JUAN CARLOS CASAS
-Curioso apellido el suyo...
-Sí, complicado. El origen es italiano por mis abuelos de parte de mi papá, que dejaron Italia para vivir en Argentina.
-Ahora tiene Italia mucho más cerca que antes...
-Sí, sí, y por eso mi idea es ir a conocer, con mi papá, los lugares en los que vivieron mis abuelos allá en Italia.
-¿Usted es supersticioso?
-No... ¿por qué lo pregunta?
-Su apellido tiene13 letras...
-¡Ja, ja, ja...! Es cierto, y el número de mi camiseta es el 13. La verdad es que este número no me molesta para nada; no me fijo en él como tampoco me fijo en otras tantas cosas.
-Creo que los emigrantes de su familia llegaron a Bouquet, ¿verdad?
-Sí. Un pueblo de dos mil habitantes, con gente muy sencilla, tierras fértiles... creo que tenemos las mejores tierras de la provincia de Santa Fe. Bouquet es humilde, pero espectacular. Yo le tengo un gran amor, sobre todo al campo.
-Parece que una buena cosecha le lleva al éxtasis...
-Sí, sí. Trabajar la tierra es fascinante, y más allí, que se trabaja como siempre, sin riego, con el agua de la lluvia, que es la ideal para los cultivos.
-¿En qué tipo de familia se crió?
-Tuviéramos más o tuviéramos menos, lo que teníamos fue por el esfuerzo de mi papá. Hasta que no llegué al fútbol no tuve la posibilidad de comprarme un auto... y después le compré uno a él, a mi papá.
-¿Compatibilizó los estudios con el fútbol?
-No. Ya antes del fútbol me gustaba mucho más trabajar en el campo, la agricultura, que estudiar. Aun así hice la Primaria, y, al empezar la Secundaria, gracias al fútbol me salvé de estudiar porque abandoné el colegio.
-¿Y por qué se hizo arquero?
-Porque un día faltó el golero de mi equipo a un partido. Tendría unos 9 años y a mí, que jugaba de defensa central, me encantaba ser golero, y aquel día probé.
-¿Sin haber probado antes esa posición?
-Cuando jugaba en el campo con mi tío me hacía jugar de golero: yo me ponía entre dos plantas y él me tiraba tiros. Me gustaba muchísimo jugar en el arco, por lo que aquel día que faltó el del equipo me puse y me gustó tanto que ya no quise dejarlo.
-¿De pequeño tenía ídolos del mundo del fútbol?
-Pocos, pocos... quizá el `Pato` Fillol. De pequeño me encantaba escuchar los partidos.
-Ya que hablamos del `Pato` Fillol, ¿por qué le apodan a usted también `Pato`?
-Cuando llegué a Buenos Aires no tenía sobrenombre, y me apodaron `Pato` porque alguien dijo que mi forma de caminar y de correr era como la del Pato Lucas, un dibujo animado.
-Antes de Boca, ¿qué?
-Lo primero el Club Argentino Las Parejas, donde un técnico que había pasado por Rosario Central fue a entrenar, Ricardo Palma, y después de trabajar conmigo fue él quien me recomendó a Central, donde ya me quedé, con 11 años.
-¿A esa edad se separó de su familia?
-Sí. Empecé viviendo en casa de unos amigos, muy amigos, de mi papá. Allá estuve casi dos años, hasta que me fui a la pensión de Rosario Central, con 13 años.
-Todo aquel cambio fue muy duro, ¿no?
-Sí, pero yo nunca me olvidé de mi pueblo, y en cuanto tenía un día libre me iba para Bouquet, que está a 150 kilómetros de Rosario. Yo creo que las ciudades no son para mí; me gusta estar en el campo. Ni Rosario ni Buenos Aires me han gustado pese a las muchas cosas lindas que tienen.
-Y en Rosario Central fue ascendiendo peldaños...
-Pasé por todas las categorías inferiores y llegué a entrenar muy joven con el primer plantel, aunque después tardé tres o cuatro años en debutar. No podía jugar fácilmente estando ahí goleros como Buljubasich, Bonano y Castellano. Debuté con 23 años, y fue a partir de entonces que me afiancé.
-Tanto se afianzó que Boca Juniors fue por usted...
-Yo tenía contrato con Central cuando llegó Boca a comprarme. Era el año 1996, y después los clubs nos cambiaron a `Polillita` Da Silva y a mí: uno pasó de Boca a Central y el otro al revés.
-¿Cómo asimiló el cambio?
-No fue fácil. En Boca había una sombra; se había ido Navarro Montoya después de muchos años. Llegué yo y todo me resultó un poco complicado porque Central no es lo mismo que Boca... había muchas presiones y yo era, dentro de todo, aún un portero joven. El caso es que yo jugué seis meses y después trajeron un nuevo arquero, a Oscar Córdoba. Era Carlos Bianchi el entrenador. Así que los siguientes años pasé el tiempo disputándole el puesto al colombiano Córdoba.
-¿Representaban ustedes dos estilos de arqueros muy diferentes?
-Sí. Oscar quizá me adelantaba en inteligencia, en poder de concentración. Sus condiciones eran tremendas... creo que Córdoba tenía muchas más cosas que yo mismo.
-Usted también hablará maravillas de Bianchi, pero aquí tenemos, en el Atlético de Madrid, un reciente paso suyo con un sonado fracaso...
-Mi relación con él fue muy buena en los seis o siete años que coincidimos en Boca. Le digo una cosa: lo mejor que me ha pasado en el fútbol fue tener un técnico como Bianchi. El mejor técnico que he visto ha sido él, y lo que me ha sorprendido es que Schuster haga un trabajo diario aquí en Getafe tan parecido.
-Pues mejor será que no le hable a ningún aficionado del Atlético de los estupendos métodos de Bianchi...
-Creo que hay que tener en cuenta la disposición de los jugadores cuando un técnico les pide una cosa. Si un técnico no convence a los jugadores que tiene, la cosa no va a ir bien. La relación técnico-jugador funciona por el convencimiento, y si un técnico no llega a los jugadores... es imposible que la cosa salga bien.
-Con la salida de Oscar Córdoba a Italia le llegó el turno...
-Me fue muy bien, también ayudado porque cuando se marchó Oscar llegó un técnico, el maestro Washington Tabárez, que me dio mucha confianza. Los años 2002 y 2003, éste ya con Bianchi, fueron espectaculares, con grandes logros y títulos. En realidad, los últimos cinco años en Boca fueron muy buenos.
-Cuando Córdoba puso rumbo a Europa, ¿le entraron a usted ganas de probar suerte en el Viejo Continente?
-Entonces no, antes, mucho antes. Siempre quise salir rápido hacia Europa... incluso mi idea era jugar un par de años en Boca y salir del fútbol argentino, pero no se dio así porque pasaban los años y yo seguía en Boca.
-Tampoco le iba tan mal...
-No, no, claro que no, yo estaba muy cómodo, incluso ya pensé que me iba a retirar del fútbol siendo jugador de Boca. La verdad es que por el tema de mi edad, la de este verano era la última oportunidad de salir de Argentina, y todo ha salido muy bien.
-¿Se siente un golero exitoso?
-Me siento un golero que tiene cosas buenas y que ha ganado cosas importantes. Además, el estar en la selección argentina me ha dado el plus necesario para que la gente reconozca más mi trabajo.
-A base de parar penales también creció su fama...
-Lo de parar penales es una forma de ver al jugador que tienes en frente, de ver cómo puedes tapar esa pelota que va a ir hacia el arco. Y luego están los ayudantes..
-¿A qué ayudantes se refiere?
-A los técnicos. En los equipos hay técnicos que miran cómo tiran los penales el resto de los equipos, y llegado el caso nos ubican por dónde puede ir el tiro. A veces nos dicen por dónde puede ir el penal, a veces lo llevamos escrito en un papel, a veces lo estudiamos antes... Esto ayuda, claro que ayuda, pero después hay que estar ahí y pararlo.
-Antes hablaba de su selección, con la que debutó siendo un veterano...
-Sí, con 31 años me llegó la oportunidad de jugar. Se me iba pasando el tiempo, pero Marcelo Bielsa me llamó para la Copa América. Por suerte se dio la selección para mí, y desde que llegué en 2004, no la solté.
-Bueno, la soltó en el minuto 71 del pasado Alemania-Argentina...
-Sí, pero me refería a que desde junio de 2004 hasta ahora siempre he jugado con la selección, incluido este último Mundial, en el que ya no estaba Bielsa, sino Pekerman, un técnico con el que me he sentido muy cómodo porque me ha dado muchísima confianza y respaldo.
-Ya, bien, pero, ¿qué le pasó para dejar el arco argentino en ese partido en el que le ganaban a Alemania y en el que, ya sin usted en el arco, terminaron eliminados?
-Fue una lesión que me produjo un dolor que nunca antes había sentido igual. Yo he tenido desgarros en las piernas durante partidos, y he seguido ahí, jugando, pero esta sensación era muy fuerte, en la cresta iliaca, muy cerca de las costillas. Fue tras un golpe que me dio Klose con la rodilla.
-¿De ninguna manera podía seguir defendiendo la portería argentina en ese partido?
-Es que me era imposible hablar; no podía comunicarme con los compañeros porque cuando hablaba tenía que agacharme, echarme para abajo. Fue un momento feo, muy feo, pero supe ser frío.
-¿Qué quiere decir?
-Que analicé con cautela la situación. Yo no podía arruinar, quedándome en el arco, el trabajo de un grupo tan fenomenal como el que armó Argentina. Sabía que fuera había dos grandes goleros, por lo que pedí el cambio antes de que me hicieran un gol tonto por estar lesionado. El arquero de Argentina debe jugar al cien por cien, y yo no lo estaba en ese momento.
-Quien le sustituyó fue Leo Franco, `vecino` suyo ahora...
-Sí, ya nos hemos juntado porque nos encontramos por Majadahonda (un barrio residencial en las afueras de Madrid). La verdad es que él y yo acudimos a sitios similares.
-A Getafe casi llegó de rebote; creo que tenía medio hecho su pase al fútbol suizo...
-Sí. Tuve todas las posibilidades para ir al Basilea, pero se metió por medio gente que no se tenía que haber metido y se quedó en nada.
- ¿Qué sabía del Getafe?
-Llevaba dos temporadas viéndolo por televisión, con Pernía, con mi amigo Matellán... No lo dudé cuando me llamó el presidente del club.
-¿Qué le contestó a Angel Torres?
-Déle para adelante que tengo muchísimas ganas de ir a España.
-Y de Boca al Getafe...
-Para mí es lo mismo jugar allá que acá. En Boca lo he tenido todo, y ahora quiero ver cómo es el fútbol de acá.
-¿Cómo lleva el cambio su familia, que parece ser muy importante para usted?
-Es fundamental para mí, siempre estoy con ellos. Conmigo están en Madrid mi señora, mi cuñada y mis tres hijos, dos niños y una niña. Cuando me alejo de ellos siento algo raro, así que agradezco que en el fútbol español haya menos concentraciones que en el argentino.