para rescatar un punto glorioso del Estadio Campeón del Siglo.

Criado en Brazo Oriental, vivió su infancia abrazado a la pelota. Así lo quiso siempre. Desde chico. Desde que tuvo uso de razón. “Miraba el fútbol uruguayo y deseaba estar adentro de una cancha. Poder vivirlo hoy, después de todo lo que pasé, me da una satisfacción tremenda. Sabía que tenía que pasar por de todo para poder continuar con mi carrera. Nadie me iba a meter en un cuadro de la A después de haber dejado el fútbol por cinco años”.

En ese “de todo” se esconden un sinfín de situaciones desafortunadas. La primera: a los 17 años.

Después de haber dejado el liceo en quinto y de completar todo el proceso de formativas en Miramar Misiones, Viera soñaba con tener su oportunidad dorada en el primer equipo. La rodilla le dijo que no y quedó a un paso de lograrlo. No le quedó más remedio que operarse de los ligamentos, esperar, y hacer borrón y cuenta nueva.

Rodrigo Viera.
Rodrigo Viera, jugador de La Luz.
Foto: Estefanía Leal.

A los siete meses, cuando los astros parecían estar alineados de nuevo, la flor de la mala suerte se volvió a sembrar. Esa maldita rodilla, que tantos dolores de cabeza le había traído en un momento dulce, apareció para dejarle un nuevo disgusto a su vida. El injerto que le habían colocado se estiró por un mal movimiento, lo que obligó a los médicos a realizar una nueva intervención.

Del dicho al hecho hubo un largo trecho, porque desde que lo supo hasta que finalmente lo vio un doctor pasaron cinco meses. En el medio, la mutualista trasladó su block quirúrgico de zona, movimiento que coincidió con el fallecimiento del hermano de Viera, quien era siete años mayor que él.

Pese a que cargaba unas cuantas batallas perdidas a su espalda, el chico no iba a tirar la toalla enseguida: “Había perdido la motivación. Ya me había roto dos veces y tenía la duda de si me operaba o no. Mi madre siempre me decía: ‘Dale, Rodri. ¡Vamo’ arriba! No te podés caer’. Yo, viendo a mis padres destruidos, decidí operarme en agosto y me llevó nueve meses la recuperación;volví en mayo de 2017. Se me había extendido el contrato, porque no tenía el alta médica todavía, pero, al día de tenerla, el club me dejó libre”, contó el zaguero ex-Miramar Misiones.

Rodrigo Viera.
Rodrigo Viera, jugador de La Luz.
Foto: Estefanía Leal.

Corría un nuevo año y Viera se sentía listo para animarse a probar suerte en otro lado. Intentó en la Tercera de Liverpool, donde practicó dos meses, hasta que le dijeron “chau, suerte”. Lo mismo en Huracán de Paso de la Arena, en el que también rebotó. Hasta que un día sí. Por fin tiró la toalla. “Entre tristeza y llanto lo hablé con mis padres. Me había cansado. Dejé de jugar”.

El desamor le duró poco, porque el fútbol universitario llamó a su puerta. Ahí inició una nueva historia en la que, otra vez, el bicho le volvió a picar.

Amigado de nuevo con el fútbol, se la pasaba alrededor de 11 horas diarias trabajando de Uber entre semana y el domingo, si llegaba con resto, se largaba a jugar un picado con los amigos. “Sentía que podía dar algo más. Confiaba en mí. Y mientras jugaba en la Liga Universitaria caí en un gimnasio con un amigo, que al tiempo me dijo: ‘Vamos a Basáñez’”.

Rodrigo Viera celebra en el partido entre Peñarol y La Luz por el Torneo Clausura.
Rodrigo Viera celebra en el partido entre Peñarol y La Luz por el Torneo Clausura.
Foto: Francisco Flores.

Perdido por perdido, después de haber sido rechazado en pruebas de aspirante de Cerrito, Sud América y Villa Española, Viera se animó a subirse al barco para iniciar un largo recorrido que primero lo tuvo ganando $2.000 y, poco a poco, le dio la chance de escalar de categoría en el club La Luz.

Parrillero en el negocio de la familia

Hasta hoy, sus días se reparten en el trabajo frente al fuego y al verde del césped. “La ayuda es de siempre, desde que era niño. No es que tenga laburo fijo, pero sí ayudo a mis viejos. Soy parrillero. Si juego el viernes, el sábado ya estoy trabajando. Siempre así: laburo y tengo mi sueldo aparte ahí".

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