Si el gobierno de hoy fuera de otro color, se habrían tomado ya muchas medidas de lucha duras, dado que en no pocos sindicatos siguen vigentes las mentalidades que, si nos remontamos a los años sesenta, se lanzaron a quebrar la estabilidad de la sociedad con disposiciones como el corte de teléfonos y del suministro de energía a la población, efectuado por una agrupación de UTE dirigida por Vladimir Turianski.
Esas mentalidades siguieron su camino, sembrando efervescencias y bloqueando a gobiernos democráticos blancos y colorados, mientras los tupamaros hacían de las suyas, encaminando el país hacia una dictadura.
Pasaron los años. En 2004 ganó las elecciones la coalición frenteamplista y se frenaron los desbordes sindicales, salvo los que tuvieran apoyo oficial, como ocurrió con ciertas ocupaciones en empresas. Se abría la etapa del contubernio del gobierno con los sindicatos que le habían dado apoyo preelectoral. Fueron deslizados dirigentes gremiales puestos en la Administración pública y se notó una notable complacencia gremial con el gobierno.
Pero esto no duró lo que esperaban los gobernantes "progresistas" y ahora tenemos un conato de rebelión sindical: un paro general de 24 horas votado por mayoría en el Pit-Cnt. Al mismo tiempo se afirma que la conflictividad, en agosto, ya fue 3,3 veces mayor que en el mismo período de la administración de Tabaré Vázquez.
Todo esto, como decimos más arriba, dista mucho de lo que estaría ocurriendo si el gobierno no fuera "progresista". Es apenas un tirón de orejas. Una advertencia que hace llegar el ala "radical" al oficialismo que, ¡oh atrevimiento!, se aventura a calificarlos de "chantajistas".