JORGE SAVIA
"¡Justo a mí me viene a pasar esto!", dijo el médico de la clínica particular donde Spencer había ido a hacerse el test de fuerza, después que tuvieron que aplicarle urgentemente el desfibrilador mientras Alberto, que acababa de sufrir un paro cardíaco, volvía a la vida en medio de un revuelo bárbaro.
No era un problema simplemente de fama. Hay toda una aureola de simpatía, respeto y hasta reconocimiento, e incluso agradecimiento, por este ecuatoriano que no en vano tiene 3 hijos y 7 nietos uruguayos, y que está tan apegado a lo nuestro que en el primer momento que se planteó la conveniencia de que fuera operado en Estados Unidos expresó su deseo y confianza de que la intervención se realizara en la Asociación Española de Socorros Mutuos, donde ya lo operaron una vez hace años y ahora estuvo nuevamente internado, por lo que amagó con oponerse seriamente al viaje.
Por eso, entonces, hubiera sido tremendo para el doctor que el ex goleador no hubiera salvado el trance, sobre todo después que el paciente le hubiera comentado que le dolía un poco una pierna, tal como le había sucedido en otras oportunidades, y el facultativo le dijera que si la señal se hacía más intensa le avisara, pese a que el propio Spencer notó que pudo culminar los 15` de pedaleo sin ninguna excitación exagerada.
AMARGURAS. De los estudios posteriores, surgiría que, en definitiva, lo que ocurrió no es que ese test hubiera significado ni provocado ningún detonante, sino que en días anteriores Alberto había sufrido un infarto, en lo que pareció ser la consecuencia patológica de dos amarguras lacerantes que había experimentado: primero lo sorprendió la muerte de un señor de 100 años, que era compañero suyo de la clínica de recuperación cardiológica, con el que había jugado al truco -como lo hacían en ese lugar al menos una vez por semana- un rato antes; y después, falleció "el Omar" Míguez, su amigo del alma, al que acompañó durante su velatorio, pero le confesó a uno de sus hijos que no podría resistir el dolor de verlo llegar a su última morada.
La ciencia, entonces, dijo que había un problema en la válvula mitral y que, aún cuando tanto esa dificultad como otros inconvenientes colaterales podían tener remedio quirúrgico en el Uruguay, los avances tecnológicos del primer mundo hacían que en Estados Unidos la misma operación podía estar rodeada de mayores seguridades. Lo admitió y se lo dijo a Spencer el propio Dr. Daniel Brusich, que -por su sentido profesional y vocacional, pero además por "manya"- terminó identificándose tanto con la causa que llegó a expresar entusiasmado que si la intervención finalmente se realizaba acá "yo me tengo una confianza bárbara", y ahora es uno de los facultativos uruguayos (el otro es el Dr. Roberto Paganini) que lo acompaña a Cleveland, pese a que en alguno de sus puestos de trabajo ha tenido que pedir licencia sin goce de sueldo para poder efectuar el viaje.
Por todo eso, pues, ayer el cónsul ecuatoriano fue trasladado a un centro asistencial altamente especializado de la mencionada ciudad norteamericana, donde lo aguardan un cirujano argentino que formó parte del equipo del recordado Dr. René Favaloro y que emigró después que el eminente cardiólogo platense se quitara la vida de un disparo, y un anestesista también uruguayo, que días atrás mantuvo un primer contacto telefónico con el paciente y le dijo eufórico, casi emocionado: "¡Yo soy hincha de Peñarol, venga que lo estamos esperando!"
El mismísimo Presidente de la República de Ecuador se interesó por la salud del célebre ex atacante y de ahí, precisamente, surgió la contribución del gobierno del Dr. Alfredo Palacio, que puso a disposición un avión ambulancia que fue necesario utilizar para llevar a Spencer a Estados Unidos, no por el estado del enfermo, sino porque en el cumplimiento de las estrictas normas de seguridad que rigen en los tiempos actuales ninguna compañía aérea admitía en un vuelo de línea los elementos científicos -morfina, balones de oxígeno, etc.- con los que debía realizarse el traslado.
El "operativo Cleveland", además, estuvo rodeado de otros avatares, uno de los cuales fue que desde el miércoles a las 2 de la tarde, que había sido la partida del avión ambulancia fijada en primera instancia, el inicio del viaje se dilató en varias oportunidades, incidiendo en los nervios y la ansiedad de Spencer, primero porque el aparato no llegaba en virtud de los factores climáticos reinantes en el Río de la Plata, y segundo porque -dado los cuidados que reviste este tipo de travesía |aérea- determinaba que, tras chequear minuciosamente las condiciones ambientales a lo largo de toda la ruta, la orden de salida tenía que ser impartida, sin previo aviso, desde la torre de control de Miami.
HERMANA. Finalmente, coqueto, incluso hasta algo mimoso, aunque como siempre querible, amable, Spencer partió ayer a las 19:00 horas desde el aeropuerto de Carrasco, disculpándose por su negativa a que le sacaran fotos "porque me van a ver muy flaco", aunque se fue con la sonrisa amplia y mansa surcándole la cara, contando que "según me dijeron, llego, me operan y capaz que en uno o días más me dan el alta; ya se sabe cómo es eso: cortan, pegan, y que pase el que siga, ¡adiós mi amigo, que le vaya bien, precisamos la cama!"
Después de todo, a los 69 años, se va a dar un gusto: "Cuando salga, no vuelvo enseguida; me voy unos días a la casa de una de mis hermanas, que hace tiempo no veo y vive en Miami".
En oro y negro
326 - son los goles que convirtió Spencer en los 519 partidos que jugó por Peñarol entre 1960 y 1971
ARTILLERO
1 - Aún hoy es el máximo goleador de la Copa Libertadores: anotó 54 goles, 48 en Peñarol y 6 con el Barcelona de Guayaquil.
2 - Fue 4 veces goleador del Uruguayo: en 1961, 62, 67 y 68.
3 - En 5 partidos por las finales de la Intercontinental de 1961 ante Benfica y de 1966 frente al Real Mdrid anotó 6 goles.
"Abbadie, Rocha, Joya, jugaban para mí; hoy el 9 juega solo y no existe" - Alberto Spencer