El "Pardo", un señor puntero

A Julio César Abbadie le quedó una espina clavada: no haber sido campeón mundial con Uruguay

DIEGO PÉREZ

"Aprendí en el liceo que la manera más corta de unir dos puntos es en línea recta. Yo agarraba la pelota y enfilaba derecho al área, sin vueltas". Así explica Julio César Abbadie su éxito como "siete", puesto en el que nunca le gustó jugar. Nació con rayas aurinegras por dentro, pero reconoce que Nacional también es fundamental para el fútbol local. "A los `grandes` hay que cuidarlos más", opina antes de ir a la fiesta del Jardín de sus nietos, que le preguntan por qué la gente lo saluda. El "Pardo" se lamenta no haber aceptado una invitación a entrenar previo al Mundial del 50 y asume que en 1954 estaba más fácil pero se perdió por las lesiones. "Siempre buscaba el área, ahí me hacían penal o era gol", cuenta mientras su dedo gambetea imaginarios rivales sobre la tapa de un libro con la historia de Peñarol, esa que él ayudó a escribir.

Pelos y señales

Nombre: Julio César Abbadie, también conocido como "Pardo".

Fecha de nacim.: el 7 de septiembre de 1930, en San Ramón, Canelones.

Trayectoria: En 1948 debutó en Peñarol, donde jugó hasta que pasó al Genoa de Italia, en 1956. En 1962 volvió a Peñarol donde terminó su carrera en 1969.

Títulos con Peñarol: fue campeón uruguayo en 1949, 1951, 1953, 1954, 1962, 1964, 1965, 1967 y 1968. Campeón de la Copa Libertadores en 1966 y de la Copa Intercontinental de ese mismo año.

Copa del Mundo: jugó con la selección de Uruguay en el campeonato de 1954 en Suiza. En 1966 una lesión le impidió jugar el campeonato mundial organizado por Inglaterra.

Una cuenta pendiente: la selección del Maracanazo.

"No estaba citado, pero en la preparación Juan López me llamó porque le faltaba un jugador. Y ahí me embromó el orgullo y sobre todo la juventud. No le di importancia, le saqué el cuerpo, no fui. Por culpa mía no fui campeón del mundo".

Un rival: William Velázquez, de Fénix.

"No me salía a marcar, me esperaba. Por mi juego, yo lo que quería era que el adversario viniera hacia mí para sacármelo de encima. Pero él me llevaba y me llevaba. Iba conmigo y me terminaba apretando contra la raya".

Un recuerdo: finales ante River y el Madrid.

"Hay dos partidos que cada vez que los recuerdo me llenan de alegría. Son las finales de 1966 contra River por la Libertadores y contra el Madrid, campeón de Europa. Son las dos victorias que más me marcaron a lo largo de la carrera".

Un gol: uno de taco al Necaxa, en México.

"Fue un gol `imposible`, de esos que se hacen sólo una vez. Cuando llegué al hotel, la televisión no dejaba de pasarlo. Me van a conseguir la grabación porque me gustaría volver a verlo". (Centro de Pedro Rocha y definición de taco).

El mejor futbolista: hubo muchos buenos.

"Para mí no existe un mejor jugador. Uno es más técnico, el otro cabecea mejor, otro es más veloz, pero cada uno tiene su fuerte y aporta su cuota en un equipo. Fueron grandes jugadores Schiaffino, Julio Pérez, Obdulio, Walter Gómez...".

Una década: la del 60, última etapa manya.

"Volvería a mi segunda etapa en Peñarol, entre 1962 y 1969. En mi retorno desde Italia, jugué con Mazurkiewicz, Rocha, Spencer, Joya... Allí pasó lo más importante dentro de mi carrera, obtuvimos triunfos fenomenales".

El dribbling: algo innato, no se aprende.

"Es un arma letal para derribar defensas. A cabecear, a marcar o a pasar la pelota se aprende, pero el dribbling no. Con esa habilidad se nace. Acá, antes abundaban jugadores con dribbling. Por eso los equipos europeos buscan en América".

Un dirigente: Dos, Güelfi y Cataldi.

"Gastón Güelfi y Washington Cataldi fueron personajes muy respetuosos de los jugadores, eran bonachones. Fueron personas ideales para ser presidentes porque eran gente de confianza y con quien nunca hubo algún problema".

Un técnico: Emérico Hirsch lo ascendió.

"Todos los técnicos te marcan, te dejan algo. Más en una carrera tan larga. Pero Hirsch (el del medio) fue el que me subió de Tercera a Reserva y después a Primera. Fui suplente en una delantera que tenía a Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino".

Una patada: la de Ildo Maneiro no se olvida.

"Siempre que lo veo la recordamos, fue la patada más grande que me dieron. Venía la pelota en el aire, yo levanté la pierna y traje la pelota al piso. Pero cuando la bajé Ildo me dio de punta, me subió la `canillera` y me tuvieron que dar siete puntos".

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