Cuando la Ámsterdam se dividía

JOSÉ MASTANDREA

EL ANÁLISIS

Cuando le cuento a mis hijos que en mi infancia jugaba todo el día en la calle no lo pueden creer.

Les digo que no había celulares y me miran con asombro. Les agrego que todos volvíamos a casa antes del anochecer y que nuestros padres ni siquiera se preocupaban.

Les cuesta creer que no había computadoras ni play station, ni Mp3, ni nada que se le pareciera.

Tampoco se imaginan una infancia con el televisor en blanco y negro. Con una programación que empezaba a las 17 horas y terminaba a las 12 de la noche.

También les digo que antes no había cinturones de seguridad y que los motociclistas andaban sin cascos.

Que no era necesario tener guantes, rodilleras y casco protector para andar en bicicleta. Que cuando armábamos las "chatas" con madera y rulemanes era una verdadera carrera de "bólidos" en el barrio.

Quieren que les muestre fotos de los trolley que me llevaban al liceo porque no imaginan cómo era posible que el guarda se bajara para acomodar "los cuernos" en 18 y Fernández Crespo.

Menos me creen cuando les cuento que en el fútbol los hinchas de Peñarol y Nacional se dividían la Ámsterdam y no había problemas.

Ellos, lamentablemente, conocen otro mundo. El de la violencia, la irracionalidad y los balazos. ¡Qué triste!

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