JORGE SAVIA
Quizá es la fuerza del querer lo que sigue llevando a Peñarol hacia adelante. En dirección -últimamente imparable- al fin que persigue, que no es otro que estar en la definición del campeonato.
Eso no supone que Central Español, que llegó al Centenario como el "cuco" que en las últimas fechas se había caracterizado justamente por bajarle el copete a rivales como Liverpool y Defensor Sporting que tenían las mismas aspiraciones que los aurinegros ayer de tarde, haya querido menos que el cuadro de Gregorio Pérez en la pasada jornada. Si es por eso, hasta fue al contrario: el equipo grande tuvo una actuación más protagónica en el primer tiempo, desbordando con la velocidad de Vigneri, las llegadas de Flores y hasta las apariciones de Capria por la derecha del ataque, aunque en realidad terminó dando vuelta el score con un desenganche de Diego Rodríguez por la izquierda y dos definiciones de Delorte y el propio Capria en el área chica adversaria, y fue el elenco palermitano el que agarró la manija del partido y hasta mereció haber empatado en el curso de la segunda parte.
Es decir, en términos boxísticos, fue el conjunto del "Tola" Antúnez, con ese revulsivo que le dio el técnico al darle entrada tras el descanso al juvenil Matías Masiero y a los brasileños De Oliveira y Adauto, el que terminó "pegando", teniendo a Peñarol contra las cuerdas y al borde de un nocaut que no llegó porque en una de las últimas jugadas del partido Castillo le tapó un mano a mano a De Oliveira, que bien pudo haber sido el gol del empate.
Sea como sea, sin embargo, Peñarol tiene "eso". Cree. Va. Avanza. Como en el 97, el año del quinquenio, si acaso. Porque sufre, en partidos como el de ayer, en el que fue sacudido con el gol que metió Cresseri poco menos que de entrada, tiene que remar de atrás; también tiene que asumir dificultades como la que le impuso la también temprana tarjeta amarilla que se ganó Montero, obligando a que Gregorio lo sustituyera para evitar una eventual roja que lo radiara del clásico; y, aún con la punta del cuchillo de la ofensiva rival clavado en la garganta, porque en los 45` iniciales Central Español lo desacomodó cada vez que lo contragolpeó arrancando por la derecha, cambiando el frente hacia la izquierda y volviéndolo a cambiar para el flanco contrario casi siempre desde los pies inteligentes de Mozzo, Cresseri y Suárez, sale a flote, pasa de largo.
No todo lo de Peñarol es voluntad, claro. Tiene armas: ayer se soltó como puede y debe -y como es un lateral moderno- el botija Diego Rodríguez por el costado izquierdo del ataque; Vigneri esta vez desbordó y sacó centros limpios, precisos y comprometedores, por el lado contrario; Capria, aún pesado, armó con mayor agresividad y hasta dinámica que las que había mostrado antes; Delorte justificó que también es capaz de complicar con buen manejo por abajo; y... ¡para qué reiterarlo!, tiene la fe, la potencia, la pujanza, con la que el "Chicho" -cada vez se asemeja más al ex volante de Boca y la selección colombiana- Arévalo Ríos invade todos los sectores de la cancha.
Con todo eso, entonces, Peñarol le ganó de atrás por 2-1 a Central Español ayer en el Centenario. Pese a que el trámite del encuentro, quizá, dio para un empate, porque en el complemento, incluso, Adauto metió un zapatazo en un caño.
Es la fuerza del querer, si acaso. Que no se empaña por una incidencia postrera, en la que no hubo penal a De Oliveira, que se zambulló hacia adelante.
Si es por eso, lo que expone Peñarol luce como una fuerza interior pura, noble, y también sufrida, que igual todavía deja una duda: quién sabe si le alcanza.
Las estrellas
Fadeuille
Fue firme y atento en la marca. Apoyó constantemente y con tino al ataque negriazul.
Abascal
Hizo valer su experiencias en la pugna por la posesión de la pelota en el mediocampo
González
Fue el más sólido en la defensa de Liverpool. Ganó en el juego aéreo e hizo buenos cierres.