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Alfonso Espino y su aventura en Cádiz: casi un andaluz

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HISTORIAS

El Pacha ya no puede irse al ataque como hacía en Nacional, pero disfruta de jugar a primer nivel en LaLiga y de ver crecer a su hija Alai. “¿Cómo soy? ¡Baboso!”.

Alfonso Espino leva dos años en Cádiz y está muy contento. Ha vivido todo con mucha intensidad. Cuando llegó el equipo estaba en Segunda y aunque estuvieron muy cerca, no consiguieron el ascenso. Lo que sí se les dio el año pasado. Y ahora disfruta de jugar a primer nivel en España. “Viví un poquito de todo. Lo mejor fue la temporada pasada porque hicimos una terrible campaña en la primera vuelta y subimos. Fue tremendo, lástima que por el tema del coronavirus no pudimos festejar con la gente como hubiéramos querido”, contó el Pacha.

Llegó tras haber quedado libre de Nacionaly sin hacer pretemporada. Por eso, al principio le costó. “Adaptarme al ritmo y a la intensidad. Y acá no me puedo ir tanto al ataque, porque lógicamente los equipos vienen a atacarnos y hay que defender un poco más. Nuestro juego es más defensivo que ofensivo y paso menos al ataque. Se extraña porque me gusta, más acostumbrado como estaba en Nacional. Pero tuve que adaptarme a lo que me pedían. Siempre digo que jugar acá es como jugar la Libertadores, donde se pasaba menos al ataque y había que defender un poco más. Acá cada fin de semana tenés un partido de Copa Libertadores”.

Defender más que atacar

Jugar la Libertadores todos los fines de semanaSiempre digo que jugar acá es como jugar la Libertadores, donde se pasaba menos al ataque y había que defender un poco más. Acá cada fin de semana tenés un partido de Copa Libertadores”.

El cambio de Segunda a LaLiga tampoco fue sencillo. “Segunda también es difícil porque el campeonato es larguísimo, pero el cambio a LaLiga se siente. Técnicamente y por la calidad de los jugadores que no pierden una pelota ni por casualidad. Es muy difícil sacársela a los rivales”, argumentó el Pacha quien destacó a Januzaj de la Real Sociedad, a Messi y sobre todo a David Silva como los rivales más duros que le tocó enfrentar.

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Su llegada a España se dio por intermedio de su representante, Pablo Boselli, quien conocía al director deportivo del club que estaba en Sevilla cuando había llevado a Felipe Carballo. “Cuando me enteré, ya a la semana tenía que viajar. Todo fue muy rápido. Y ya me vine con la familia porque la adaptación iba a ser más fácil si veníamos todos juntos”.

Tricolor

 Jugó cinco temporadas en Nacional, ganó dos títulos Uruguayos, dos torneos Apertura y dos Intermedios. Pero no le dolió cuando lo dejaron libre. “Obvio que no quería quedar libre, pero yo tenía ganas de progresar deportivamente. Y eso significaba venirme a Europa, porque para jugar en América me quedaba en Nacional que es un club muy grande. Yo ya sabía que no me iban a renovar, y quería dejarle algo al club pero por circunstancias no se pudo”, explicó.

“Nunca es lindo que no te renueven o te dejen libre, pero también se entiende porque era una directiva nueva y todo cambiaba. No lo tomé como nada personal. Lo tomé tranquilo hasta que faltaba poco para que terminara el período de pases. Ahí sí me puse un poco nervioso porque no sabía lo que iba a pasar. Estuve a punto de ir a Estudiantes de La Plata, pero decidí esperar porque quería progresar futbolísticamente y eso era en Europa. Estando libre era más fácil que surgiera una oportunidad porque no le iba a costar nada a nadie. Me arriesgué pero por suerte salió bien”.

Viña era su suplente

En sus épocas de tricolor, su suplente era Matías Viña,hoy campeón de la Copa Libertadores con Palmeiras y jugando el Mundial de Clubes. “Cuando lo vi levantar a copa sentí un montón de cosas: orgullo más que nada. Lo conozco de chico porque somos de pueblos chicos y cercanos y llegó a jugar con mi hermano. Estoy muy contento por él. Es bueno ver a tus amigos conseguir cosas grandes porque la Libertadores no se gana todos los días. Siempre fue un gran jugador y en cuanto le dieron confianza mostró todo su potencial. Dos por tres nos escribimos y obviamente que lo felicité”.

Espino extraña los clásicos, en parte porque el de Cádiz es con Jeréz que ahora está en Tercera. “En este momento no tenemos clásicos”, dijo quien vio el clásico del miércoles. “Sufro más ahora que cuando jugaba creo. Me pongo nervioso y me caliento. Creo que el resultado fue bastante justo porque hubo posibilidades para los dos lados”.

Estuvo con Coronavirus, pero casi no tuvo síntomas, solo un poco de dolor de cabeza y de espalda. “Sólo un malestar tipo gripe, decaído nada más”. Su esposa tuvo fiebre y le costaba respirar, por suerte a su hija le dio negativo el hisopado.

Uruguayos

 Justamente, por el COVID-19 se perdió el partido frente al Atlético de Madrid de Suárez, de Josema Giménez y Torreira. “Por suerte ya había podido jugar contra ellos, aunque no me había ido muy bien. Je. Pero siempre es lindo enfrentarse a los uruguayos. Más tratándose de la gente de la selección. Es raro porque te parece que los conocieras de toda la vida solo porque son uruguayos. Los saludas a todos y tratás de intercambiar camisetas”.

No hay ningún jugador compatriota cerca de Cádiz, pero hay dos uruguayos que viven en la ciudad están siempre cerca suyo. Uno es el hermano de Nicolás Rotundo, que tiene inmobiliaria. “A Pablo (Rotundo) lo conocí por intermedio del entrenador de arqueros y hay otro que tiene una pizzería y vino un día al complejo del club. Trato de hablar seguido con ellos”.

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Para Alfonso y su esposa estar solos tan lejos con su hija pequeña y sin poder contar con la ayuda de los abuelos o de otros familiares no es sencillo. “Es jodido sí, pero Pablo se puso a disposición desde el día que llegamos. Sabemos que está a al orden para cualquier cosa. Y eso está bueno. No le hemos dejado a la niña todavía, porque la verdad no somos de dejarla con nadie”, dijo sobre Alai que cumplirá tres años el mes que viene. El nombre lo sacaron de la novela Casi Ángeles que ambos miraban y significa alegría. “¿Cómo soy como padre? ¡Baboso! Daría la vida por mi hija. Vamos aprendiendo cada día a medida que crece”.

La niña nació cuando Pacha aún estaba en Nacional y viajó con nueve meses. “Es media españolita ya. Está empezando a hablar y mezcla las palabras entre lo que escucha en casa y lo que aprende en la guardería”.

Andalucía

La belleza de la ciudad y sus agradables temperaturas también colaboraron para que el futbolista y su esposa Saralea, se sintieran bien desde el inicio.

“El clima acá es espectacular. En invierno casi no hace frío. Por ejemplo ahora no hay menos de diez grados, estamos entre diez y dieciocho grados de máxima. La ciudad es bastante diferente a San Jacinto, Je”, bromeó sobre su ciudad natal.

“Está siempre muy lindo y hay playas hermosas. La comida se basa en mucho pescado. Mucha variedad de pescado”, contó quien no vive mismo en Cádiz sino en la afueras. “Vivimos en Chiclana de la Frontera. En Cádiz, Cádiz no vive nadie. Estoy a 10 minutos de la playa y a 20’ de donde entrenamos. Y a media hora del estadio”, añadió sobre el Ramón de Carranza.

“La gente es muy amable. Tienen fama de que no les gusta trabajar y que están siempre para la joda. No sé si es verdad porque con la pandemia no conozco a mucha gente, lo que sí es verdad es que pasan siempre haciendo chistes. Y jodiendo. Son bien distintos a los uruguayos, que somos tan tranquilos”.

Sus compañeros lo aceptaron como un más desde que llegó. “El vestuario de Nacional se extraña siempre, conocía a todo el mundo por la cantidad de años en que estuve en el club, pero acá me recibieron muy bien. Me ayudaron un montón desde el primer momento. Me arroparon como quien dice. Y eso hizo que las cosas fueran más fáciles para mí”.

El mes pasado cumplió 29 años. Está en plenitud. “Es difícil planear el futuro en el fútbol, lo que yo más quiero es mejorar en lo deportivo. Me gusta mucho competir y ganar cosas. Esa es mi meta, ir subiendo el nivel deportivo, y obviamente que me gustaría llegar a la selección algún día”, finalizó quien contó con el aval de Víctor Espárrago, ídolo en Cádiz antes de viajar. “Es muy respetado acá”.

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