Recién transferido al Neom del fútbol de Arabia Saudita, el uruguayo Luciano Rodríguez dejó atrás el Bahía y reflexionó sobre el problema personal con el que lidió en Brasil, reconoció que se arrepiente de haber dejado el liceo, que sueña con jugar en Peñarol algún día y habló de su fanatismo por Luis Suárez, del que fue compañero en la selección uruguaya.
—Tu nombre apareció desde muy joven en la prensa, pese a ser perfil bajo. ¿Cómo lo manejaste?
—Desde que debuté en Primera y tuve buenos partidos con Progreso, me quiso comprar Peñarol y también Montevideo City Torque, empecé a aparecer en la prensa y se arrancó a hablar de mí. Pero yo siempre lo tomé desde un lugar tranquilo, sabiendo que lo que me iba ayudar a cumplir mis metas era, en realidad, lo que pasaba adentro de la cancha. Obviamente que la prensa a veces te suma, pero yo siempre me sentí normal.
—¿Te pasó de no poder dormir previo a que se anunciara tu transferencia al fútbol de Arabia?
—Me pasó. En realidad, fue bastante rápido. En cuestión de dos días se cerró todo, pero me costó mucho y prácticamente ni dormí. Estaba analizando si era la mejor opción o no, sabiendo que venía a un país diferente, a una cultura distinta, y tenía que saber si iba a ser lo mejor para mi futuro. Pero, después de tanto pensarlo, opté por la opción de venir. Se está haciendo una liga muy fuerte y conocida por la clase de jugadores que están viniendo hacia aquí.
—Sin entrar en números, pero ¿qué tanto mejoró tu condición económica?
—Se triplicó mi salario. Esto es un trabajo y hay que mirarlo así porque es una carrera muy corta. Por más de que yo sea muy joven —tengo 22—, sé que tengo que hacer un capital para, cuando me retire, poder administrar bien el dinero. Me arrepiento de haber dejado el liceo en segundo y de no haber estudiado más nada. Uno no se da cuenta de lo que gana adentro del fútbol y a veces no está preparado.
—Sin saber inglés, ¿cómo te manejás allá? ¿Tenés algún traductor?
—Sí, hay un traductor que está siempre en la cancha. Por suerte, tengo a esa persona que traduce todos los idiomas y también en árabe para los jugadores que son de acá. En el staff, los masajistas son portugueses, pero voy a empezar clases de inglés mañana para poder comunicarme mejor.
—Tu madre siempre ha sido una compañía firme. ¿Qué significa ella?
—Mucho. Ella trabajaba 18 horas por día y a veces 12 para que no nos faltara nada. Era mucama en la médica uruguaya y, gracias a Dios, ya hace tres años que no tiene necesidad de trabajar más. Ella es la que más se lo merece porque estoy donde estoy gracias a mi madre.
—¿Te quiso algún cuadro, aparte del Neom de Arabia?
—Sí, tuve ofertas a préstamo de varios clubes de Italia, España y Dubai, pero el único con propuesta de compra fue Neom.
—¿Y Peñarol?
—Yo tengo el deseo de jugar en Peñarol. Soy hincha desde muy chico. Mi madre me llevaba a la cancha y fue ella en parte la que me hizo hincha. Obviamente que lo deseo y es mi sueño, pero uno nunca sabe las vueltas del fútbol.
—Ruglio decía que te escribía permanentemente. ¿Es así?
—Sí. En el momento en que surgió lo de Peñarol, que era un préstamo hasta fin de año para jugar la Libertadores, hablé con Ruglio y estuvo bastante cerca de que se pudiera concretar. Faltaron detalles nomás. Bahía había aceptado por un instante, pero después la directiva se arrepintió y decidió no prestarme. Nacho hizo el máximo esfuerzo posible para que yo pudiera jugar en Peñarol. Me llamaba a mí, a la dirigencia de Bahía y al de Grupo City para que se diera.
—¿Quién es hoy el mejor jugador del fútbol uruguayo hoy?
—Para mí, el mejor es Leo Fernández. También hay varios jugadores que destacan, como el Diente López o Abel en Liverpool. Hay jugadores de muy buena calidad, pero, como hincha de Peñarol, Leo Fernández hace la diferencia.
—Tenés un estilo de tiros libres parecido al de Leo, que también se asemeja al de Cristiano Ronaldo…
—La pegada de Leo es incomparable. Es impresionante. Yo en Progreso practicaba mucho con Diego Guastavino, que también tiene una pegada impresionante. Fue él que me enseñó a pegarle así. Pero sigo mucho a Cristiano. Me gusta mucho la mentalidad que tiene él. La carrera que hizo es impresionante, pero lo que más recalco de él es la mentalidad, la constancia, la dedicación y el esfuerzo que se ve reflejado en todo lo que hizo.
—¿Tu ídolo de toda la vida quién es?
—Tuve distintas etapas de chico, pero creo que con el ídolo que me crie fue Luis Suárez. Me crie con el Mundial de Sudáfrica y eso me marcó muchísimo. Forlán también.
—¿Cómo fue tu reacción cuando compartiste con Suárez en la selección?
—Nunca lo había visto y cuando lo vi por primera vez no quería quedar como muy fan. Lo admiraba, pero no quería que se notara tanto. Pero tiene un aura diferente a los demás. Es una persona que se dedicó y nadie le regaló nada. Yo me saco el sombrero porque Luis Suárez marcó una época en el fútbol uruguayo.
—Suárez habló en su momento de la experiencia con Marcelo Bielsa en la selección. En tu caso, ¿qué relación generaste con él?
—Cada DT es distinto. Con Marcelo compartí en el Preolímpico y algunas convocatorias para la mayor. Tiene una idea y un esquema de juego de presión alta, de ser un equipo vertical y notaba que me faltaba estar un poco más rápido, ágil, y por eso me exigía a veces bajar un poco más de peso de lo que estaba habitualmente. Tampoco es que tuve mucho contacto como para describirlo como persona.
—¿Lo tomaste como una falta de respeto a lo que te dijo de bajar tu peso?
—No, porque entendía que él me lo decía para que yo estuviera más rápido y ágil. Y tenía razón. Porque en el Preolímpico tenía un peso que era ideal para él, pero después cuando me fui a Brasil tuve que subir de peso porque los partidos eran más seguidos. Nunca estuve “gordo”. Los kilos que había aumentado eran de masa muscular.
—¿Cuál fue el mejor momento de tu carrera?
—Haber salido campeón del mundo con la selección Sub 20. Fue especial porque, por la expulsión, viví de afuera los cuartos de final y la semifinal y fue muy duro. Pero que después el Chelo Broli confiara en mi para la final y haber podido ayudar con el gol fue de película.
—¿Y el peor?
—El peor fue hace unos meses en Bahía. Estaba pasando un momento personal duro, sufriendo mucho de ansiedad, y ahí fue cuando tuve esa caída de nivel y no podía meter goles. La gente no lo sabe; lo único que exige es que uno rinda.
—¿Qué te pasaba, concretamente?
—Tuve un episodio de ansiedad muy fuerte en 2021, que hasta ahora lo sigo tratando con psiquiatra, y en ese momento tuve una recaída que me afectó en el sentido futbolístico. La gente me hacía sentir tanto que era el jugador más caro que no me lo podía sacar de la cabeza.
—¿Y qué respondés a los haters?
—Yo entré muchas veces en esa. Ahora ya aprendí.